Un paseo en coche

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Capítulo quince

Por la mañana temprano Nadia se levantó y se vistió para ir a trabajar como lo hacía siempre. Al caminar por el pasillo escuchó la voz de su jefe.

—Buenos días —dijo él como si se sintiera muy feliz.

—Hola —dijo Nadia un poco incómoda. Ya que se avergonzaba por cómo él la trataba

Ángel notó la extraña situación entre ambos. Ulises se veía muy relajado y Nadia parecía estar inquieta.

—Ángel, ven —dijo Ulises.

—Señor —dijo este mientras se acercaba.

—Porque no vienen tú y Nadia a desayunar conmigo. Y hazme el favor, y deja de llamarme, señor, que solo tengo veintiocho años —dijo Ulises, y tomó asiento como si lo que acababa de decir fuera solo una conversación casual.

—Señor Ulises, ¿Se encuentra bien? —preguntó Ángel tratando de entender la situación que no parecía ser fingida.

—Te dije que dejaras de decirme señor —dijo él y tomó la servilleta para ponerla en su regazo.

Nadia no pudo evitar reírse al escucharlos.

—¿Puede decirme que es lo que le parece tan divertido, señorita González? —preguntó Ulises.

—Nada, señor —dijo ella y se sentó a la mesa a su lado para desayunar.

Ángel hizo lo mismo. Ninguno entendía por qué Ulises actuaba así.

—Parece que será un día hermoso. ¿Qué piensan hacer hoy? —preguntó Ulises mientras ponía dulce de leche a una tostada.

Ángel y Nadia se miraron, ninguno quería ser el primero en hablar y romper la burbuja de su jefe. Sin embargo, Ángel fue obligado a romper el silencio tras las insistentes miradas de Nadia.

—Pues, yo debo organizar las actividades de la semana —dijo finalmente

—¿Y usted señorita González? —preguntó Ulises antes de llevarse la comida a la boca.

—Tenía en mente ir a visitar a mi hermano Nathaniel —dijo ella entre dudas.

Ulises escuchó que el nombre que Nadia había dicho aquella noche en el automóvil no era más que el nombre de su hermano Nathaniel y se sintió aliviado. Probablemente, habría dicho su nombre al estar dormida porque lo extrañaba.

—¿Hasta dónde va? —preguntó Ulises pícaramente —Quizás pueda alcanzarla.

—No se preocupe, señor, es lejos. No quiero causarle molestias —dijo ella tratando de evitarlo, se había puesto nerviosa.

—No se preocupe por nada. Prepárese tranquila que después del almuerzo yo la voy a llevar. Ahora, Ángel... Necesito que me acompañes a mi oficina a ver los horarios. Si lo hacemos juntos podrás tomarte el resto de la tarde para ti —dijo y se puso de pie. En la emoción no notó que ninguno de los otros comensales había empezado a desayunar siquiera.

Ángel seguía sorprendido. Aun así, se puso de pie y siguió a su extraño jefe.

Después del almuerzo, Ulises fue a buscar uno de sus automóviles y lo estacionó en la puerta de la mansión. Para poder llevar a Nadia a ver a su hermano.

—Sube —dijo él sin poder ocultar el entusiasmo que le causaba pasar parte del día con ella.

Nadia miró el interior del coche. Ulises llevaba una camisa blanca, la cual se encontraba arremangada, y tenía el primer y el segundo botón del cuello abiertos. Llevaba el pelo algo enmarañado, en un intento de parecer casual. El sol que entraba por la ventanilla del conductor, lo hacía resaltar viéndose particularmente más sexi de lo habitual.

—¿Le parece que esté bien llevarme? —preguntó ella dudando aun si entrar en ese coche.

—¿A caso me tiene miedo, señorita González? —preguntó él de manera juguetona.

—Por supuesto que no —dijo y finalmente subió—. Deje de hacerse el gracioso señor Ulises.

Una vez que ella estuvo dentro del automóvil, él se acercó y le acomodó el cinturón de seguridad, como era de costumbre ya. Sus rostros quedaron enfrentados por un instante que hizo que Nadia se sonrojara.

—Creo que usted debería encargarse de conducir —dijo Nadia incómoda.

—Lo sé. Solo que cuando te tengo tan cerca siento que te ves más hermosa aún —dijo él haciendo que Nadia no pudiera con el calor que subía por su cabeza—. Deme la dirección para ponerla en el GPS. Me alegra que podré conocer a mi futuro cuñado.

—¿Qué dices? Por favor, no seas exagerado —dijo ella con una sonrisa irónica.

—¿Por qué lo dices así? Si nos casamos y tenemos hijos ... —dijo él, pero ella lo interrumpió.

—¡Basta! —dijo ella molesta.

—Perdón. ¿A caso dije algo malo? —preguntó él desconcertado tras la reacción de Nadia.

—Deja de burlarte de mí —dijo ella molesta.

—Nadia, disculpa. No fue mi intención que sintieras que me estaba burlando. No quiero hacer que te molestes. Por el contrario, lo hice porque en verdad me gustas —declaró él

Nadia se sonrojó. Ulises le acababa de decir que ella le gustaba. De una forma directa como la vez anterior. Hasta parecía que era sincero.

—Creo que debemos detenernos —dijo ella incómoda—. Lo mejor va a ser que me vaya en tren.

Nadia se había dado cuenta de que no podía dudar de la palabra de Ulises. Que tontamente pensaba todo lo que él estaba diciéndole y eso solo tenía una explicación y era que en verdad se estaba enamorando de él. Ella había empezado a sentir cosas.

—Nadia, ¿Qué ocurre? —preguntó preocupado y se dio cuenta de que sin quererlo estaba espantándola—. Tranquilízate, por favor. Si tú sientes que es mejor, solo diremos que soy un compañero de trabajo que te hizo el favor de llevarte a casa de tu hermano.

—Lo siento. No debí actuar de manera impulsiva —dijo ella para disculparse con él—. Es que tu manera de decir las cosas me pone un poco nerviosa. Mi hermano es una persona muy querida para mí. Hace más de un año que no lo veo. Ni siquiera sé si tendrá el mismo corte de cabello.

Nadia no tenía intenciones de levantarle el tono de voz a Ulises. Tampoco quería dudar de lo que él decía sentir por ella, pero su compañía en este viaje hacía que se pusiera más a la defensiva.  

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora