Un encuentro a medias

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Capítulo cuarenta y siete

Nadia fue hacia él. Ulises se quitó el polo y sus músculos quedaron al descubierto. No es que estuviera muy marcado, pero la genética lo había ayudado mucho.

—Nad, eres muy hermosa —dijo él admirándola con deseo—. Te deseo desde hace mucho.

—Entonces ya esperaste suficiente. ¿Verdad? —preguntó ella y él la besó con deseo y fuerza.

—Me gusta que tus labios sean así de dulces —dijo mientras abandonaba su boca. Nadia le desabrochó el botón del pantalón—. Espera.

Ella se sorprendió al escuchar que quería que se detuviera, ya que se notaba que el cuerpo de él estaba listo para empezar. Le preocupó que él no quisiera seguir.

—¿Lo estoy haciendo mal? —preguntó ella.

—No preciosa. Es solo que creo que por ser tu primera vez debería ser yo quien te complazca primero —dijo Ulises y la atrajo hacia sí y la besó en el cuello.

Poco a poco fue bajando por su cuerpo hasta dejarla completamente desnuda. Ella respondía a sus caricias y besos con sonidos de placer. Y él, aunque sabía que ella lo disfrutaba, no dejaba de preguntarle cómo se sentía. Le gustaba escuchar la voz de Nadia.

—¿Quieres que siga o ya has tenido suficiente? —le preguntó Ulises desde esa posición. Le encantaba verla así, tan fuera de control, capaz de todo.

Además, en esa posición podía ver la virginidad de su prometida, la cual iba a tomar ese mismo día.

—No sé —dijo ella avergonzada. Quería más, pero no se animaba a decírselo con palabras.

Mientras él la acariciaba con sus traviesos dedos, su zona especial, ella acercó su mano para pedirle que Ulises se detuviera.

—Ulises... Yo te amo —dijo ella con la respiración entre cortada—. Quiero hacerlo.

Ulises había anhelado escucharla decir eso muchas veces.

—Yo también te amo mi pequeña, y me muero por estar dentro tuyo. Así que te complaceré —dijo Ulises lleno de deseo.

Ulises se subió sobre ella. Besó con delicadeza todo su torso pasando delicadamente por sus timbrecitos. Los acarició mientras se preparaba para entrar en ella.

—Oh, Ulises —dijo ella sintiendo escalofríos.

—Si amor —dijo él en su oído mientras presionó su cuerpo muy despacio.

—¡Ah! —gritó ella al sentir la presión y se aferró a él para resistir.

Sin embargo, la puerta de su dormitorio se abrió.

—Nadia, ¡Estás bien! —preguntó Nathaniel.

Nathaniel había vuelto antes de su viaje. Nunca pensó que el grito de Nadia era por estar con su novio en el dormitorio. Ya que ella solía gritar hasta cuando veía una araña.

Después de ese bochornoso momento, Nathaniel cerró la puerta y se fue al comedor. Nadia y Ulises se vistieron y no les quedó otra opción que enfrentar a Nathaniel en la cena. El ambiente se sentía tenso mientras Nathaniel ponía los platos y Nadia servía la comida.

—¿Cuál es la razón de tu visita? —preguntó Ulises, era el que menos incómodo estaba. Por el contrario, estaba molesto porque le había arruinado la oportunidad de concretar con Nadia.

—¿No puedo volver a mi departamento? —preguntó Nathaniel con ganas de pelear—. Al parecer no.

Nathaniel miró a Nadia con decepción.

—Solo me pareció curioso que volvieras antes —dijo Ulises tratando de no discutir con Nathaniel—. No quise sonar hostil.

—Naha, lo lamento —dijo Nadia muy avergonzada.

—No hables Nadita —dijo Nathaniel, ya que no quería pelear con ella delante de Ulises.

Nathaniel estaba enojado con ella, solo la llamaba Nadita en esos casos.

—Es mi culpa, yo fui... —dijo Ulises para tratar de que Nathaniel no se la agarrara con Nadia, pero no parecía resultar.

No lo dudo —interrumpió Nathaniel—. De todas maneras, se casarán pronto. Así que supongo que está bien que ya lo estén haciendo.

—En realidad... —dijo Nadia sin poder continuar. Estaba muy avergonzada.

—Aún no lo hemos hecho —dijo Ulises para apoyar a Nadia—. Por si eso te interesa.

—No necesitan mentirme. Sé lo que vi —dijo Nathaniel horrorizado al recordar.

—Por supuesto que no necesito hacerlo —dijo Ulises molesto, pero Nadia le apretó la mano y él la miró. Estaba triste—. Tuviste la mala suerte de aparecer e interrumpir la que iba a ser nuestra primera vez juntos.

—¿Podemos cenar? —preguntó Nadia muy avergonzada.

—Se me fue el apetito —dijo Nathaniel empujando el plato—. Me iré a dormir.

—Naha... —dijo Nadia al ver cómo se levantaba molesto.

—No te preocupes. Ya se le pasará —dijo Ulises abrazándola.

—Lamento que todo se arruinara —dijo ella angustiada.

—No se arruinó. Es solo que tendremos que esperar un poco más —dijo Ulises y le dio un beso.

—¿A qué te refieres? —preguntó Nadia.

—Quizás debamos esperar hasta la boda. Solo nos queda una semana —dijo Ulises, aunque no quería sabia que cuando se casaran pasarían dos semanas completamente solos y sabía que ya no se crearía un buen clima a menos que eso pase.

—¿Ya no quieres estar conmigo? —preguntó ella angustiada.

—Claro que quiero. Solo no creo que sea conveniente incomodarte. Ya que tu hermano está aquí y después tendré mucho trabajo antes de la boda–le dijo él mientras acariciaba su rostro. 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora