La verdadera razón

961 63 7
                                    

Capítulo sesenta y nueve

Nadia esperaba llevarse bien con su nueva cuñada, ya que parecía que Ulises la apreciaba mucho. Sin embargo, no se sentía cómoda con ella. Tal vez era su embarazo e irritabilidad. O que estaban peleando mucho con su esposo. De todas maneras, no quería seguir discutiendo, por lo que quería salir de ahí con urgencia.

—¿A dónde vas? —le preguntó Ulises a Nadia después de tomarle el brazo impidiéndole moverse.

—Voy a desahogarme —dijo ella usando las palabras que Ulises la noche anterior.

Nadia se soltó del agarre de su esposo y salió del departamento. Comenzó a caminar sin rumbo mientras las lágrimas recorrían sus mejillas. Se detuvo en una plaza y se quedó mirando a los niños jugar. Parecían estar siempre felices. No le gustó eso porque le recordó a Ulises.

—¿Nad? —dijo Dionisio al verla. Ella se secó las lágrimas y se puso de pie.

—Dionisio ¿Qué haces pro aquí? —preguntó ella mientras se ponía las gafas de sol.

—Te estamos buscando. Ulises está desesperado. Desde que te fuiste esta mañana no ha podido contactarte y nos pidió ayuda para encontrarte —le explicó su cuñado.

Nadia miró su teléfono y se dio cuenta de que se había quedado sin batería.

—¿Ella en Nadia? —preguntó un joven de cabello blanco.

—Nad, te lo presento. Él es mi hermano Apolo —dijo Dionisio.

—Un gusto, soy Nadia —dijo ella tratando de ser amable.

—Tonta, sé quién eres —dio el joven irrespetuoso—. Toda mi familia habla sobre ti.

—Apolo, no le hables así a Nad —lo reprendió Dionisio.

—¿Así que también hechizaste a Dionisio? Bien hecho, señora De la Renta —Apolo solo buscaba hacerla enojar.

—Dionisio —dio ignorando al joven—. Dile a Ulises que me viste y que estoy bien.

—Pero... ¿No vendrás con nosotros?

—Esta noche no volveré a casa —le indicó ella.

—¿Pero por qué? —preguntó su cuñado y amigo.

—No tengo ganas de tener que seguir aparentando ser la esposa ideal delante del resto de tus hermanos. Cuando ni siquiera sé su voy a seguir casada con Ulises —dijo ella en tono determinante.

—Nad, ¿estás segura de que es para tanto? —preguntó este apartándola de Apolo.

—Iré al departamento de mi hermano. No quiero que te preocupes —dijo ella con una sonrisa—. Solo no le digas a él que voy a estar ahí.

Nadia saludó a Dionisio con un beso en la mejilla y un abrazo.

—Apolo, ¿no? —preguntó ella al joven y este la miró.

—¿Sí? —le preguntó este y ella le hizo un gesto con el dedo medio y luego se fue.

—Nad —dijo Dionisio sorprendido al verla irse después de decir eso—. Ella no suele ser así.

Aun así, a Apolo le agradó eso de ella.

...

Nadia llegó a su antiguo apartamento. Su hermano la abrazó, apenas la vio.

—Te necesito —le dijo ella llorando.

—Aquí estoy para ti —dijo él con dolor en su corazón.

—Vamos a ver a papá —dijo ella soltando los brazos de su hermano.

—¿Ahora? —preguntó Nathaniel sorprendido.

—Sí. No quiero ver a Ulises, y el último lugar donde va a buscarme va a ser con él–le explicó ella.

—Lo que tú quieras —dio y la volvió a abrazar.

...

Dos días después, Nadia volvió a su departamento. Ulises la esperaba en la puerta. Parecía no haber dormido bien.

—Por fin te dignas a volver —dijo él, molesto. No había sabido nada de ella en ese tiempo. Había estado desesperado.

—¿Tú lo sabías? —preguntó ella furiosa.

—¿Qué cosa? ¿Por qué te fuiste? —preguntó preocupado al ver el rostro de su esposa. No parecía ella.

—Eres una desgraciada. Mira cómo está mi hermano por tu culpa —dijo Artemisa enojada con Nadia—. Entiéndelo hermano, seguro que te está engañando con otro hombre.

—Basta Misa —dijo Ulises a su hermana molesto—. Amor, ¿Dónde estuviste? ¿Por qué no me escribiste siquiera?

—Fui a ver a mi padrastro —dijo Nadia sin siquiera prestarle atención a su cuñada.

—Pensé que dijiste que nunca volverías a ir ahí —dijo Ulises sorprendido.

—No quería ir, pero tampoco quería tenerte cerca —dijo Nadia, muy enojada con su esposo.

—Eres una desagradecida. Mi hermano se pasó en vela estos dos días. ¿Quién te crees que eres? No eres más que una empleaducha de mi abuela —dijo Artemisa.

—Misa ¿Qué te dije? Cállate o vete de mi casa —dijo él casi gritándole a su hermana haciendo que esta no volviera a abrir la boca.

—¿Así quieres que hablemos? —preguntó Nadia con ironía—. Tu familia siempre tiene que estar en el medio.

Nadia fue al dormitorio y empezó a empacar sus cosas.

—Nadia, amor ¿Qué pasa? —preguntó él al ver lo que ella hacía—. No entiendo qué te pasa. Dime por qué actúas así.

—Me mentiste Ulises —dijo ella furiosa—. Ahora entiendo por qué tenías tanto apuro en embarazarme.

—Nadia, no entiendo nada. Explícate pro favor —dijo tratando de ser paciente pese a estar recibiendo malos tratos de su esposa.

—Mi verdadero padre es Martín Sidi —dio ella mientras seguía haciendo sus maletas.

Era el empresario más grande del país—. Al casarnos sin un acuerdo matrimonial tú te quedarás con la mitad de la fortuna de mi herencia.

—¿Qué herencia? —preguntó Ulises. Él no sabía nada de eso.

—Mi padre murió semanas antes de neutra boda. Mi padrastro quería contarme, pero yo no fui a verlo. Porque me dijiste que o mejor era que me alejara de él. Confié en ti —dijo ella casi a punto de llorar.

—No intenté ocultarte esa información, no estaba enterado de eso.

—Peor le enviabas dinero para que se mantuviera alejado de mí —le reclamó ella—. Y tu abuela lo sabía. Ella planeó todo.

Ángel entró al dormitorio.

—Ángel, ¿Qué está pasando aquí? —preguntó Ulises aun tratando de entender por qué su esposa se estaba yendo.

—Ángel, ¿me harías el favor de llevar mis cosas al coche?

—Lo siento Ulises, lo que tú y tu abuela le hicieron a Nadia no tiene perdón —dijo Ángel agarrando las maletas de Nadia.

—¿Tú también me crees capaz de eso? Ya te dije que yo no sabía nada —dijo Ulises molesto con ambos.

—Aquí tienes —dijo Nadia y le tiró dos papeles a Ulises—. Consideré que al enfrentarte por lo menos confesarías, pero eres un cobarde mentiroso.

Uno era un documento donde estaba su firma. Ahí decía que él aceptaba casarse con la hija del señor Martín Sidi. 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora