Escuchala

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Capítulo cincuenta y siete

Ulises había notado que ella se sentía muy mal, por lo que prefirió contener su entusiasmo. El problema fue que la falta de Nadia en el trabajo hizo que se expandiera el rumor de que estaba embarazada. Ella y Ulises solo tenían un mes de matrimonio, por lo que para Nadia significaba que todos pensarían que se había casado con Ulises por estar embarazada. Lo que a ella no la hacía feliz, por lo que se había cuidado con pastillas rigurosamente.

Ese mismo día la abuela De la Renta fue a ver a Nadia a su casa. Lo que era más que sospechoso.

—Mi pequeña. No puedo creerlo —dijo la mujer besando a la joven en las mejillas al verla en la cama.

—Abuelita ¿Qué haces aquí? —preguntó Nadia confundida porque ella solía venir otro día de la semana.

—¿No puedo venir a ver a mi nieta favorita? —preguntó la mujer con su encanto de anciana.

—No digo eso, es solo que... —dijo Nadia, pero se detuvo. No podría luchar contra ella.

—¿Cómo te sientes? —preguntó la mujer mayor sin dar vueltas—. ¿Cuándo te darán los resultados?

—¿A qué se refiere? —preguntó Nadia confundida.

—Vamos pequeña, no seas tímida–dijo la mujer feliz—. Si es un niño deberá llamarse Ulises. Es una molestia, pero es la tradición en la familia. Todos los primeros varones de la familia De la Renta se llaman Ulises. Aunque lo bueno es que, si resulta ser niña, podrás elegir el nombre completo.

—Abuela, aún no sabemos si estoy embarazada —dijo Nadia al ver de lo que se trataba

—¿Por qué no lo estarías? Eres una joven fuerte, sana y extremadamente encantadora–dijo la mujer recordándole a su esposo la noche anterior.

—Abuela, Ulises y yo ya no estamos tomando la medicina para la fertilidad —le aclaró Nadia.

La abuela De la Renta miró a Nadia molesta. ¿Cómo era posible que sus nietos no le hicieran caso con eso?

Pasaron unos días y Nadia se sintió mejor. Por lo que el viernes Ulises la acompaño a hacer las compras para la casa. Fueron juntos al mercado como una pareja normal. Estas cosas le gustaban mucho a Nadia y valoraba que Ulises pudiera tomarse tiempo para hacerlas con ella.

Nadia estaba poniendo unas frituras en el carrito de las compras cuando sintió la mano de Ulises por detrás quitándolo.

—No puedes comer estas cosas —dijo él y lo volvió a poner en su lugar

—Vamos amor, ya no me duele el estómago —dijo Nadia sabiendo que aún era pronto. Aun así, no pensaba comerlo esa misma noche.

—No cariño, la abuela dice que debes comer comida sana hasta que sepamos cómo está el bebé —dijo Ulises con naturalidad.

—Ya le dije a la abuela que aún no sabemos si estoy embarazada —le aclaró nuevamente. Su esposo no parecía entenderlo.

—Sí, y me dio unos libros para que leamos. Al parecer no es bueno que niegues al bebé —dijo Ulises como si no entendiera a lo que ella se refería.

—Ulises ¿A caso te estás escuchando? No estoy negando nada. Solo digo que debemos esperar a los resultados —dijo ella molesta mientras volvía a poner las frituras en el carro.

—Y esperaremos —dijo Ulises quitándolo de nuevo.

—Ulises, tu abuela ya mandó ropa de bebé a casa —dijo ella, fulminándolo con la mirada cuando volvía a agarrar las frituras.

—Es solo ropa vieja. Si no quieres que nuestro hijo la use no hay problema —dijo Ulises y esta vez no tocó las frituras.

—Ulises, sigues sin escucharme —dijo Nadia agotada mentalmente.

Por lo que dejó el carrito de las compras y sin llevarse nada salió del mercado. Ulises al darse cuenta fue tras ella.

—¿Qué pasa? ¿Por qué te fuiste? Tú me pediste que viniéramos nosotros en vez de mandar a alguien–dijo Ulises.

—No me escuchas —dijo ella molesta.

—Lo hago, es solo que... —dijo y se detuvo.

Los reporteros se acercaron a ellos y comenzaron a hacerles preguntas. Como desde cuando sabían que Nadia estaba embarazada. También le preguntaron si se habían casado porque ella se embarazó. Incluso le preguntaron si ella creía que esa era la manera en la que las chicas podrían llamar la atención de otros millonarios.

—Ulises quiero irme —dijo Nadia con ganas de llorar.

Ángel vino hasta donde los reporteros estaban y la ayudó a salir de ahí. La llevó hasta el automóvil. Ulises tardó un poco en llegar. Cuando logró entrar vio que Nadia estaba llorando.

—Cariño, no quiero que estés triste. Son unos desgraciados y no debes hacerles caso —dijo Ulises mientras la abrazaba.

—No quiero hablar contigo —dijo Nadia y se separó de los brazos de su esposo—. Ángel, vamos a casa, por favor.

Al regresar al departamento, Nadia se encerró en su cuarto. No le respondía ni a Ulises ni a Ángel. Lo que preocupó a los dos cuando las horas pasaban y ella seguía igual

—Mini —dijo Nathaniel apoyado en la puerta del dormitorio de Nadia.

—¿Naha? —preguntó Nadia sorprendida.

Ella salió de la cama y fue a abrir la puerta para dejar pasar a su hermano. Una vez que este entró, ella lo abrazo.

—¿Qué es lo que te anda pasando pequeña? —preguntó su hermano.

—todos creen que me embarace para casarme con Ulises —dijo ella aún en los brazos de Nathaniel.

—¿Y qué? Tú sabes que no es así —dijo y la soltó para poder verla a los ojos—. No te pongas mal por lo que puedan decir otras personas y mucho menos por lo que puedan pensar de ti esos reporteros. De mí dicen que soy gay solo porque no me ven con una bonita chica de la mano... Ahora en cada vez que voy a un bar los muchachos me invitan tragos.

Al decir eso, Nadia comenzó a reírse.

—Sabía que mi desgracia te haría sonreír —dijo Nathaniel y la acompañó hasta la cama y después de que ambos se sentaron en ella, le acarició el rostro como lo hacía cuando eran pequeños.

—¿Cuándo te van a dar los resultados? —preguntó Nathaniel. Ya Ulises y Ángel lo habían puesto al corriente de todo lo que había pasado.

—Mañana —dijo ella aún angustiada.

—¿Y cómo te sientes con eso? —preguntó Nathaniel

—No lo sé. Ulises está tan feliz con la idea de que tengamos un hijo. Como si eso le diera paz —dijo ella al reflexionar sobre la actitud que Ulises había tenido esa semana.

—Debes entender que solo es un hombre, como cualquier otro que quiere ver cómo su familia crece —dijo Nathaniel para tratar de ayudar a Nadia a comprender a su esposo.

—¿Y yo? ¿Qué hay de mí? Aún no estoy lista para ser madre —dijo ella angustiada.

—Si llegas a estar embarazada, aún tienes otras opciones —dijo Nathaniel.

—Lo sé. Pero Ulises me miraría mal si le dijera que no quiero. No sé si lo entendería —dijo ella molesta con la idea.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora