Renuncio

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Capítulo veintiocho

En parte le había molestado que él planeara esto porque si no tuviera dinero no habría podido hacerlo. Pero si le gustaba que él fuera quien tratara de acercarse. Aun así, esto dejaba en evidencia que su abuela tenía razón y sin dinero él no sabía vivir, comprobando que ellos no podían estar juntos.

—Supe que hacías trabajo de medio tiempo para ese catering y quise ayudarte. Ya que no aceptaste cobrar por tu trabajo mientras estuviste conmigo —dijo y aunque esa no había sido la razón principal, también tenía que ver con eso. Puesto que si él lo deseaba podía encontrársela en cualquier lugar—. Supuse que era bueno para ti.

El ascensor llegó y al abrirse Nadia entró sin dudarlo. Seguía molesta con él por engañarla.

—Nadia no me dejes —dijo casi como una orden, aunque fue sin intención.

—¿O qué? —preguntó ella esperando que él le dijera algo que la ayudara que su enojo se fuera.

—O esto se termina. No suplicaré más por tu amor —dijo enojado.

—Adiós Ulises —dijo ella y la puerta del ascensor se cerró.

Nadia se dio cuenta de que Ulises había usado todas sus cartas juntas en un intento por volver con ella. Aun así, si su abuela se oponía, ella no podía quedarse a su lado.

—Lo siento Ulises. Nunca lo entenderías —dijo ella en la soledad del ascensor llorando al sentir cómo su interior se rompía en cientos de pedazos.

Nadia no podía ser completamente sincera con Ulises. Ya que su verdadero padre había abandonado a su madre. Por el hecho de que ella provenía de una familia humilde y de bajos recursos, en cambio, el padre de Nadia era, al igual que Ulises, el heredero de un imperio.

Al principio su madre aceptó esto, y él intentó estar con ella. Finalmente, su familia logró obligarlo a casarse con otra mujer. Su madre lo amaba tanto que aceptó ser su amante durante mucho tiempo, pero cuando la familia del hombre se enteró la obligaron a alejarse de él con amenazas. Habían conseguido que la echaran de su trabajo en varias oportunidades para que ella se tuviera que ir de la ciudad. Por lo que su madre le pidió a su padre que se fueran juntos, pero él la rechazó y se quedó con su imperio y su esposa haciéndola a un lado. El dinero y el poder habían sido más importantes para él que todo lo que su madre había hecho para estar a su lado. Nadia abandonó el ascensor y fue a cambiarse para irse. No se iba a quedar ni un segundo más en ese lugar. Su cabeza estaba en cualquier lado. Sus sentimientos y su razonamiento se encontraban enfrentados por lo que sentía por Ulises.

Ángel buscó a Ulises y cuando por fin lo encontró sin mirarlo primero le avisó que los inversores ya habían llegado.

—Bueno —dijo él como si estuviera muerto en vida. El amor que sentía por Nadia se había convertido en dolor y este a su vez estaba mutando.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Ángel al verlo tan mal.

—Después de la reunión asegúrate que esta noche haya compañía en mi cama —dijo como si fuera una máquina sin emociones.

—Ella no quiere estar conmigo. Así que ya no me importa nada —dijo cargado de rabia.

—Pero ¿y la sorpresa que le habías preparado? —preguntó confundido.

—¡Te dije que ya no me importa! —dijo a los gritos y casi se puso a llorar.

...

Nadia fue despedida, ya que se fue antes de que la fiesta terminara. Aunque eso no la hizo sentirse mal, no quería trabajar para alguien que era capaz de engañarla, como lo había hecho su jefa. Era hora de buscar un trabajo que tuviera que ver más con sus estudios.

—Hola, hola —dijo Nathaniel al entrar por la puerta del departamento de Nadia.

—Hola —dijo ella con una sonrisa —Te extrañé mucho.

—¿Estuviste llorando? —preguntó Nathaniel al ver los ojos rojos y la cara hinchada de Nadia.

—Un poco —confesó ella, ya que era imposible ocultarlo, por el hecho de que había estado llorando desde que se fue de la fiesta por los siguientes tres días.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó preocupado por ella y la abrazo. Le partía el alma verla así.

—No quiero hablar de eso. Mejor salgamos a tomar algo —dijo ella y se apartó de su hermano.

—Bien. Te contaré de mi día —dijo y le secó una de las lágrimas con el puño de su chamarra.

Nadia fue al baño y al darse cuenta del desastre que era se maquilló un poco para tapar las marcas de su rostro. Se vistió y salió, ya su hermano la esperaba en la puerta.

—Voy a llevarte por un pastel. Eso siempre te animaba cuando éramos pequeños —dijo él y ella se sintió agradecida de tener un hermano como Nathaniel.

Cuando terminaron de comer en la pastelería fueron a una plaza enorme que estaba llena de flores. Nadia se veo mucho más tranquila. Por lo que Nathaniel se animó a hablarle de su padre—. Papá quiere que vayamos a visitarlo —dijo esperando ver la reacción de Nadia. No quería que ella se molestara.

—Sabes que no puedo —dijo ella de mala gana.

—Él ha cambiado mucho. ¿Podrías pensarlo, aunque sea? —preguntó Nathaniel dándose cuenta de que Nadia aún no lo perdonaba. Para él era difícil, ya que era su padre el que le había pedido muchas veces que invitara a Nadia a su casa.

—Lo haré, pero no te aseguro nada —le dijo mientras olía las flores. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora