Capítulo nueve
Nadia estaba molesta, ya que Ulises le había dado la noche libre a Ángel y ahora lo estaba llamando.
—Lo siento, Nadia. Debo responder. Puede ser importante —dijo él en calma—. No me molesta. Es mi trabajo. Además, ya pensaba en decirte para volver.
Sin importar lo que Ángel le dijera, ella seguía enojada con Ulises.
—Está bien —dijo ella decepcionada.
—¿Te molestaría acompañarme a buscarlo? Así haré más rápido —dijo ya que ellos estaban en el automóvil de Ulises.
—Claro. No hay problema —dijo ella.
Los dos subieron al automóvil en la parte de adelante. Él se puso su traje por encima de la ropa que llevaba. Siempre llevaba un traje extra en el portaequipaje.
Fueron a buscar a Ulises a un restorán muy conocido de la ciudad. Donde solían ir las personas famosas. Al llegar Ángel le envió un mensaje y esperaron a que él saliera. Al hacerlo, estaba acompañado por una hermosa mujer.
Ángel se bajó y les abrió la puerta. Algo que Nadia seguía pensando que estaba de más. Los dos subieron al automóvil mientras que se besaban. Por lo que Ángel no pudo avisarle a su jefe que iba acompañado de Nadia. Ulises no podía saber que ella estaba ahí, ya que estaba colocado el vidrio que dividía la parte del conductor con la de los pasajeros.
Ellos obviamente estaban haciendo cosas porque la chica no dejaba de hacer ruidos eróticos. Algo que hacía sentir incomoda a Nadia y a Ángel. Normalmente, él se ponía auriculares y conducía tranquilo, pero ahora no podía.
—Me gusta cómo lo haces —dijo la voz de la mujer
—Pronto te gustará más —dijo Ulises.
Nadia miró a Ángel y se puso roja por la vergüenza.
—Lo siento. No sabía que pasaría esto —le dijo susurrando.
—Está bien. No te preocupes. No es tu culpa —le aclaró ella.
Sabía que en parte Ulises actuaba así porque no sabía que estaba en el coche. Sin embargo, estaba al tanto de la presencia de Ángel, por lo que le pareció bastante asquerosa su actitud. Ambos pudieron relajarse cuando la chica llegó a su departamento. Si bien Nadia pensó que Ulises bajaría y terminaría lo que empezaron no lo hizo. Solo se despidió de la muchacha y se fueron.
Al llegar a la mansión, Ángel esperó a que su jefe bajara y entrara antes de permitirle salir del coche a Nadia. Ambos estaban muy avergonzados por lo ocurrido. Si bien Ángel ya había vivido ese tipo de situación nunca delante de otra persona, que era algo que lo volvía más incómodo.
...
Llegó el lunes, y como siempre Ulises se encontraba encerrado en su oficina. Estaba evaluando que hacer con una compañía pequeña cuando Nadia entró. Él la miró de la cabeza a los pies. Se veía especialmente bella ese día. Se había dejado el cabello suelto, y llevaba una camisa blanca sin mangas, una pollera al cuerpo que le pasaba las rodillas, pero con corte a los lados.
—Su almuerzo —dijo la muchacha molesta y puso sobre la mesa una ensalada con un trozo grande de carne parcialmente cocido.
Aún le duraba la incomodidad del fin de semana. Entendía que no podía mencionar lo ocurrido porque pondría a Ángel en problemas. Por lo que el domingo, aprovechando que había sido su día libre, había decidido ir a comprarse ropa con la tarjeta que Ulises le había dado. En el trabajo mostraría lo profesional que podía ser, unos días más, dejando a todos los muchachos con la boca abierta.
—Porque no se sienta y almuerza conmigo —dijo Ulises amablemente indicándole con la mano donde estaba la silla.
—Disculpe, señor, tengo cosas que hacer —dijo ella de mala gana.
—Se supone que trabaja para mí. Desde el viernes no la veo señorita González. ¿Se ha olvidado de mí el fin de semana? —preguntó de manera provocadora.
—Como podría —dijo ella recordando los gritos de la joven que acompañaba a Ulises el viernes por la noche.
—Dígame que le ocurre. Puedo notar que está molesta conmigo —dijo él mientras tomaba un tomate y lo metía en su boca. No se lo iba a reconocer, pero la comida savia mejor cuando ella charlaba con él.
—Es que pensé que usted era un hombre de palabra —dijo ella que seguía de pie. No iba a ceder y sentarse al lado de ese hombre.
—Dígame en que he faltado a mi palabra, por favor —estaba de buen humor, por lo que no iba a conseguir sacarlo de quicio, aunque lo intentara.
—Usted le prometió a Ángel que le daría la noche libre. Sin embargo, lo llamó para que lo fuera a buscar. Cuando se suponía que se tomaría un taxi —le reclamó Nadia, y sin darle respiro continuó —¿Por qué no puede darle un respiro a su empleado de mayor confianza?
Ulises la miró sorprendido.
—Usted como sabe que no tomé un taxi? —preguntó él. ¿Acaso ella lo estaba vigilando?
—Ángel y yo fuimos juntos a la feria que había en la ciudad. Y tuvimos que dejar todo porque a usted se le ocurrió que no quería tomarse un taxi. ¿Recuerda hace cuanto no le da un día libre a Ángel? Es un esclavista —dijo sin pelos en la lengua.
Ulises estaba fastidiado. Lo único que había entendido de todo eso era que ella había salido con Ángel. O sea, habían tenido una cita esa noche, la cual había sido interrumpida por él. Algo que a ella le había molestado.
—Así que está molesta porque la interrumpí —dijo él con desdén.
—Para serle sincera, sí —dijo ella, tomó aire y continuó —La estábamos pasando muy a gusto hasta que usted, un niño de jardín, tuvo que interrumpirnos.
—¿Le gusta Ángel, señorita González? —preguntó él sin poder contenerse. ¿Era posible que estuviera celoso?
—No, señor —dijo molesta, ya que él no estaba entendiendo el punto —No es que me guste.
Extrañamente, eso relajó a Ulises.
—Lo que me molesta, señor, es que usted no sepa lo que significa para Ángel. Hace dos años que no le da una noche libre. Y la única que le dio, se la quitó cuando a usted le vino en gana —le aclaró Nadia—. Maldito egoísta.
Después de decir eso se alejó. Ella no tenía ganas de comer con él.
Autora: Osaku
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Una niñera para el CEO
Любовные романыNuestra protagonista se ve envuelta en problemas tras ayudar a una anciana. Consigue trabajo cuidando a su nieto, quien resulta ser más grande de lo que esperaba. El amor prohibido la lleva a experimentar situaciones dolorosas, terminando en una en...