¿Con quién hablas?

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Capítulo sesenta y siete

Ulises volvió a entrar y lo escuchó. Después los vio en el suelo y corrió hasta donde estaba su esposa.

—¿Qué pasó? —preguntó Ulises mientras trataba de despertarla.

—Te fuiste y se desmayó. No sé qué es lo que lo causó —dijo Dionisio aun al teléfono y preocupado por Nadia.

—¿Con quién hablas? —preguntó Ulises al ver que su hermano no soltaba el teléfono.

—Con los de urgencias. Necesitan saber de cuantos meses esta Nad —dijo Dionisio muy nervioso.

—Dame eso —dijo Ulises y le quitó el teléfono a su hermano.

Ulises le dio toda la información que le pidieron. Cuando terminó de hablar, Nadia comenzaba a abrir los ojos.

—¿Qué paso? —preguntó ella con dolor de cabeza.

—Por Nad. Casi nos matas de un susto —dijo Dionisio feliz por ver a Nadia despierta.

—Vamos al hospital —dijo Ulises tratando de contener sus celos. Estaba preocupado por Nadia.

—Espera —dijo Dionisio al ver el apuro de su hermano—. A penas se está recuperando.

—Está bien. Me gustaría ir a casa —dijo Nadia tratando de levantarse del suelo.

Dionisio y Ulises trataron de ayudarla.

—No. Yo soy su esposo e iremos al hospital —dijo Ulises apartando a Dionisio de su esposa.

—Espera Ulises. ¿Estás loco o qué? —preguntó Dionisio molesto—. Nad, necesita ser escuchada.

—¿Qué sabes tú de mi esposa? —preguntó Ulises a punto de golpear a su hermano.

—Solo digo que la lleves a casa y llames al médico para que la vea donde ella se sienta más cómoda —le explicó Dionisio.

—Ella está casada conmigo. Sé lo que debo hacer —dijo Ulises tomándola en sus brazos.

—Nadie dice lo contrario. Deja de comportarte como un niño —dijo Dionisio molesto con su hermano.

—Y tú deja de llamarla Nad. Solo yo le digo así —dijo Ulises descargando sus celos.

—¿A caso compraste el apodo? ¿Por qué no dejas de decir estupideces y la ayudamos a subir al automóvil? —preguntó Dionisio cansado de discutir con Ulises.

—Yo puedo caminar —dijo Nadia bajando de los brazos de su esposo, con dificultad. Ambos trataron de agarrarla, pero ella les quitó las manos a los dos.

—Caminaré sola —dijo ella molesta con ambos.

—Nad —dijo Ulises preocupado por ella.

—No tengo fuerzas para discutir contigo Ulises —dijo Nadia mientras salía de la oficina. Nadia fue a casa con su esposo sin dirigirle la palabra. Después de que el médico revisara a Nadia. Este le colocó un suero y llamó a una enfermera para que la cuidara mientras lo tuviera puesto. Cuando ella se sintió un poco mejor y logró empezar a comer le quitaron la vía. Dionisio había ido a visitarla.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Dionisio tras llevarle un ramo de flores.

—Bien. Gracias por el regalo —dijo ella y colocó las flores en un jarrón con agua—. Gracias por interceder por mí con Ulises el otro día.

—Creo que deberías hablar con él. Parecía molesto con el hecho de que yo sepa lo de tu embarazo —dijo Dionisio preocupado por ella. Los celos de Ulises parecían descontrolarse nuevamente.

—No es culpa tuya. Hiciste lo correcto. Gracias por ayudarme en ese momento —dijo ella y lo abrazó.

—Puedo pasar o estoy interrumpiendo algo —dijo Ulises mientras entraba en la cocina.

—Es tu casa, así que pasa —dijo Dionisio apartándose de Nadia—. Nad...ia. Me voy para que estén tranquilos.

—Otra vez. Gracias por todo Dionisio —dijo Nadia y Dionisio se fue.

Ulises se sentó al lado de Nadia. Quería hablar con ella después de lo que había pasado. Ya que desde ese día casi no hablaba.

—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó Ulises.

—Ya no tengo náuseas, así que mejor —dijo ella y se puso de pie.

—Me alegro —dijo Ulises con una sonrisa y también se puso de pie—. Nad, me gustaría que habláramos de lo que pasó en la fiesta.

—Dionisio se dio cuenta —dijo ella sin siquiera mirarlo.

—¿Qué? —preguntó Ulises tratando de entender.

—Antes de la inauguración fui a ver el local y me ofreció una copa de vino. Le dije que no podía tomar. Él se dio cuenta, ya que yo venía estando descompuesta los últimos días–dijo mientras entraba en su dormitorio—. Le pedí que no dijera nada. Por el hecho de que sabía que tú tenías ganas de contarlo, pero aún no me sentía preparada.

—Me gusta cuando eras sincera conmigo —dijo él abrazándola por la espalda—. Sabes que no tengo secretos para ti, y pensar que tú si los tenías con otros y no conmigo me puso mal.

Nadia soltó a Ulises, estaba molesta.

—Sobre eso... Creo que estás siendo muy egoísta conmigo. Hasta ahora te he demostrado mi confianza —le exclamó Nadia, irritada por la manera en la que Ulises la había tratado—. Y ya no entiendo cuál es el problema que tienes con que me lleve bien con tus hermanos.

—No me molesta que te lleves bien con ellos. Aunque podrías tratar de llevarte bien con mi hermana. No la trataste muy bien en la fiesta —dijo Ulises errando sus palabras con su esposa.

—Ulises, no me sentía bien en la fiesta —declaró ella.

—Pero... —dijo él sin darse cuenta de que estaba exasperando a su esposa.

—Sabes, no voy a seguir con esto. Eres un maldito hipócrita —dijo ella y fue hasta la mesa de luz.

—¿A qué te refieres? —preguntó Ulises.

Nadia tomó un sobre que tenía en el cajón de la mesa de luz y se lo dio. Dentro de él había muchísimas fotos en las que se lo veía a él con dos o tres mujeres muy hermosas.

—Me mientes, Ulises —dijo Nadia llorando. El embarazo la tenía muy sensible.

—Esto no es lo que piensas —dijo Ulises al ver las fotos.

—¿Y qué es? Por qué según yo me ocultas que cuando no vienes por la noche sales con esas mujeres —dijo ella entre llanto.

—Lo hago solo cuando necesito desahogarme. Y no tengo nada con ellas. Solo me acompañan cuando voy a jugar a las cartas. Es una manera de distraer a los otros jugadores —dijo sin notar cambio en Nadia —. Reconozco que me gustaba salir con ella. Pero ahora solo les hablo de ti. Desde que estamos juntos tú eres la única mujer con la que he tenido relaciones. Créeme por favor.

—¿Por qué tendrías que considerarte? —preguntó ella mirándolo a los ojos—. Tú siempre dudas de mí.

Nadia se levantó de la cama y se fue a la ducha.

—Nad... —dijo él tratando de seguirla.

—No Ulises, quiero estar sola —dijo Nadia.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora