Mírame a mí

2.5K 142 2
                                    

Capítulo ocho

Por la noche Nadia fue hasta el escritorio de Ulises y le dijo que la cena estaba lista. Cuando él bajó al comedor se dio cuenta de que había un solo plato sobre la mesa.

—¿Dónde cenará usted? —le preguntó a Nadia con algo de ironía.

—Usted me dejó claro lo que soy. Solo ocuparé mi lugar con el resto de los empleados —dijo ella con una sonrisa falsa. Y después de hacer una reverencia se retiró.

A Ulises nunca le había molestado comer solo cuando su abuela no estaba en la casa. Sin embargo, después de haber merendado con Nadia, ya no era lo mismo.

—Nadia, sabes que no es necesario que te quedes conmigo hasta tan tarde —le dijo Ángel mientras que terminaba de armar el cronograma de la siguiente semana.

—No te preocupes, me gusta ayudarte —dijo y le pasó unas hojas—. Además, así aprenderé bien que es lo que se supone que tengo que hacer. Por lo menos hasta que me vaya.

—¿Por qué quieres irte? ¿No te gusta tu trabajo? —preguntó Ángel confundido.

—Por empezar creo que no le agrado a tu jefe. Así que cuando la abuela vuelva hablaré con ella. Pero por ahora me gustaría hacer lo mejor posible. No quiero que ella se desilusione de mí —dijo Nadia.

—Eso es muy amable de tu parte —le dijo Ángel.

—Estás siendo menos formal. Eso me gusta —dijo ella con una tierna sonrisa.

—Gracias. Tengo que reconocerte que es bastante difícil para mí —dijo él sonrojado.

—¿Desde cuándo conoces al señor malhumorado? —preguntó Nadia.

—Ese sería el señor Ulises —preguntó Ángel con una pequeña sonrisa entre sus labios.

—Sí, pero no se lo digas. Ese es su nombre clave —dijo ella.

Lo que ellos no sabían era que Ulises estaba escuchando detrás de la puerta de la cocina.

—Lo conozco de toda la vida. Mi madre era parte de los empleados de la casa. Y cuando ella murió, la señora De la Renta me crio como a uno más de sus nietos. Trabajo para ellos desde entonces. Los considero como parte de mi familia —dijo Ángel

Ulises se sentía feliz de saber que Ulises sentía eso por ellos, ya que él también lo quería mucho.

—No lo sé. Si te consideraran su familia te tratarían mejor. Por lo que vi, el señor malhumorado se la pasa dándote órdenes–dijo Nadia

—No lo mal entiendas, por favor. Él es una gran persona–respondió Ángel—. Desde muy joven carga con el peso de esta familia. No tuvo la oportunidad de portarse como un niño. Su vida es muy complicada. Aunque la señora es la dueña de la empresa. Su hijo sería quien debería ser el presidente, pero ella pasó por encima de él y puso a cargo a Ulises cuando este cumplió los dieciocho años. Siempre está bajo mucha presión.

—Yo pensé que la madre de Ulises había sido hija de la abuela, ya que me ha hablado muy bien de ella. Y de cómo mostraba el dolor por su pérdida —explicó Nadia.

—Es que la señora De la Renta se llevaba menor con la madre de Ulises que con su propio hijo —le comentó.

...

Ulises estaba molesto porque Ángel se había acercado mucho a Nadia en poco tiempo. Todas las noches los escuchaba reír mientras cenaban juntos. Por lo que el viernes decidió salir para no tenerlos cerca. No es que quisiera ser partícipe de sus charlas, pero tampoco quería ver cómo ellos lo excluían.

—Estaré ahí en media hora —dijo Ulises y finalizó su llamada—. Ángel, por favor, podrías llevar a la señorita González a casa. Esta noche saldré con una amiga.

Como un niño caprichoso, se aseguró que Nadia escuchara lo que había dicho. Era hora de que ella entendiera que él también se divertía.

—Señor Ulises, ¿Y usted? —preguntó confundido.

—No te preocupes por mí. Tomaré un taxi —dijo, aunque él nunca tomaba taxi.

Él siempre le pedía a Ángel que lo fuera a buscar cuando terminaba con sus asuntos. Pero esta vez no quería ser una carga para Ángel. Lo que había dicho Nadia noches atrás había resonado en su cabeza. Él consideraba a Ángel un gran amigo y no un empleado más como había dicho ella.

—¿Pero señor Ulises? —preguntó Ángel confundido.

—Tranquilo, puedes tómate la noche libre —dijo este mientras terminaba de revisar unos papeles en su oficina.

Ángel estaba sorprendido por las declaraciones de Ulises.

—Nadia, si estás lista podemos irnos entonces–dijo Ángel y ella se puso de pie para salir de la oficina de Ulises.

—Claro —dijo ella con una gran sonrisa.

La sonrisa de Nadia había puesto incómodo a Ulises. ¿A caso a ella no le molestaba no tener la razón? ¿No le importaba que él saliera y no saber qué era lo que haría? Pero lo más importante era que no sabía por qué a él le importaba tanto lo que ella pensara.

...

Cuando llegaron al automóvil, Nadia se subió adelante con Ángel, su ángel de risos dorados.

—Ahora que sé que tienes la noche. ¿Qué te parece si salimos? —preguntó ella entusiasmada.

—No lo sé Nadia. Quiero estar disponible por si el señor Ulises me necesita —dijo Ángel

—Vamos. ¿Hace cuánto no tienes un día libre? —le preguntó Nadia de manera insistente

—Para serte sincero, no lo recuerdo. Creo que cuando el señor Ulises se fue de viaje una semana... harán unos dos años ya —dijo y Nadia no lo podía creer.

Ese malhumorado CEO también esclavizaba a las personas. Por lo que Nadia obligó a Ángel a volver a la casa y cambiarse la ropa. Después de eso fueron juntos a una feria que había en la ciudad cerca de ahí.

—No puedo considerar que comas tanto, Nadia. ¿Dónde te entra? —Ángel estaba sorprendido al ver todo lo que esta había comprado.

—Es que esta comida solo la hacen en las ferias como estas —dijo ella feliz.

Ángel le dio de su palillo de carne y ella comió.

—Sabe delicioso. Qué bueno que viniéramos —dijo ella alegremente.

—Gracias por invitarme. Si no lo hubieras hecho me habría quedado en la mansión sin hacer otra cosa que no fuera trabajar —le confesó.

En ese momento el teléfono celular de Ángel sonó.

—Es el señor Ulises —dijo Ángel sabiendo lo que significaba.

—Pero te había dado la noche libre —dijo ella decepcionada. Aún tenía ganas de seguir paseando con Ángel.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora