Tu lugar aquí

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Capítulo veintitrés

Ella aceptó su beso una vez más pese a que la puerta de la sala estaba abierta. El problema fue que Ulises intentó acariciar su cuerpo. Lo que hizo que Nadia se pusiera muy incómoda y lo apartó bruscamente.

—Nadia —dijo él al notar que ella estaba molesta.

—Aléjate de mí —dijo ella y comenzó a caminar hacia su dormitorio.

—Nadia, hablemos —dijo él siguiéndola por los pasillos de la mansión.

—No quiero hablar en este momento —dijo ella enojada. Él se había propasado.

—Espera, por favor. Solo fueron caricias —dijo él tratando de calmarla, sin éxito.

—Quizás para ti. Pero en esta sociedad si alguien me ve en la casa haciendo algo contigo. ¿A quién crees que tratarían de menos? Yo seré la que trata de aprovecharse de ti. Y tú serás visto como un pobre millonario embaucado por una trepadora —dijo ella en voz baja, ya que no quería que los escucharan.

—Nadia, yo...–dijo él, pero se quedó sin palabras.

Se dio cuenta de que a Nadia le pesaba mucho lo que otros pudieran decir. Y se sintió culpable por hacer cosas que ella sentía que no podía aceptar de él aún.

—Lo tendré en cuenta en el futuro. ¿Podrías perdonarme? —le preguntó él tomándole las manos.

—Solo quiero estar a solas ¿Podrías darme espacio por hoy? —preguntó ella con ganas de llorar.

En ese momento Ángel se acercó a ellos. Nadia le soltó las manos a Ulises y aunque este se dio cuenta, el motivo de Nadia se sintió inquieto. Ángel ya sabía sobre su relación, no era necesario que se ocultara.

—La señora De la Renta acaba de llegar y no parece muy feliz —dijo Ángel a los dos—. Nadia estaba trata. Quiere verlos en el salón principal.

Nadia estaba cargada de angustia. Por lo que no pudo evitar ponerse a llorar mientras caminaban en dirección al comedor.

—Buenas noches, abuela —dijo ella secándose las lágrimas.

—¿Qué haces aquí tan tarde? —preguntó Ulises.

—¿A caso tú debes decirme en que horario puedo venir a mi propia casa? —preguntó la anciana con sarcasmo.

—No me refería a eso. Me preocupo por ti —dijo él notando el enojo de su abuela.

—Disculpen, no me siento bien. Si no les molesta me retiraré por hoy —dijo Nadia tratando de contenerse.

—¿Cuándo fue que te convertiste en alguien tan atrevida? —preguntó la anciana de malos modos —Cobras un sueldo por casi no hacer nada y encima cuando vengo aquí en persona evitas mi presencia. Los quiero a los dos en el estudio ahora mismo.

Dijo y comenzó a caminar. Nadia nunca había visto a la abuela tratarla así. Ella parecía otra persona. Ulises trató de tomarle la mano a Nadia, pero ella lo apartó de sí. No quería ningún tipo de apoyo de su parte en este momento.

—Quiero saber que significan estas fotos —dijo y de un sobre, salieron un montón de fotos en las que ellos dos estaban juntos.

En una se abrazaban y en otra él la besaba en la mejilla. Dentro de lo que se podía ver a simple vista.

—Mamá, puedo explicarlo —dijo Ulises con calma.

—Nadia, ¿cómo pudiste? Confié en ti —dijo la anciana con desprecio.

Ulises sabía que no era culpa de Nadia. Ella siempre había tratado de mantenerse al margen, pero él la había buscado incansablemente.

—Lamento haberla defraudado —dijo ella con la voz apagada. Estaba cargando con toda la culpa.

—Mamá no lo entiendes. No es su culpa. Fui yo quien la buscó todo el tiempo, yo fui el que le insistió y la puso en una posición incómoda —dijo Ulises tratando de hacerle entender a su abuela que Nadia era inocente.

—Esto es una vergüenza para nuestra familia —la anciana estaba furiosa—. Díganme, ¿qué habría pasado si estas fotografías hubieran llegado a los titulares?

—Mamá, espera por favor... —dijo Ulises con cariño, pero sin conseguir que la mujer lo escuchara.

—En verdad, lamento decepcionarte abuelita —dijo Nadia llena de culpa.

—No vueltas a decirme así. A partir de ahora soy la señora De la Renta para ti —dijo la mujer con suma crueldad.

Nadia sintió un dolor en el pecho muy fuerte. Estaba perdiendo no solo a Ulises, sino también el único cariño que había pensado que era genuino por parte de una mujer mayor.

—Supuse que habías entendido cuál era tu lugar —arremetió nuevamente la mujer con la joven.

—¡Basta ya! —gritó Ulises—. ¿Por qué la tratas así? Ella solo vino aquí porque casi se lo exigiste. Ahora la culpas por lo que está pasando. Te acabo de decir que fui yo quien la sedujo —explicó Ulises

—Nunca, en tus veintiocho años, me has levantado la voz. ¿Y ahora lo haces por una mujer? ¿Estás enamorado de ella? Si es así no me interesa. Respetarás el compromiso que he preparado para ti con la señorita de la familia Del Pino —indicó la mujer

Nadia no soportó más que la trataran así. Esa mujer a la que había tratado con cariño ahora la había degradado de esa manera tan cruel. Por eso, se fue del estudio. Ya fuera se encontró con Ángel.

—Nadia, ¿Estás bien? —preguntó Ángel preocupado. Ya que había escuchado todo.

—No Ángel. Debo irme ahora mismo de este lugar —dijo ella entre lágrimas.

—No Nadia, espera un poco más —dijo Ángel tratando de detenerla.

—La abue... La señora De la Renta —se corrigió al decir —No quiere verme más aquí. Por favor, ayúdame a conseguir un taxi. Si no fuera tan tarde me iría a pie.

Momentos después, Ulises salió de la oficina de su abuela buscando a Nadia.

—¡Nadia! No te vayas. Hablaré con mi abuela, la convenceré —dijo Ulises al ver el taxi que esperaba a Nadia en la puerta.

—Señor Ulises. Creo que todo esto fue un error —dijo ella sorprendiendo a Ulises.

—Eso opinas ¿Soy un error para ti? —preguntó él con dolor en cada una de sus palabras.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora