Me duele haberte perdido

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Capítulo setenta y cuatro

La fiesta en casa de Nadia seguía dando de qué hablar. La mayoría de sus invitados eran solteros. Ella y su secretaria habían estado organizando todo.

—Gracias por todo —dijo Nadia a Analía, ya que había hecho un bien trabajo.

—Señora, es mi trabajo. No es necesario que lo haga —dijo Analía algo avergonzada.

—¿Cómo no hacerlo? Eres genial —dijo Nadia y en ese momento entró Ángel.

—¿Quién es genial? —preguntó Ángel mientras se acercaba a Nadia.

—Viniste —Nadia se mostró sorprendida, pero feliz cuando lo abrazó.

—La soltería te sienta bien —dijo Ángel mientras miraba a Analía. Le parecía conocida.

Dionisio se acercó para bromear.

—Ángel, te presento a tu versión femenina —dijo Dionisio para presentarlos.

—Mocho gusto señorita Analía —dijo Ángel, feliz de que los presentaran.

—El gusto es mío —dijo ella. Le habían hablado mucho de Ángel.

—Ahora vengo —dijo Nadia, Analía pretendió seguirla, pero ella la detuvo—. Solo voy al baño. Habla tranquila con los invitados.

Una vez que Nadia se fue, Analía y Ángel comenzaron a hablar.

—No entiendo por qué mi señora lo invitó. Se supone que usted es aliado de sus enemigos —dijo Analía de mala gana.

—No sé si te diste cuenta, pero también hay dos de los hermanos De la Renta —dijo Ángel mientras reía. Le causaba gracia que la muchacha defendiera tanto a Nadia.

—A diferencia de usted. Los señores Dionisio y Hermes renunciaron a su herencia —dijo ella de mala gana.

—Piensa lo que quieras. No voy a discutir contigo —dijo Ángel, molesto por ser juzgado por la asistente de Nadia.

Mientras tanto, Nadia en el baño mientras se miraba al espejo comenzó a llorar.

—¿Por qué no puedo olvidarte? —preguntó viendo su reflejo.

Ella extrañaba a Ulises y no había querido separarse de él. Pero la había obligado a hacer eso. Ya que los documentos que le había enviado por la custodia demostraba que él solo quería a la pequeña Penélope para sacar ventaja de ella.

En ese momento sonó su teléfono. Los de la mesa directiva de la corporación de su padre la estaban volviendo loca llamándola a cada rato. Por lo que supuso que era uno de ellos. Aunque no conocía el número, tal vez era algo urgente.

—Hola —dijo ella mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo.

—No cortes, por favor —Era Ulises, parecía desesperado.

—¿Qué quieres? —preguntó ella como si no le importara.

—Sé que te puede parecer una estupidez, pero necesitaba escuchar tu voz —dijo él, intranquilo. Esa conversación podía terminar en cualquier momento.

—Ya lo hiciste, ahora voy a colgar —dijo ella con dolor en su pecho. No quería estar mal, por su bebé.

—Te amo Nadia. Hoy me quité el anillo para leer la inscripción y vi el tatuaje —dijo él con la voz apagada. A él le afectaba todo esto, pero ya no sabía qué hacer. Solo le quedaba esperar a que Nadia decidiera que podía volver a confiar en él.

—Lamento que tengas que llevar algo tan permanente. Tú mismo lo dijiste, nada dura para siempre —dijo ella recordando cuando ellos aún se amaban.

—No es lo que pienso. Es que siento que sin ti nada tiene sentido. No fui un buen esposo. No logré protegerte de mi familia —dijo Ulises con tristeza.

—Eso quedó en el pasado. Es hora de rehacer tu vida —dijo ella con temor a que se diera cuenta de que ella seguía llorando.

—Quiero hacerlo, ser distinto, pero por ti. Me gustaría poder hacer que te sientas orgullosa de mí —dijo él, feliz de poder estar conversando con ella. Aunque en ese momento ella colgó y lo dejó sin poder seguir escuchando su voz.

Por lo menos es lo que él creyó, la realidad era que se le había terminado la batería a Nadia. Ella no sería capaz de hacerle eso. Lo amaba demasiado.

Hermes entró al baño y la vio llorando. El primer instinto de Hermes fue abrazarla.

—Dime que pasó —él quería protegerla de todo. Incluso de su hermano.

—Ulises me llamó —dijo ella tratando de calmarse—. No sé qué estoy haciendo. Este dinero o esta empresa no los quiero. No quiero esta vida, quiero volver con él.

Nadia le confesó sus más profundos sentimientos a Hermes esperando que él se comportara como su amigo. Sin embargo, él se aprovechó de su vulnerabilidad.

—Nad, él hace todo esto para que vuelvas con él y que mi familia se quede con todo tu dinero. Sé que no lo quieres, pero es la única manera que tienes de asegurarte de proteger a Penélope —dijo cuándo le dio un pañuelo—. Yo te ayudaré a salir adelante. Sé que ahora crees que no lo lograras, pero te prometo que ese dolor se irá y podrás ser feliz nuevamente.

—Es que no puedo olvidarlo y él tampoco me deja hacerlo. Cada vez que pienso que voy a poder, vuelve a aparecer. Y considero que quiero volver a confiar en él —confesó ella.

Hermes sabía que todo era obra de su abuela y que Ulises no tenía idea del acuerdo. Y mucho menos era responsable por lo que le había mostrado su abogada sobre la custodia de Penélope. Aun así, no se lo dijo. Él quería estar con ella e iba a hacer todo lo posible para que Nadia se mantuviera lejos de su hermano.

En el pasado él le había quitado la novia a Hermes y aunque lo había perdonado. Ahora entendía lo difícil que era dejar a alguien por quien sientes amor, aunque no seas correspondido.

—Si mi hermano quisiera cambiar, te lo habría demostrado con acciones. Solo son palabras vacías, lo si no por ti, pero siempre ha sido así. Yo esperaba que al conocerte lograra cambiar y me sorprendí tanto como tú. Paro creo que eso no es posible, Nad —dijo Hermes manipulando a Nadia—. Lamento decírtelo así. Pero debes preocuparte por tu hija. Mi familia ha destruido a cada una de las madres de los herederos De la Renta.

***

Gracias a todos por llegar hasta aquí. Ya está pubilacada la segunda parte de esta historia de amor y conflicto. Espero les guste.

Se llama "Una niñera para el CEO 2". Está en mi perfil, si no pueden ir al buscador, tambien está en mi lista de lecturas. 

Saludos, Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora