Celos de hermano

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Capítulo sesenta y seis

Ulises estaba celoso y molesto con Nadia por pensar que existía la posibilidad de que su hermano ya supiera que ella estaba embarazada.

—Déjate de celos de hermanos. Me siento muy incómoda como para hablar de eso ahora —dijo Nadia y una hermosa joven se nos acercó.

La chica tenía la tez pálida, era esbelta y llevaba los mismos ojos que Ulises y sus hermanos. Su largo cabello dorado, con pequeños reflejos rozados, se movía al compás de su andar.

—Ulises, por fin nos vemos–dijo la joven irradiando un aura angelical.

—Misa. Qué sorpresa. Supuse que estabas estudiando en Inglaterra.

—Terminé hace unos días. Yo creí que no vendrías a la inauguración después de todo tú y Dionisio se odiaban —dijo la joven sin siquiera mirar a Nadia.

—El tiempo pasa y hay cosas que quedan en el pasado —dijo Ulises y se dio cuenta de que no le había presentado a Nadia—. Escucha Misa, te presento a mi esposa. Nadia, ella es mi hermana Artemisa.

—Lo que me faltaba —dijo Nadia en voz baja. No tenía ganas de pelear con otro hermano de Ulises. No tenía fuerzas tras sentirse tan mal.

—Parece que te desagrado, querida —dijo la joven Artemisa mientras Ulises saludaba a otro invitado que se había acercado.

—No es eso. No me estoy sintiendo bien —dijo Nadia tratando de ser amable con la hermana de su esposo, aunque no lo deseaba.

—¿Y a que vienes a una fiesta si no te sientes bien? —preguntó Artemisa en tono de burla—. No me digas que eres de las que disfrutan dando lástima.

Nadia no lo podía creer. La chica no fingía odiarla.

—Tal vez. Por lo menos no soy de las que se consideran que el mundo les debe algo.

—Nadia... ¿Qué te ocurre? —le preguntó Ulises al escuchar cómo trataba a su hermana.

Nadia no solía sacarse o ser así de irrespetuosa, aunque la molestaran. Aunque en este momento su cuerpo le estaba pasando factura. Y no solo por las hormonas.

—Te dije que no me siento bien —le dijo Nadia a su esposo, molesta—. Pienso que hablaré con Dionisio para decirle que nos vamos.

Nadia dejó a la pareja de hermanos sin siquiera saludar a su cuñada. No tenía ganas de fingir en este momento.

—¿Qué le pasa a esa chica como para tratarme así? Ni siquiera me conoce —dijo Artemisa como si se sintiera ofendida.

—Discúlpala Misa. Nad, no se anda sintiendo bien estos días —dijo Ulises tratando de disculparse por su esposa.

—Está bien, hermano. No te preocupes —dijo Artemisa y abrazó a Ulises como cuando era pequeña—. Ahora que volví, debes llamarme para que pasemos tiempo más seguido.

—En este momento no tengo mucho tiempo–le aclaró Ulises a su hermanita.

No era que no quería pasar tiempo con ella. Pero ahora que Nadia tenía que hacer reposo debía cargar con su trabajo en la empresa. Lo que antes no parecía mucho, sin darse cuenta se había vuelto difícil.

—No tienes tiempo para tu hermana, pero si para embarazar a esa chica —dijo Artemisa molesta. Ella ya sabía por qué Nadia estaba descompuesta.

—¿A qué te refieres? —preguntó Ulises confundido. No podía ser que ella supiera que Nadia estaba embarazada.

—Escuché a Dionisio pedir una bebida para una embarazada en la cocina. Y se la dio a ella cuando salió–dijo ella con malicia—. Ulises, no me digas que, por tanto, trabajar te están usando el horno y ya metieron el pan de otro.

Su hermana había utilizado una analogía para describir sus sospechas, por la relación que su esposa tenía con su hermano. Ella era bastante maliciosa cuando se lo proponía.

—Misa, ahora sabes por qué no te llamaré —dijo Ulises molesto con su hermana. No era algo frecuente porque ella siempre se portaba muy bien. Aunque si sabía que él salía con alguien se ponía algo posesiva.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Artemisa confundida.

—Porque te portas como una bocona —dijo Ulises enojado. Por lo que dejó a su hermana y fue a buscar a Nadia.

Mientras tanto, en el baño de la oficina de Dionisio estaba él junto a Nadia. Ella se sentía muy mal.

—Nad, ¿Estás bien? —preguntó Dionisio al ver que Nadia había cerrado la puerta del baño.

—Solo dame un min...–dijo ella y se escuchó que vomitaba.

En ese momento Dionisio entró al baño y la vio en el suelo sujetándose el cabello para no ensuciarse mientras vomitaba sin parar.

—¿Qué comiste? —le preguntó preocupado.

—Hace días que casi no como. Pero todo lo que entra también sale por mi boca —dijo ella casi llorando.

—Tranquila, voy a darte algo para ayudarte —dijo Dionisio y buscó un antiemético.

—Gracias por dejarme estar aquí. Si lo hacía en el baño de mujeres, todos sabrían lo de mi bendición —dijo ella poniéndose de pie con la ayuda de Dionisio. Aunque su estómago ya estaba vacío, ella aún estaba mareada.

—No hay de qué —dijo Dionisio y Nadia se abrazó a él, ya que estaba por perder la fuerza en sus piernas—. ¿Estás bien, pequeña?

—Así que aquí estabas —dijo Ulises enojado. Su esposa se había encerrado en la oficina con su hermano.

—Ulises, no es lo que piensas —dijo Dionisio entendiendo lo que Ulises estaba pensando. —¿Qué sabes tú que es lo que yo creo? —preguntó Ulises más molesto y lleno de celos—. Vamos Nadia.

Nadia se apartó de Dionisio, pero seguía mareada. Ulises salió de la oficina para tratar de calmarse. Cuando se dio vuelta y subió al automóvil se dio cuenta de que su esposa no lo seguía.

—¿Qué rayos? —preguntó Ulises al ver que Nadia seguía en la fiesta de Dionisio.

En ese momento Nadia seguía tratando de reponerse en la oficina de Dionisio cuando su visión se volvió borrosa. Y ella cayó con todo el peso de su cuerpo sobre Dionisio y se desmayó.

—Nad, Nad —preguntó Dionisio asustado—. ¿Ahora qué haré?

Por lo que tomó su teléfono mientras estaba en el suelo con Nadia en sus brazos y llamó a urgencias.

—Sí. Está embarazada. No, no se dé cuantos meses está —dijo Dionisio nervioso al ver que le preguntaban cosas y no podía ser de ayuda.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora