Un nuevo aliado

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Capítulo cuarenta

Unos días después, Nadia estaba en uno de sus trabajos de medio tiempo con su amiga Galatea.

—así que te vas a casar —dijo Galatea feliz por su amiga—. Te felicito. Escuché que tu novio es un empresario conocido.

—Ni me lo digas. Odio que la gente lo sepa. Siempre quedo como la que trata de aprovecharse de él —dijo ella mientras acomodaba unas copas en el local.

—No creo que tú puedas ser de esas mujeres, nadie que te conozca lo va a creer —dijo tratando de tranquilizar a su amiga.

—Galatea... —dijo Nadia avergonzada—. ¿Tú ya lo hiciste con tu novio?

—Claro, ya no es como antes. Uno no siempre espera hasta el matrimonio —dijo mientras acomodaba unos platos y de repente lo entendió—. Espera, ¿Tú y tu novio no lo han hecho?

—No, aún no —dijo ella muy avergonzada.

—Ese hombre debe quererte mucho. Después de verlo en la fiesta deja más que claro que es todo un semental —dijo ella sorprendida.

—No digas esas cosas que me da vergüenza —dijo Nadia completamente roja.

—Además, él tiene una fama establecida —dijo ella mirando en internet, ahora le había entrado la curiosidad —Según las redes sociales ha salido con...

—¡Galatea! —dijo Nadia para que se detuviera.

—Lo siento. Bien dime cuál era tu duda —dijo ella sonriendo.

—¿Es normal que cuando esté con él yo quiera hacerlo? —preguntó Nadia

—Amiga, hasta yo querría hacerlo y no es mi novio —dijo y las dos rieron.

—Pero me siento extraña, como si no fuera yo. Me suele pasar después de comer o cuando estamos solos. Primero pensé que era el vino, pero ahora solo tomo agua y, aun así, me siento rara —dijo Nadia explicando lo que le pasaba.

—¿A qué le llamarías rara? —preguntó Galatea dejando todo lo que hacía para prestarle atención. Le había entrado la curiosidad.

—De repente deseo hacerlo con él, pero siento que mi cuerpo quema como si tuviera fiebre —dijo Nadia y Galatea le aconsejó que buscara a un médico para sacarse las dudas —Ya saqué turno.

—¿Y cuándo se casarán? —preguntó Galatea.

—En tres meses cuando termine la facultad —dijo Nadia.

—Escucha, si aún tienes dudas toma de estas —dijo después de sacar unas pastillas anticonceptivas de bolso.

—¿Para qué son? —preguntó Nadia al no conocer el nombre.

—Para no tener bebés. Si quieres trabajar de lo que estás estudiando necesitas tiempo para ti, y un bebé implica mucho tiempo en la vida de una mujer —dijo Galatea.

—Pero debería hablarlo con Ulises —dijo intranquila—. Además, no creo que lo hagamos todavía.

—Solo piénsalo. Él probablemente querrá hijos pronto. Los hombres ricos son así —dijo Galatea y dejó a Nadia reflexionando.

Para Nadia Ulises era diferente. Él la quería y la respetaba. La amaba ¿No?

...

El fin de semana siguiente Nadia se encontraba en la mansión cuando Hermes apareció.

—Cuñada... —dijo él al acercarse a ella.

—Hermes —dijo ella con una sonrisa. A diferencia de cómo lo trataba Ulises, ella siempre había sido muy amable con él.

—Mira lo que tengo para ti —dijo agitando su brazo para que le prestara atención a unos apuntes—. Son de la facultad, de cuando estudie finanzas. Tal vez te sirvan. Dijiste que con tu trabajo de medio tiempo casi no tenías tiempo para estudiar.

—Michas gracias —dijo Nadia con una radiante sonrisa—. ¿Por qué eres tan amable conmigo?

—¿A qué te refieres? —preguntó Hermes avergonzado tras la hermosa sonrisa que recibió por parte de ella.

—Tu padre seguramente me odia. Así que si te mandó aquí a vigilar a Ulises. Tú también deberías odiarme —dijo ella mientras miraba los apuntes. Al parecer Hermes era muy prolijo.

—No te odio. Por el contrario, siento lástima por ti —dijo y se sentó a su lado.

—¿Lástima? —preguntó ella confundida.

—Es que me pareces una buena chica —dijo él con sus artimañas.

—¿Me estás queriendo decir que tu hermano no lo es? —preguntó Nadia dándose cuenta de que algo tramaba.

—Ulises es un gran empresario. Lo han preparado para ser el gran CEO de la familia Dela Renta desde que abrió sus ojos prácticamente. Pero sobre el amor, no creo que sea su fuerte —dijo dándose cuenta de que ahora tenía la atención de Nadia.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella confundida.

—Eres una chica inteligente. Pronto te darás cuenta. Después de todo, mi hermano está acostumbrado a controlar todo —dijo Hermes.

—Si sabes algo solo dilo —dijo ella perdiendo la calma.

—¿Para qué? Por más que te lo diga vas a pensar que solo lo estoy haciendo para alejarte de mi hermano —dijo él con incredulidad.

—Permíteme ser yo la que decida que suponer y que no —dijo ella segura de que Hermes sabía algo.

—Eres una chica muy agradable, aunque por momentos pareces ser bastante tímida. ¿No es extraño que cuando estás con Ulises empieces a comportarte distinta? Más como una chica traviesa...–dijo instalando la duda en Nadia.

...

Esa noche Ulises obligó a Nadia a ponerse una venda en los ojos y acompañarlo hasta la puerta de entrada.

—Ulises no puedo ver nada. Ya dime cuál es la sorpresa —dijo ella impaciente. No le gustaba llevar los ojos así.

—¿Estás segura de que no ves? —le preguntó él con una sonrisa en su cara. Nadia se veía muy linda así.

Ella le aseguró que no veía y él la besó en los labios para luego quitarle la venda de los ojos. Cuando pudo ver se dio cuenta de que en la entrada había cinco automóviles distintos de última generación.

—Elige uno —dijo él entusiasmado.

—¿Para qué? —preguntó ella dudando.

—Es un regalo de mí para ti —dijo feliz, sin embargo, ella no quería un automóvil tan caro.

—No puedo aceptar que me des algo así Ulises —dijo ella incómoda.

—Nadia, sabes que te amo. Solo sígueme el juego unos minutos más —le pidió él con amor—. Después puedes negarte si la sorpresa no te gusta.

Dentro de la variedad de autos había un Fiat 500 blanco, un Toyota Aygo rosa, un Volkswgen Beetle celeste, un Mini Cooper negro y un Porsche Cayenne rojo. Nadia miró todos los automóviles, le parecían hermosos, pero demasiado llamativos. Finalmente, señaló el Porsche Cayenne rojo. Ulises fue hasta el coche y sacó una caja de adentro, se la dio a Nadia. Esta la abrió y después de sacar un pequeño estuche miró a Ulises asombrada.

—Es por nuestro compromiso —dijo Ulises y él abrió el estuche y sacó un anillo con un diamante blanco y brillos—. Tardaron en hacerlo, por eso recién puedo dártelo hoy.

Nadia lo miró sorprendida mientras él se lo colocaba. No había pensado que él pudiera tener un detalle así con ella. El anillo, era hermoso y no llamaba tanto la atención por el enorme valor que tenía.

—¿Y qué pasaba si elegía otro coche? —preguntó ella entusiasmada

—Te quedarás con las ganas de saberlo —dijo él y la besó en los labios. Amaba que fuera tan curiosa, amaba casi todo de Nadia—. Por cierto, el automóvil es tuyo y no hay devoluciones. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora