Un padre desagradable

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Capítulo diecinueve

Ellos estaban almorzando cuando de repente la puerta se abrió y Ángel entró con la preocupación marcada en su rostro.

—Creo que debemos dejar aquí. Disculpe la molestia señorita González —dijo Ulises al imaginar de que se trataba.

—Si señor —dijo ella y levantó las cosas. Ángel la ayudó, pero no fueron lo suficientemente rápidos, ya que cuando estaban por salir el padre de Ulises entró.

—En vez de estar almorzando deberías estar solucionando los problemas de la empresa.

El hombre llevaba un bigote y el cabello descuidado, aunque le quedaba bien. Llevaba un traje, pero para los ojos de Nadia Ulises tenía mejor gusto. Si bien tenían cierto parecido. Lo único que compartían eran los mismos ojos azules.

—Sé que piensas que sabes todo, padre. Pero es necesario que alimente mi cuerpo si deseo seguir con vida —dijo con ironía —. Aunque ya quedó más que claro que eso no te importa mucho mientras tus bolsillos se sigan llenando de dinero.

Déjate de dramas y tráeme los informes de las últimas semanas —dijo el hombre de mala manera.

Ángel miró a Ulises.

—Tráele lo que pide por favor Ángel —dijo Ulises tratando de conservar la calma.

—¿Debes pedir por favor las cosas para que tus empleados te hagan caso? No es propio de un buen jefe. Se nota que te faltan méritos —dijo tratando de humillar a Ulises—. Tu niña, tráeme un café

Le ordenó a Nadia tras sentarse en uno de los sofás que se encontraban en la oficina.

Ulises estaba molesto pro como su padre le había hablado a Nadia.

—Ella no es una asistente —le dijo enojado.

—¿Y qué? ¿Hay que tener título aquí para que preparen un simple café? —preguntó él de modo desagradable.

—Enseguida se lo traigo —dijo Nadia y miró a Ulises y sonrió.

Ella salió de ahí y los dejó solos esperando que no se mataran. Ya que Ulises parecía que tenía poca paciencia disponible para su padre. Y nadie lo culpaba. Era un hombre muy desagradable.

...

—Ángel —dijo Ulises.

—Si señor —dijo él en respuesta. Sabía que no era bueno hablarle por su nombre de pila delante de su padre.

—Mi padre y yo iremos al área de contabilidad. Por si me llaman para algo urgente —le dijo a Ángel

—¿A caso tienes que avisar de todo lo que haces? Me decepcionas hijo —dijo el hombre para molestar a Ulises.

Nadia vio que estaban saliendo de la oficina y se aceró con una bandeja de plata, donde llevaba el café para el padre de Ulises.

—Tarde niña. A ver si eres más rápida para la próxima —dijo tratándola mal

Ulises iba a responderle, pero Nadia le hizo señas para que no interfiriera.

—Lo siento mucho, señor. Es que estuve ocupada haciendo mi trabajo —dijo ella de manera descarada.

—¿Estás buscando que yo te despida? Aquí no hay nada más importante que atenderme a mí —dijo el padre de con aire de superioridad.

—Padre. No le faltes el respeto a la señorita González —dijo Ulises sin poder evitar entrometerse. —No se preocupe presidente Ulises. Antes de que me olvide. Su padre tiene una llamada en espera —dijo ella con una sonrisa en su rostro.

El padre de Ulises volvió a entrar en la oficina.

—Me da miedo preguntar, pero ¿Qué te traes entre manos?

—La abuela me pidió que la mantuviera al tanto de visitas indeseadas —dijo ella con una gran sonrisa en su rostro—. Al parecer ella no estaba al tanto de que él había venido hasta aquí a molestarte.

—No hacía falta que le dijeras a la abuela. Puedo manejar a mi padre —dijo él preocupado por ella.

—Disculpe. Mi trabajo es cuidar de usted. Ella me dijo que si él llegaba a venir debía llamarla —dijo ella feliz.

—Gracias entonces —Ulises no estaba acostumbrado a tener a alguien a su lado que pudiera defenderlo o que lo cuidara.

El padre de Ulises salió de la oficina. Parecía estar aterrado.

—¿Estás listo padre? Nos esperan en el sector de contabilidad —dijo Ulises como siempre.

—No puedo. Debo irme. Tu abuela me necesita —dijo el hombre nervioso.

—¿Seguro? Ya estás aquí. Podríamos dar un vistazo a los números que tanto te preocupan —dijo Ulises sin poder evitar tomarle el pelo a su padre.

—No. Debo irme. Estoy muy ocupado. Lo dejo en tus manos —dijo el padre de Ulises

Después de decir eso llamó a sus guardaespaldas y se fue del edificio.

—Eso fue increíble Nadia —dijo Ángel con una gran sonrisa.

—Lo sé —dijo ella conforme con la situación.

Al parecer el padre de Ulises se había ido porque la señora De la Renta lo había amenazado. Por un lado, le había dicho que si no se iba lo iba a quitar del testamento y, por otro lado, iba a retirarle los fondos que recibe todos los meses por estar ahí molestando a Ulises.

—Vamos a trabajar —dijo Ulises con una sonrisa en su rostro. Cada día quería más a Nadia. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora