La voz de la razón

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Capítulo cincuenta y tres

—Nadia, ¿qué haces amor? —preguntó Ulises sorprendido.

Ella le había pedido que la acompañara un rato. Y salieron de la oficina para ir un rato a un parque cercano. Ambos estaban en una banca debajo de un árbol.

—Solo te doy un beso —dijo ella de manera tierna.

—Sabes que tienes prohibido hacerme eso cuando estábamos al aire libre —le dijo él como si estuviera molesto. Ella lo miró sorprendida—. Es que después de lo que pasó en la oficina siento que me dan ganas de desnudarte y hacerte el amor aquí mismo.

Nadia sonrió. Ella había jugado con Ulises, ya que no le había permitido más que jugar con su lengua y esto había dejado al hombre parcialmente satisfecho.

—Ulises —dijo avergonzada mientras la abrazaba.

—Vamos cariño. Dime que nunca fantaseaste con que lo hagamos en la playa o en un parque —dijo él de manera instigadora. Tal vez algún día ella le dejara hacer algo así.

—Sabes, una cosa son las fantasías y otra muy distinta es intentarlo —dijo ella negando con la cabeza—. Para mí es imposible pensar en hacer realidad algo de eso contigo.

—¿Por qué? Sabes que si de mí dependiera... —dijo Ulises y acarició el rostro de su esposa y se sintió un flash.

—Amor, los reporteros te siguen hasta el baño —dijo ella alejándose de él un poco, pero con una tierna sonrisa—. ¿Te gustaría que otros vieran fotos de tu esposa desnuda?

—Siempre eres la voz de la razón. Por eso te amo tanto —dijo él entendiendo el punto de Nadia.

—Niño tonto. Siempre tengo que andar cuidando de ti —dijo ella como si le llamara la atención, pero con cariño. Después, besó a Ulises y este se apartó de ella.

—Volvamos a la oficina —dijo y se puso de pie.

Deseaba demasiado a su esposa y tenía miedo de hacer algo que la molestara. Sobre todo, porque había varios reporteros cerca.

Nadia y Ulises se llevaban muy bien ahora que estaban casados. Todo parecía ir bien entre ellos. A la noche Nadia tuvo que volver sola a su departamento, ya que Ulises tuvo que ir a una reunión en un club con algunos inversionistas. Tenía un gran proyecto que estaba por lanzarse pronto y necesitaban inversores. Nadia se dio una ducha y se fue a acostar. Le mandó un mensaje a su hermano y este la llamó. Conversaron un rato hasta que le dio sueño y se quedó dormida.

Ulises pasó mucho tiempo fuera de la casa esas noches. Mientras Nadia trabajaba junto a Hermes para tener el proyecto que les había encargado terminado.

—Esto es una locura —dijo Hermes levantando los brazos para desperezarse. Estaba cansado ya que era viernes y muy tarde ya—. Ni cuando estudiaba en la facultad me amanecía con mis compañeros.

—Lo sé. También estoy agotada —dijo Nadia juntando los documentos.

—¿No te preocupa, que Ulises no haya venido todavía? —preguntó Hermes al ver que ya era muy tarde.

—Me escribió hace una hora. Dice que volverá tarde porque está en poco ebrio. Y no quiere volver a casa así–dijo ella a modo de explicación. Ulises era muy rudo con ella en la intimidad si bebía, ya que no era consciente de su fuerza. Por lo que cuando lo hacía en sus reuniones solía quedarse a tomar agua y unos cafés antes de volver.

—Eres una gran esposa —dijo Hermes mientras se terminaba el té que ella le había preparado.

—Confió en él. Eso es todo —dijo ella con una dulce sonrisa.

Hermes miró a Nadia. Ella le parecía extraordinaria. Era capaz de hacer lo que se propusiera. Aun así, se veía como una chica indefensa y muy adorable.

—¿Qué te parece si seguimos el lunes? —preguntó ella al notar que ya era muy tarde.

—¿El lunes? —preguntó Hermes. No era que estuvieran atrasados, pero pensó que querría trabajar el sábado en el proyecto.

—Sí. Ulises y yo estaremos ocupados el fin de semana —dijo ella y su rostro se puso rojo.

—Entiendo, no se diga más —dijo Hermes, avergonzado por imaginarse de lo que Nadia estaba hablando.

Hermes abrazó a Nadia para despedirse de ella cuando Ulises entró.

—Necesito una ducha. Mi ropa huele a humo, Creo que voy a...–dijo Ulises y vio a su esposa en los brazos de su hermano—. ¿Qué pasa aquí?

—Hermes y yo estuvimos haciendo el proyecto que nos pediste —dijo ella sin preocuparse por lo que Ulises pudiera suponer. Ella ya le había dicho que confiaría ciegamente si él también era capaz de hacerlo.

—Tu esposa es muy entretenida —dijo Hermes para molestar a Ulises.

—Lo sé, por algo es mi esposa —dijo Ulises, estaba algo molesto con la situación. No le gustaba que Hermes se sintiera tan cómodo al lado de Nadia. Sin embargo, él había sido el que había pedido que trabajaran juntos.

Hermes se fue y Nadia se puso a guardar los documentos que quedaban en la mesa, dentro de una caja. Ulises se puso frente a ella y no la dejó pasar. Ella lo miró sorprendida.

—Nad... —dijo él en tono arrogante.

—¿Qué ocurre? —preguntó ella tratando de no prestarle atención y terminando con sus pendientes.

—Quédate quieta. Quiero hacerlo contigo —dijo él agarrándola del brazo.

—¿Aún sigues ebrio? —preguntó ella y él respondió con sinceridad de manera afirmativa

—Entonces ve a darte una ducha y déjame terminar de juntar esto, así podremos estar juntos tranquilos —dijo ella con mucha paciencia.

—No quiero. Quiero a mi esposa sobre la mesa —dijo él de forma directa.

—Ulises —dijo ella avergonzada.

Ella fue buena con él y lo acompañó a la ducha para que se pudiera bañar junto a ella. Aun así, casi no durmió en toda la noche, por cumplir las fantasías y caprichos de su esposo. Y aunque por momentos se quejaba, ella también lo disfrutó mucho.

El domingo por la tarde Ulises tuvo que salir a resolver asuntos de trabajo. Y aunque era su día para estar juntos, Nadia no se quejó. Deseaba descansar un poco de la intensidad de su amado esposo. Aunque poco después de que Ulises se fuera llamarón a la puerta, por lo que Nadia tuvo que vestirse e ir a atender la puerta.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora