No confies en él

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Capítulo cuarenta y cuatro

Nadia se sentía muy abrumada por lo que estaba pasándole. Ella en verdad quería a Ulises, pero todo esto parecía de otro mundo.

—Si no me crees puedo mostrarte mis otros apuntes–dijo Hermes.

—Maldición —dijo Nadia y se puso a llorar.

—¿Nadia? —preguntó incómodo. No quería verla así.

—No lo entiendo. Siento que Ulises me quiere, pero alguien está tratando de volverme loca. Ya no sé en quién confiar —dijo ella abrumada.

Hermes se sintió más raro aún. Estaba sintiendo lástima por ella.

—Escucha, aún tienes tiempo para estudiar. Te conseguiré los originales para que estudies. No se lo digas a nadie en la casa y escóndelos bien —dijo Hermes pasándole un pañuelo para que se seque las lágrimas—. Ahora me debes una.

Después de decirle eso y ver que Nadia estaba un poco más tranquila salió de su habitación y ella se fue al patio. Necesitaba relajarse o en verdad perdería la cordura.

Mientras tanto, Ulises en la oficina no se hallaba. Se la pasaba discutiendo con sus secretarias.

—¿Dónde está lo que te pedí? —le preguntó de mala gana a Ángel.

—¿Puedes calmarte? En verdad te afecta no tener relaciones —dijo molesto con Ulises.

—¿Cómo quieres que este? Cicca no deja de acosarme y no puedo ir al club a jugar. Si trato de estar con Nadia corro el riesgo de lastimarla o sobrepasarme y que se enfade conmigo y me deje.

—¿Por qué no dejas que Nadia trabaje en la empresa como lo hacía antes? Por un lado, la tendrías cerca y al mismo tiempo podrían pasar más tiempo juntos. Lo que te ayudaría a estar más tranquilo y sus momentos de intimidad aumentarían lo que subiría tus posibilidades de concretar con ella —dijo Ángel mientras le pasaba los documentos que tenía que firmar.

—Tienes razón —le diré que necesito su ayuda —dijo Ulises cambiando el semblante.

—Creo que ahora ya estás pensando con la cabeza correcta —dijo Ángel con una sonrisa malvada. —Cállate, se supone que tú eres mi amigo —dijo Ulises sonrojado.

—Lo soy. Es solo que Nadia me agrada y no quiero que la lastimes sin importar cuando importante seas tú para mí —dijo Ángel.

—Cuida lo que dices —dijo Ulises celoso.

—Nunca me metería entre ustedes. No soy tonto —dijo Ángel retirándole los documentos.

Nadia se encontró con Hermes en un bar cerca de la facultad. No quería que supieran que él le iba a dar los apuntes originales porque le quedaba poco tiempo para estudiar.

—¿Puedo? —preguntó Hermes y cuando Nadia le dijo que si se sentó frente a ella—. ¿A caso les hablabas a las flores del jarrón?

—Las plantas tienen vida como nosotros —dijo ella como si dijera algo obvio—. Me gustan mucho las plantas, ya que me tranquilizan.

—Estás loca. ¿Lo sabías? —dijo Hermes entre risas.

—¿Por qué? ¿No hay algo que te apasione en la vida? ¿Algo que harías pese a lo que todos piensen de eso? —preguntó ella.

—Sí. Pero no tiene nada que ver con hablarle, a las flores —dijo él mientras llamaba para que le trajeran un café.

—Mal por ti, entonces–dijo ella con una dulce sonrisa.

—Eres muy graciosa, a veces —dijo algo avergonzado mientras sacaba algo de su bolso—. Te traje los apuntes.

—Muchas gracias —dijo ella y de pronto se sintió angustiada—. Dime algo ¿Qué opinas de tu hermano? ¿Tú crees que podré hacerlo feliz?

—No considero que nadie pueda hacerlo feliz. No espero que te lo haya contado, porque no habla de eso. Pero ha sufrido mucho, se ha vuelto muy desconfiado —dijo Hermes un poco celoso de los sentimientos de Nadia hacia su hermano.

—Yo quiero cuidarlo —dijo ella con entusiasmo.

—Nadia, no quiero sonar mal, pero en tu lugar cuidaría de mí misma —dijo él con miedo a que ella se enojara.

—¿Qué te hizo para que lo odies tanto? —preguntó ella al notar lo frustrado que Hermes se mostraba.

Hermes tomó su café mientras pensaba si le correspondía o no hablar de eso con ella.

—Ulises siempre fue como mi héroe. Él era todo lo que yo quería ser. Hasta que estuvimos en la facultad. Empecé a salir con una chica. Él me dijo que se había dado cuenta de que ella solo me estaba usando. Como yo no le presté atención, él la sedujo para demostrarme mi error. Dejé a la chica, pero un tiempo después volvió diciéndome que estaba embarazada —dijo y tuvo que hacer una pausa—. El bebé que esperaba era de mi hermano mayor. Ella quería que yo hablara con él para que se hiciera cargo de su hijo.

—Eso debió ser muy difícil para ti —dijo Nadia sorprendiendo a Hermes. Él habría supuesto que ella defendería a Ulises—. Soy hijo de una amante. Mi madre sufrió mucho. Yo no quería eso para mi sobrino, que estuviera acompañado de una madre en esas circunstancias. Así que hablé con él. Pero no me escuchó. Supe que habló con la chica y le dijo que era una mentirosa y que no quería nada con ella.

Nadia entendía que todos eran jóvenes en ese momento. Aun así, no sabía de lo que había sido capaz Ulises en esa época y eso le daba miedo. Hermes se despidió de Nadia y la dejó con mucho que pensar. Se iba a casar con un hombre que era frío para las demás personas.

Después de rendir su última materia no le quedaría excusa y debía decidir qué hacer. Casarse con Ulises o alejarse de él. Con ese hombre y su familia no había términos medios.

El viernes Nadia fue a la mansión y tras golpear la puerta del dormitorio de Hermes él salió.

—Hola. Aquí están tus apuntes. Gracias por la ayuda —dijo ella y le dio una pequeña caja.

—¿Qué es esto? —preguntó él.

—Es un presente, por todo lo que hiciste por mí. No te ilusiones, ya que he estado estudiando y no he podido trabajar mucho. Así que no tenía dinero y ... —dijo ella, pero Hermes la detuvo.

—Gracias, Nadia —dijo y al abrirlo vio un portarretrato.

—Es para que pongas algo que te importe y puedas verlo todas las mañanas al levantarte —dijo ella con alegría—. Bueno, me retiro.

—Nadia, espera —dijo Hermes tomándole la mano—. ¿Tú amas a mi hermano?

—Sí, como nunca pensé que podía querer a alguien —dijo ella con una sonrisa melancólica.

—Si es así, ayúdalo a cambiar. No pierdas la fe en él porque cuando se casen las cosas se pondrán peor que nunca. No solo con él, sino con toda mi familia al punto de desear estar muerta —dijo con tristeza. 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora