Capítulo cincuenta y dos
Llegaron a la nueva oficina de Hermes y este se sorprendió. Tenía el mismo tamaño que la de su hermano. Y casi las mismas cosas. Ulises no había querido que se sintiera inferior. Eso era muy amable de su parte, para Hermes.
Nadia, después de indicarle lo que Ulises le había pedido, volvió con él a desayunar. Le contó que Hermes parecía satisfecho con la oficina y con el trabajo que Ulises le había pasado.
—Confío en él solo porque tú lo haces —dijo Ulises mientras acariciaba el rostro de su esposa.
—Hermes se merece el puesto. Fue buen hermano al no avisarle a tu padre que te tomaste casi dos semanas de descanso —dijo ella y se acercó a él.
Se sentó en la silla sobre sus piernas y lo besó en los labios. Él la tomó del cuello y le devolvió el beso. Esto era algo a lo que quería acostumbrarse.
—Además, si no aprendes a ceder trabajo, ya no tendrás tiempo para mí —dijo ella de manera provocadora.
—¿Qué te parece si para la hora del almuerzo alquilamos una habitación en un hotel cerca y me dejas comerte? —preguntó Ulises al oído de su esposa.
—Amor... No digas esas cosas que me pones como una hoguera —dijo ella y se apartó de él.
Sin que se diera cuenta cerró la puerta de la oficina con traba. Sabía que Ulises se iba a enojar si ella le decía que ya había arreglado para almorzar con Hermes. Así que necesitaba un plan b.
—Creo que no podré esperarte hasta el almuerzo...–dijo ella y se empezó a desabotonar la camisola que llevaba.
—Lo dices en serio —preguntó él mucho más entusiasmado de lo que cualquiera pudiera imaginar.
—Si, además, ya hice un compromiso para esa hora —dijo esperando la reacción de Ulises, que por suerte no llegó, ya que estaba muy concentrado en besarla y tratar de desnudarla—. Solo debes prometerme que seremos silenciosos.
Las palabras de Nadia lo encendían como nunca. Él no solo la amaba, quería todo con ella. Y esto era algo que anhelaba, he iba a disfrutar como nunca.
A la hora del almuerzo, Nadia hizo que a Ulises y sus invitados les llevaran algo delicioso para comer. Ya que él no iba a poder comer con ella, aprovechó para organizar una reunión con el departamento de finanzas. Además, después del aperitivo que había comido, su esposa, estaba de mejor humor.
—Hola, ¿Vamos? —preguntó Hermes al ver que Nadia revisaba su teléfono en la puerta de su oficina.
—Sí. Por supuesto —dijo ella con una leve sonrisa.
Mientras Nadia almorzaba con Hermes le llegó un mensaje de Ulises agradeciéndole por el almuerzo que les envió. Nadia sonrió y Hermes aprovechó que ella había dejado de hablar de trabajo para tratar de alertarla.
—Sabes, mis hermanos no están muy felices al saber que Ulises se casó —dijo Hermes al fin. No quería arruinarle el almuerzo a Nadia, pero si no se lo decía sabía que sería peor.
—Lo sé, no necesitas decírmelo. Solo tu padre vino a nuestra boda. Eso quiere decir algo —dijo ella con una sonrisa falsa.
—Sí, porque la abuela lo obligó —dijo Hermes recordando la discusión que esos dos habían tenido—. Para serte sincero ni él te quiere.
—Eso ya lo sé Hermes, no soy tonta. ¿A qué viene todo esto? —preguntó Nadia, ya que se estaba empezando a incomodar con las palabras de su cuñado.
—¿Ulises ya te hizo firmar el contrato? —preguntó Hermes.
—¿El que dice que si nos divorciamos antes del primer año de relación yo no recibiré nada? Claro, pero por mi parte solo quiero que mi esposo y yo seamos felices. Esas cosas no me interesan. Quiero valerme por mí misma —dijo ella y comenzó a comer porque se le estaba pasando la hora del almuerzo.
—Bien. Porque hay otro contrato–dijo Hermes y también comió. Nadia lo miró sorprendida, quería saber—. Todos nosotros firmamos un contrato al cumplir los 18 años, para que cuando nos casamos sea o no de manera impulsiva se puedan proteger a la familia de problemas. Como divorcios tempranos que nos pueden costar mucho dinero. Por lo que varios miembros de mi familia trataran de hacer que ustedes se divorcien.
—¿Por qué me cuentas esto? —preguntó ella sorprendida de lo abierto que era con ella Hermes.
—Me agradas y no creo que te merezcas lo que van a tratar de hacerte —le respondió él.
—Hablas como si fueran a querer matarme —dijo ella con ironía. No podían ser tan malos.
—A veces, hay cosas que son peores que la muerte —dijo él recordando su infancia—. Cuídate mucho. Aunque mi hermano te ama sigue siendo muy desconfiado. Si alguien prueba que lo engañas, él probablemente se divorcie de ti.
—Nunca le haría eso —dijo ella molesta, pro que él pensara eso de ella.
—Lose, pero la abuela les metió medicación para la fertilidad para romper esa cláusula y que quedes embarazada. ¿Supones que el resto no será capaz de hacerlo solo para que me engañes a Ulises?
—Me mareas con tantas cosas Hermes —dijo ella, ya le había empezado a doler la cabeza—. ¿Por qué un embarazo haría que el contrato se rompiera?
—Porque sin importar lo que pase, un bebé sería el próximo heredero. Y ya no importaría lo que hagas tú, ustedes serán parte de la familia De la Renta.
Autora: Osaku
ESTÁS LEYENDO
Una niñera para el CEO
RomansaNuestra protagonista se ve envuelta en problemas tras ayudar a una anciana. Consigue trabajo cuidando a su nieto, quien resulta ser más grande de lo que esperaba. El amor prohibido la lleva a experimentar situaciones dolorosas, terminando en una en...