El divorcio

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Capítulo setenta y dos

Ulises y Nadia se habían vuelto a ver para firmar el divorcio. Nadia iban en compañía de su abogada.

—¿Cómo has estado? —le preguntó Ulises a Nadia.

El corazón del hombre saltaba como si fuera el de un colibrí. Nadia se veía hermosa, embarazada. Esto hizo que el dolor por estar lejos de ella se incrementara.

—No tienes que responder si no quieres —dijo su abogada.

—Estoy bien, solo terminemos con esto —las palabras de Nadia se sintieron frías, casi crueles para lo que Ulises estaba acostumbrado.

¿Ella no lo había extrañado? ¿Ya no lo quería? ¿No significaba nada en su vida? ¿Solo era un tipo del que quería deshacerse? Él aún tenía la esperanza de verse y solucionar todo. No entendía que ella se sentía engañada, estafada por él.

—Renuncié a la empresa de mi familia —dijo Ulises tratando de justificar algo que ni él entendía por qué ocurría.

—Sí, tus hermanos ya me lo comentaron —dijo ella sin expresión.

—¿Aún te ves con ellos? —preguntó Ulises sorprendido. Ni Hermes, ni Dionisio le habían dicho que seguían viendo a Nadia.

En ese momento llegó el intermediador y les pidió que entraran a la oficina. Después de escuchar a los abogados, el intermediario pidió que se le diera a la pareja cinco minutos para reconsiderar su divorcio. Por lo que todos salieron dejando a Ulises a solas con Nadia.

—No quiero que me dejes Nad, aún te ... —dijo él, pero ella lo interrumpió

—No lo hagas. No sigas faltándome el respeto —dijo ella dolida. No quería que la tratara como una tonta después de todo el daño que él y su familia le habían hecho—. Toma el dinero y dejemos todo en el pasado.

—¿Y nuestro hijo? ¿También me vas a pedir que me olvide de él? —preguntó lleno de dolor, la distancia que Nadia había puesto entre los dos lo había llevado al límite. Él no estaba dispuesto a renunciar a ella y a su hijo. Los amaba demasiado.

—Cuando el pequeño nazca y tenga la edad suficiente como para decidir si quiere verte no tendré problema —ella no solo estaba dolida, buscaba vengarse de alguna manera de él por convertirla en esto. Nadia no sabía que él no tenía nada que ver en lo que le estaba ocurriendo.

—No me hagas eso. Quiero ser parte de su vida todo el tiempo —dijo Ulises con temor a perder a su hijo. Ella le había enviado un formulario de custodia completa para que él no se acercara al niño, o eso creía él. No sabía que ella había recibido lo mismo de su parte.

—¿Entonces quieres quitarme a mi hijo? —preguntó Nadia llena de ira. No iba a dejar que Ulises le arrebatara a su hijo.

—No quise decir eso —le explicó, o trató de hacerlo.

—¿Y qué quisiste decir? Nuestro hijo no será otro peón de tu familia para hacer que obtengan más dinero de mí. Si es necesario donaré todo el dinero que mi padre me dejó para que Penélope y yo desaparezcamos del radio de tu familia.

—¿Quién es Penélope? —preguntó Ulises confundido. ¿Acaso Nadia tenía un amorío con una mujer?

—Es el nombre que le puse por si llegaba a ser niña —dijo Nadia avergonzada. No se había dado cuenta de que ya estaba llamando a su bebé por el nombre.

—Ese nombre es muy bello. Me gusta —dijo Ulises volviéndose una seda—. Por favor Nadia, te juro que no fui yo quien causó todo esto. No quiero dinero, solo quiero a mi familia de vuelta.

—Nadia —dijo su abogada entrando a la oficina—. Es hora de terminar con esto.

—Si —dijo ella y se secó una lágrima que tenía antes de que Ulises la viera.

—Señor De la Renta. Firme los documentos y dele un respiro. Ella está embarazada. Tienen toda la vida para resolver sus problemas. No le dé un disgusto en este momento —dijo la abogada apelando a la cordura de Ulises.

—Nadia, sé que no quieres oírme, pero las amo. Firmaré este estúpido papel, pero no renunciaré a amarlas —dijo Ulises, pero la abogada de Nadia la hizo salir de la oficina.

Esta se había dado cuenta de que Nadia estaba por ceder a las dulces palabras de su exesposo. Nadia se sintió agradecida porque la sacara de ahí. Sonrió con lágrimas en los ojos. Se negaba a hacerlo delante de Ulises.

—Sé que debe ser un maldito, no obstante me dio lástima —dijo la abogada mientras le secaba las lágrimas a Nadia con un pañuelo—. Algo raro que me ocurra a mí.

—Él hace que todos caigan rendidos a sus pies. Por eso se vuelve muy difícil encontrármelo —dijo Nadia con dolor—. Gracias por todo. Si no fuera por ti...

—Tranquila Nadia, estoy para apoyarte. Puedes irte. Te avisaré como sigue todo después de que él firme —le dijo su abogada.

—Nadia —dijo Ulises, esta se dio vuelta y lo vio, parecía que había corrido para alcanzarla—. Puedo ser un hombre normal si eso es lo que quieres.

El ascensor se abrió y la abogada hizo que Nadia entrara con ella.

—Te juro que lo intentaré. Quiero que te sientas orgullosa de mí —dijo y este se cerró dejándolo solo en ese enorme lugar.

Nadia volvió a su casa completamente agotada después de haber estado toda la mañana en el juzgado.

—Hermanita —dijo Nathaniel y la abrazó. Sabía que lo que había hecho Nadia le había tomado todas sus fuerzas—. Aquí estoy.

No terminó de decir eso que Nadia se puso a llorar descontroladamente. Después de que se calmara Nadia tras un fuerte abrazo, los dejó para irse a su cuarto. Necesitaba estar sola.

—Nathaniel, ella fue muy valiente hoy. Por favor, cuídala —dijo la abogada de curvas prominentes que Nathaniel no podía dejar de mirar.

—Lo haré —dijo él muy nervioso —. ¿Tú ya te vas?

—Sí, tengo que volver a los tribunales —dijo ella sonrojada. También le gustaba Nathaniel—. De todas maneras, Nadia me pidió que volviera más tarde para que celebremos el fin de una etapa dolorosa en su vida. ¿Tú estarás?

—No me iré a ninguna parte —dijo Nathaniel.  

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora