¿Seremos tres?

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Capítulo cincuenta y seis

Al otro día Nadia fue hasta su dormitorio y despertó a Ulises, quien seguía durmiendo, con un beso dulce y tierno.

—Buenos días, o mejor dicho, buenas noches —dijo ella mirando su reloj.

—¿Qué paso? —preguntó Ulises confuso.

—Dormiste todo el día —le dijo Nadia con una gran sonrisa. No podía ser tan bello el hombre con quien se había casado, ¿o sí?

—¿No me levanté para ir a trabajar? —preguntó él preocupado.

—Traté de despertarte sin éxito. Por lo que llamé a la empresa y les pedí a Ángel y a Hermes que se hicieran cargo —Ulises le dio las gracias—. ¿Para qué está tu linda esposa aquí?

—¿Para cuidarme? —preguntó él aún mareado.

—Yo pensé que era para satisfacerte —dijo ella y Ulises se dio cuenta de que Nadia llevaba ropa interior nueva. Todo lo que su esposa se ponía le quedaba bien, pero cuando caminaba por la casa usando esas diminutas prendas con encaje lo volvían loco de deseo.

—¿Ya no estás enojada conmigo? —preguntó Ulises sentándose en la cama para admirar el cuerpo de su seductora esposa.

—¿Cómo podría estarlo después de cómo te vi anoche? Hiciste que me preocupara mucho —dijo ella de forma tierna.

—Lo siento. No te lo dije antes, pero me aterran las agujas —dijo Ulises un poco avergonzado...

—Lo sé. Hermes me lo dijo–dijo ella apenada.

—¿Lo sabías y, aun así, me pediste que lo hiciera? —preguntó Ulises con sorpresa.

—Sí. Soy malvada. ¿Me castigarás? —preguntó ella poniendo ojos tiernos.

—Por supuesto —dijo Ulises con una gran sonrisa.

Nadia y Ulises volvieron a ser los mismos de antes. Esa noche casi no durmieron. Aun así, al día siguiente ambos se levantaron temprano. Listos para ir a trabajar como todos los días, y como si nada hubiera pasado.

Usa semana más tarde, para celebrar su primer mes de casados, ambos fueron a cenar a un restorán de mariscos. Nadia llevaba un hermoso vestido rosa, mientras que Ulises se había puesto uno de sus trajes menos formales. Ya cuando se sentaron, Nadia se dio cuenta de que algo no andaba bien porque le dolía el estómago. Eligieron lo que iban a comer y cuando trajeron los platos Nadia se puso pálida. Estaba por empezar a comer cuando sintió náuseas. Se levantó rápidamente de la mesa y fue al baño. Ahí devolvió lo que había comido ese día.

—Maldición —dijo ella por saber que iba a arruinar su primera salida de celebración después de la boda.

Volvió a la mesa sintiéndose decepcionada y muy descompuesta. Estaba pálida, el solo oler la comida la descomponía alguno más. Probablemente, había sido el trozo de pastel de chocolate que se había pedido en la cafetería en el trabajo.

—Nadia, ¿Te sientes bien? —preguntó Ulises preocupado al verla así.

—Creo que me he intoxicado con pastel —dijo ella mareada—. ¿Podemos volver a casa?

—Por supuesto —dijo Ulises y pidió que se llevaran la comida que estaba sobre la mesa y le trajeran la cuenta.

Nadia trataba de aparentar, pero se sentía muy mareada. Varias veces tuvieron que detener el automóvil de camino a casa, ya que las náuseas la invadían.

—Cariño, pienso que lo mejor va a ser que llame al médico.

No has parado de vomitar desde que salimos de ese restorán.

—Es muy probable que fuera ese pastel de chocolate, sabía que no debía terminarlo, pero sabía muy bien.

—Lo siento. No puedo verte así —dijo Ulises y tras una caricia en el rostro de su esposa se rindió.

No iba a dejarla pasar así toda la noche. Llamaré a alguien para que te vea.

Una hora más tarde el médico llegó a su departamento y luego de revisar a Nadia se dio cuenta de que todo parecía estar bien. No encontró nada fuera de lo común, si excluía los vómitos. Así que le dio algo para que dejara de vomitar y le pidió que se hiciera unos laboratorios y una prueba de embarazo.

—¿Qué crees cariño? Llevarás un mini Ulises dentro —preguntó Ulises demasiado entusiasmado. —No me parece, amor. Tomo pastillas y no coincide con mi periodo.

—¿Pero si lo llevas? ¿No sería lindo que fuéramos padres? —preguntó Ulises muy entusiasmado.

—Ulises, sabes que aún no estoy lista para dar ese paso —le recordó Nadia.

—Lo sé, aun así, nadie está completamente listo para ser padre —Volvió a decir él tratando de convencerla.

—Ulises, entiende cariño. Aún no puedo ser madre, tengo que cuidar de ti —dijo ella de manera amable, aunque cansada de hablar de eso. Ella sabía que no estaba embarazada.

—Pero eres una mujer muy fuerte e inteligente. Eres capaz de cuidar de mí y de otro más–intentó decir Ulises para adornar a su esposa.

—No me siento bien. ¿Podemos dejar esta conversación para otro momento? —preguntó ella, ya que no quería seguir hablando de bebés.

—Está bien. Aprovecha lo que el médico te puso para las náuseas y descasa —dijo él decepcionado.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora