Capítulo Treinta y dos
—Ángel, ven por favor —dijo Ulises al teléfono.
Cuando Ángel los encontró Ulises tenía una cara de otro mundo, estaba furioso.
—Ángel, ¿viste a Nadia? —preguntó Ulises, apenas divisó a su amigo y fiel empleado.
—Sí, se veía muy hermosa —dijo sin darse cuenta a quien se lo decía.
—¿Sabes a donde fue con su hermano? —preguntó Ulises ignorando el halago que Ángel le había hecho a Nadia tan descaradamente.
—¿El chico ese es su hermano? —preguntó Cicca.
—Enseguida lo averiguo —le dijo a Ulises—. Y no, no es su hermano. Creo que son hermanastros.
—Qué coqueta es esa chica. Seducir a su hermanastro —dijo Cicca divertida con la situación.
—Porque no te ocupas de tus asuntos —le dijo Ulises a Cicca.
Estaba indignado por el comentario que ella había hecho de Nadia. Era imposible que Nadia saliera con su hermano. Ni por despecho a él. Ella no lo veía así, ¿verdad? Se preguntó a sí mismo con mucha ansiedad.
—¿Y a ti porque te importaría lo que la gente diga de ellos? Si quieres podemos pedir una igual a la de ellos para nosotros —dijo tratando de seducirlo.
—Después de que averigües eso Ángel, lleva a la señorita Cicca a su casa —dijo rabioso.
—No quiero irme aún —dijo ella molesta—. Quiero quedarme contigo.
—Prefiero que lo dejemos para otro día. Hoy tengo que hablar con muchas personas y no quiero tener que aburrirte —dijo él poniendo la mejor excusa que le salió estando tan nervioso.
—Pero Ulises... —dijo la chica mientras que Ángel la acompañaba hasta la limusina. No quería que Ulises terminar descargando su ira en ella si ella seguía insistiendo.
Ángel tenía miedo de haber malentendido a Nadia el día anterior. Ella no quería recuperar a Ulises, sino terminar de destrozarlo. Y él había conseguido la suite par ella. Estaba acabado si Ulises se enteraba de que él había ayudado, por lo que tardó lo más que pudo en darle la información a Ulises. Sin embargo, cuando este ya estaba por explotar, tuvo que confirmarle lo que Cicca ya le había mencionado.
—Maldición —dijo Ulises enojado mientras llamaba al ascensor.
—No entiendo, tú le dijiste que ya no querías estar con ella —dijo Ángel tratando de que Ulises se calme.
—Lo sé. Aun así, no dejaré que la toque. Se supone que es su hermano —dijo Ulises como justificativo.
—Ulises, piénsalo bien. No puedes seguir interfiriendo en su vida —dijo Ángel para que él no subiera. Sabía que si lo hacía las cosas se pondrían feas —. Ya te dije que no tienen relación sanguínea. Lo que hagan...
Ulises lo interrumpió y le preguntó de qué lado estaba.
—Del tuyo, ¿De quién más? —dijo nervioso.
—¿Conseguiste la llave? —preguntó Ulises y Ángel se la mostró—. En diez minutos llama a la policía. Por si las cosas se ponen peor.
—Ulises no te atrevas a golpearlo —dijo Ángel mientras salía del ascensor.
—Ángel te quiero, pero no me toques ahora —dijo Ulises enojado.
Ulises escuchó rápidamente la voz de Nadia.
—Naha despacio —dijo ella mientras Ulises oía detrás de la puerta.
Por los sonidos que Nadia hacía parecía que estaban haciendo algo que no tenía que ver con su hermandad. Ulises no dudó en abrir la puerta, aunque fuera desnuda apartaría a Nadia de ese pervertido. Abrió la puerta rápidamente y al ver hacia la cama no encontró a Nadia.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Nathaniel.
Ellos estaban en el sofá. Nadia tenía los pies sin zapatos y Nathaniel le hacía un masaje
—Vamos —dijo acercándose a ellos y tomando a Nadia de la mano.
—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Nathaniel mientras se ponía de pie para detenerlo—. Eres su hermano. No puedes hacer eso con ella —dijo Ulises furioso.
—¿Hacer qué? —preguntó Nathaniel tratando de contener la risa que le causaba ver así a Ulises.
—Nathaniel no es mi hermano —dijo Nadia y Ulises la miró sorprendido—. Eso dijiste tu hace un tiempo. Que él no me ve como a su hermana menor.
—Ven conmigo entonces —dijo él tratando de no agarrar a piñas a Nathaniel ahí mismo.
—¿Por qué quieres que vaya contigo? Dijiste que no volverías a buscarme —dijo Nadia colocándose los zapatos nuevamente.
—Sé lo que dije, pero aún no puedo —dijo avergonzado.
—¿Qué es lo que no puedes? —preguntó Nadia.
—Aún no puedo verte con otro hombre —dijo finalmente.
—Sin embargo, estas con Cicca. No eres más que un egoísta —dijo ella molesta.
—Mejor me voy o me volverán loco —dijo Nathaniel incómodo.
Ulises lo miró sorprendido. Nadia comenzó a reírse de la cara de su hombre.
—Gracias, hermanito —dijo Nadia con una sonrisa pícara.
—De nada. Cuídate y llámame cuando me necesites —dijo Nathaniel y salió de la suite.
—Lo haré, dijo ella y cerró la puerta tras salir su hermano.
—¿Qué se supone que pasa aquí? —preguntó Ulises desconcertado.
—¿Cómo se siente que te engañen? —preguntó ella feliz.
—¿A qué te refieres? —preguntó Ulises aún molesto.
—Dijiste que no vendrías por mí, que hiciera mi vida. Sin embargo, después de unos cuantos días de haber dicho eso, aquí estás. Ninguno de los dos dejará ser feliz al otro. Necesitamos estar juntos, Ulises —dijo ella con una confianza que pocas veces tenía.
—¿No ibas a hacerlo con él? —preguntó más confundido que nunca.
—Nunca haría algo así con mi hermano. Ya te dije lo que él significa para mí —dijo ella mientras se acercaba a él.
—Entonces... —dijo él entendiendo lo que pasaba, pero sin terminar, ya que le gustaba que ella lo dijera.
—Solo quería volver a verte —dijo y agarró la corbata de Ulises.
Después de ponerse en punta de pie le preguntó al oído si la había extrañado.
Autora: Osaku
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Una niñera para el CEO
RomanceNuestra protagonista se ve envuelta en problemas tras ayudar a una anciana. Consigue trabajo cuidando a su nieto, quien resulta ser más grande de lo que esperaba. El amor prohibido la lleva a experimentar situaciones dolorosas, terminando en una en...