Confiar o no confiar

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Capítulo cuarenta y dos

Mientras tanto, después de recibir lo que quería, el novio de Galatea le dio los resultados.

—Dice que solo era agua y que la pastilla era para las náuseas. Pero Nadia, si dudas tanto de él ¿Por qué te casarás? —preguntó Galatea sin entender a Nadia.

—Su familia es complicada, por eso quería estar segura. Siempre confié en él porque lo amo. Es solo que a veces me siento tan rara. Como si mi personalidad cambiara en cierto momento. Obligándome a hacer algo que no quiero —dijo ella aún con dudas. Pero no podía decírselo a Galatea.

Se despidió de ella y la dejó en su casa. Después fue a buscar a Nathaniel al trabajo. Al final tener un automóvil le había sentado bien.

—Gracias por venir a buscarme —dijo Nathaniel mientras subía al coche de Nadia.

—No es nada. Estaba de camino a casa —dijo ella mientras volvía a conducir.

—Nadia, no quiero ser molesto, pero papá me volvió a preguntar por ti —dijo Nathaniel.

—Lo siento. Estuve muy ocupada —dijo ella inquieta. Le molestaba mucho ese hombre y no tenía ganas de verlo.

—Bueno, no te preocupes. Cuando te sientas lista sabes que estaré a tu lado —dijo Nathaniel al notar que ella en verdad odiaba pensar en eso—. Escucha, necesito hablarte de algo. ¿Sabes quien es el dueño de la compañía que me contrató hace un año para que fuera su modelo exclusivo?

—Espera... No era la empresa de modelaje del sur del país? —preguntó ella sin saber si estaba en lo correcto.

—Sí, el tema es que tu novio es el dueño. Y no quiero trabajar para él. Por lo que conseguí trabajo en otro lugar. Por lo que voy a renunciar —dijo Nathaniel, feliz con su decisión.

—Él no me dijo nada —dijo Nadia, sorprendida.

—Lo supuse. Por eso te aviso —dijo él satisfecho por poder dejar de mentirle a Nadia.

—Naha, ¿crees que Ulises es una mala persona? —preguntó Nadia intranquila.

—No. Es solo que es de los que les gusta controlar todo. Alguien con poder, como él, tiene la capacidad de hacerlo. En cambio, tú no eres una chica que se pueda manejar. No quiero que él termine teniendo el control de tu voluntad —dijo Nathaniel, preocupado por Nadia al ver el anillo que llevaba.

Ese anillo valía más de diez millones y estaba seguro de que Nadia no tenía ni idea del valor porque si no, no lo estaría usando.

—Eres un gran hermano mayor —dijo y sonrió—. Tranquilo, me haré cargo de todo. No te preocupes por mí.

Nadia tenía que tener una conversación con Ulises pronto. Había cosas que necesitaban dejar claras, más si tenían que ver con su familia. Después de dejar a su hermano en casa, tomó el coche y fue hasta la mansión, ya que iban a salir a cenar juntos.

—¿Cómo está tu salud hoy? —preguntó Ulises cuando llegaban al restorán.

—Estoy bien. El médico dijo que estoy un poco anémica, pero no es para preocuparse. Debe ser por eso que después de cenar en tu casa me da tanto sueño —dijo Nadia mientras se acomodaba en la silla para cenar.

—Lamento haberte descuidado —dijo Ulises mientras acariciaba el rostro de Nadia—. Quiero que comamos lo que sientas que te haga feliz.

—Me gustaría una ensalada y pescado —dijo ella con una sonrisa. No sabía cómo hacer para hablar con Ulises, ya que él estaba siendo muy considerado con ella. No quería arruinar el momento.

Cenaron y charlaron de algunas cosas que la abuela les había pedido decidir antes de la boda. Cuando se estaban levantando para volver a la mansión, una mujer se les acercó.

—Ulises. Qué sorpresa. Hace mucho que no nos vemos —dijo Cicca.

—Nadia, me das un segundo —dijo él antes de que ella se pusiera de pie.

Ella vio cómo él se ponía de pie y se alejaba con Cicca y discutía con ella. Ulises estaba volviendo a la mesa cuando Cicca tomó su mano. Parecía que estaba llorando, aunque estaba muy lejos para que Nadia.

Las personas de seguridad del local se pusieron a hablar con Cicca y Ulises. Este dejó a la mujer con los de seguridad y volvió a la mesa con Nadia.

—Disculpa vida. ¿Nos vamos? —preguntó Ulises a Nadia. Parecía molesto.

—Esa chica era Cicca? —preguntó Nadia—. Se veía distinta.

—No sé por qué no entiende que no quiero tener nada que ver con ella–dijo él aún molesto— No pensemos en ella. Hablemos de lo nuestro.

—¿Ella está bien? —dijo Nadia, pero Ulises la ignoró.

—Estaba reflexionando, que cuando terminaras la facultad podríamos tomarnos algo de tiempo para armar nuestra familia —dijo él mientras la ayudaba a ponerse el abrigo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Nadia.

—Creo que sería bueno que tengamos un hijo —dijo Ulises sin filtro.

—Ulises nos vamos a casar porque tu abuela lo pidió. Aun así, no estoy lista para ser madre —dijo Nadia, sorprendida por el planteo que él le hacía.

—Está bien, tranquilízate. Lo hablaremos después —dijo él y empezaron a caminar hacia la salida. —Gracias, me preocupaba que quisieras ir muy rápido–dijo ella más tranquila.

—Iremos a tus tiempos —dijo él, aunque eso no lo dejaba tranquilo.

Nadia subió a la limusina junto a Ulises. Cuando de repente Cicca se volvió a acercar a ellos.

—Debes saber que él te ha engañado... —dijo la mujer mientras el hombre de seguridad trataba de apartarla del automóvil—. Te usará y te descartará como a todas.

—Ángel, arranca por favor —dijo Ulises furioso.

—Ulises ¿Por qué ella dijo eso? —preguntó Nadia intranquila. Se notaba que esa chica estaba dolida.

—Está resentida porque ella pensó que tú y yo no volveríamos.

Nadia cada vez se sentía más insegura al lado de Ulises. Esa noche ni siquiera durmieron en la misma habitación porque él le dijo que tenía mucho trabajo. Al otro día, por la mañana, Nadia estaba estudiando cuando alguien golpeo la puerta de su dormitorio. Era Hermes que después de ella decir que podía pasar la saludó.

—Permiso ¿Estás ocupada? —preguntó y se sorprendió al verla recostada en la cama con los apuntes. Nadia se veía hermosa, como la primera vez que la vio.

—Pasa, estaba leyendo tus notas. Aunque no entiendo algo. ¿Por qué escribiste esto aquí? —preguntó Nadia y él se acercó para ver de qué se trataba.

—No lo entiendo, estas no son mis notas —dijo Hermes mirando las páginas. Se ve como mi letra, pero yo no escribí estas notas.

—No lo entiendo. ¿Estás jugando conmigo? —preguntó ella sentándose en la cama.

—¿Por qué te mentiría si tratara de engañarte? —dijo Hermes confundido.

—¿Quieres decir que todo lo que leí no vale para nada? —preguntó ella angustiada. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora