Capítulo setenta y tres
—Eres un tonto —dijo la anciana de la familia De la Renta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ulises al ver a su abuela en la puerta de su casa—. No quiero hablar contigo.
—¿Por qué te divorciaste de ella? —le preguntó su abuela, estaba furiosa con él. No sabía lo que significaba para ellos lo que había hecho—. Ahora solo podrás pedir custodia compartida.
—¿Alguna vez te pusiste a pensar que es lo que más importa en la vida? —le preguntó a su abuela.
—Tengo años de sobra. Claro que sé que es lo que más importa —dijo la mujer con ironía.
—Tú no eras así. Siempre te vi como un ejemplo a seguir. ¿Cuándo fue que te convertiste en alguien tan materialista? —preguntó Ulises dejando la puerta abierta. No quería discutir con ella, ni siquiera quería verla.
—Yo sé lo que es ser pobre. Lo fui cuando era pequeña. Saber lo que es dormir con hambre y con frío. No quiero que tus hermanos y tú vivan la miseria que viví yo cuando ya no pueda estar aquí para cuidarlos —dijo la mujer entrando al departamento de Ulises.
—Dándonos dinero no lo vas a conseguir. Mi padre y mis hermanos seguirán gastándolo sin importar lo que hagas. Cuando mueras ellos no tendrán a quién acudir —dijo Ulises a su abuela mientras seguía preparando su maleta.
—Para eso estas tú. Tú eres el único que puede sacar a esta familia a delante —dijo la mujer tratando de convencer a su nieto.
—Yo ya no soy parte de esa familia. Creo que fui demasiado paciente contigo después de todo el daño que le hiciste a Nadia. Ahora vete de mi casa y no vuelvas nunca más —dijo Ulises volviendo a la puerta para que ella entendiera que la conversación se había terminado.
—¿Qué harás sin tus millones? Ya no tienes quien te cocine o lave tu ropa —dijo la mujer intentando darle un golpe de realidad.
—Nadia me enseñó a hacer todas esas cosas. Conseguiré trabajo, como lo hizo Dionisio. Aunque tenga que repartir periódicos —dijo Ulises con firmeza.
—Estás tomando el camino equivocado —dijo la mujer acercándose a la puerta con dificultad—. Así no la recuperarás.
—Se nota que no conoces a Nadia. Tal vez tengas razón y no consiga nada, pero por lo menos ya no seré una herramienta tuya para seguir lastimándola.
Ulises tomó valor y fue a ver a Dionisio.
—¿Ulises? —preguntó su hermano confundido al verlo.
—Hola, Dionisio —dijo Ulises tratando de sonar amigable.
—¿Qué haces aquí? —preguntó y se dio cuenta de que estaba siendo descortés con su hermano—. Lo siento. Siéntate ¿Quieres comer algo?
—En realidad vine a pedirte trabajo —dijo Ulises con una sonrisa irónica.
—¿Trabajo? —preguntó Dionisio sorprendido—. Escucha, recién comienzo con el restorán. No tengo disponible el tipo de trabajo que requiera a un ejecutivo.
—No te pido eso. Solo un trabajo. Como cualquier hombre —dijo Ulises tratando de ser claro con Dionisio.
—¿Estás seguro? No es mucho dinero y ... —Dionisio no sabía qué hacer en realidad. Su hermano. El CEO de industrias De la Renta le pedía trabajo.
—Tengo casa y por ahora también comida. Lo que sea que gane será para mantenerme en pie —dijo Ulises convencido de la decisión que había tomado.
—¿Y tus fondos? —preguntó Dionisio sin poder creer lo que su hermano le decía—. ¿Cuándo renunciaste a la presidencia no los conservaste?
—La abuela estaba tan enojada conmigo que congeló todas mis cuentas. Aunque prefiero que sea así —dijo Ulises al recordar la conversación que había tenido con ella. Escuché que tú también renunciaste.
—Sí, Hermes y yo ya no queremos tener nada que ver con la empresa o los negocios de la familia. Yo disfruto de tener este lugar y Hermes... —dijo y se dio cuenta de que hablaba de más. No sabía cómo le iba a caer la noticia a Ulises.
—¿Y Hermes qué? —preguntó Ulises intrigado.
—Él trabaja para Nadia ahora —tuvo que confesar Dionisio.
—Eso es bueno. Hermes es muy bueno en lo que hace, y Nadia necesita personas de confianza ahora que...–dijo Ulises y se detuvo. No quería hablar de Nadia porque lo ponía sensible y le daban ganas de llorar—. ¿Entonces qué dices? ¿Me contratarás?
—Está bien. Solo si aceptas el puesto que te dé y sabiendo que debes respetar a tus compañeros. No quiero problemas —dijo Dionisio seguro de que iba a arrepentirse—. ¿Está bien eso para ti?
—Por supuesto. Gracias hermano —Ulises esperaba que su futuro pronto cambiara.
Dionisio fue a la noche a la fiesta de Nadia. Cuando la vio quedó impresionado. Se veía hermosa con ese vestido azul y negro, con el cabello suelto, el moño a un costado.
—Hola, bienvenido —dijo ella invitándolo a entrar.
—Nadia, estás despampánate —dijo él mientras le daba dos vinos. Uno sin alcohol para que ella pueda brindar también.
—Eres muy amable Dionisio —dijo ella mientras lo hacía pasar.
El embarazo te sienta muy bien —Dionisio no pudo evitar sentirse atraído por ella en ese momento.
—Hola, ¿llego tarde? —preguntó la joven abogada de Nadia, quien llegó a la puerta cuando Julia estaba por cerrar.
—Por supuesto que no. Pasa —dijo Nadia amablemente—. De paso les presento a Analía. Ella es mi nueva... ¿Cómo se dice?
—Puede llamarme secretaria o asistente —dijo la muchacha de cabello rubio y mechas rosas.
—¿Ella es tu Ángel? —preguntó Dionisio bromeando. Todos rieron menos Analía.
—Disculpa Analía, te lo explicaré en detalle más tarde —dijo ella a su secretaria.
La fiesta de Nadia iba bien, todos parecían disfrutar de la música y los aperitivos. Nathaniel, al ver a Yamila, la abogada de Nadia, no dudó en acercarse a ella. Aunque aún le daba vergüenza hablar con tranquilidad. Le llevó una copa con vino para romper el hielo.
Autora: Osaku
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Una niñera para el CEO
RomanceNuestra protagonista se ve envuelta en problemas tras ayudar a una anciana. Consigue trabajo cuidando a su nieto, quien resulta ser más grande de lo que esperaba. El amor prohibido la lleva a experimentar situaciones dolorosas, terminando en una en...