Cambio de estilo problemático

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Capítulo seis

Nadia maldijo en silencio. Ya que estaba segura de que el CEO se molestaría con ella por no haber comprado lo que le había pedido. Porque él estaba dejando de ir a una reunión solo para ayudarla a comprarse algo para usar mientras estuviera trabajando.

—¿Dónde está la ropa que le pedí que se comprara señorita González? —preguntó Ulises y ella agachó la cabeza. Tal vez ya la había escuchado discutir con las empleadas del lugar—. Parece que este local no tiene empleados eficientes.

Después de decir eso, el CEO tomó su teléfono móvil y marcó un número. Mientras tanto, las mujeres en la tienda se habían quedado petrificadas viéndolo. Era imponente, atractivo, elegante y muy decidido.

—Hola, Caro, Soy, Ulises. Sí, sí, el mismo. Te llamo porque estoy en una de tus tiendas y no me gustó cómo trataron a alguien de mi equipo personal —dijo y se detuvo a escuchar el otro lado del teléfono mientras que Nadia empezaba a sentirse incómoda —Quiero que me hagas el favor de despedir a la encargada.

Después de decir eso, Nadia supo que hablaba en serio y trató de detenerlo.

—Señor Ulises, no es necesario. Por favor, no lo haga. Solo fue un malentendido —dijo ella, ya que entendía que no eran más que pobres mujeres con complejos de inferioridad que no merecían ser despedidas por algo así. Después de todo en esos lugares entrenaban a los empleados para ser así.

—Sabes perfectamente que no me gusta la ineficiencia —dijo sin prestarle atención a Nadia, la cual se había puesto frente a él—. Lo sé, pero la envié a comprarse algo de ropa y no sabes cómo la maltrataron. Sí, yo estaba presente.

Ulises seguía al teléfono cuando llamaron al teléfono de la tienda. Una de las empleadas atendió y llamó a la encargada. Después de responder la mujer comenzó a llorar.

—Le dije que no lo haga, señor. Dígale a la tal Caro que no despida a sus empleadas por esto. Si lo hace llamaré a su abuela y renunciaré hoy mismo —dijo Nadia tratando de usar algún recurso para evitar que Ulises hiciera despedir a las mujeres que trabajaban en esa tienda. Ya habían aprendido la lección.

Ulises por fin le prestó atención. Hizo el teléfono a un lado de mala gana.

—Mi abuela quiere que te soporte un mes. No puedes renunciar —dijo molesto. Después de todo estaba haciendo eso para tratar de ayudarla.

—Entonces que no echen a nadie. Por favor —dijo Nadia con angustia en su rostro.

Ulises no era un hombre que retrocedía con facilidad, pero algo en los ojos de Nadia había hecho que su corazón se ablandara por unos minutos. Así que volvió a tomar su teléfono.

—Escucha Caro, creo que no será necesario que despidas a nadie. Sí, ya entendieron cómo deben manejarse con los clientes. Claro, cuando vaya pasaré a verte. Un saludo. Gracias —dijo y colgó. Ya le había empezado a doler la cabeza.

Pronto todo el personal de la tienda estaba frente a ellos. Ulises eligió unos cuantos vestidos para que Nadia se probara. Una vez que estuvo conforme salió del local y volvió al automóvil mientras Nadia pagaba.

—No sé cómo agradecerte —dijo la encargada del local.

—Solo empieza a tratar a todas las personas de la misma manera —dijo Nadia con una sonrisa incómoda.

Al salir, Nadia vio que Ulises estaba fuera del automóvil con el teléfono en la mano. Él estaba acostumbrado a que le abrieran la puerta del coche para entrar. Por lo que cuando Nadia vio que Ángel trataba de bajar pese al tráfico se molestó con su jefe.

—Tienes dos manos. Y no se te van a caer por abrir la puerta —dijo ella a Ulises. Ángel la miró casi paniqueado —Tengo las manos cargadas. Además, soy tu empleada y no tu esclava.

Ulises la miró con desagrado. Era una desagradecida. Abrió la puerta y subió. Ambos entraron al coche.

—¿Qué tal todo? —preguntó Ángel tratando de cambiar de tema para que esos dos no se mataran dentro del coche.

—Estuvo bien si no contamos que nuestro jefe casi despide empleados ajenos —dijo ella con ironía—. ¿Qué tal me queda?

Ulises vio cómo Nadia le mostraba el vestido que llevaba a Ángel. Algo que le parecía extraño. ¿A caso estaba coqueteando con su empleado? Incluso con ropa que él le había comprado. Era una descarada.

No fue capaz de apreciar cuando trató de ayudarla, se había negado a aceptar que echaran a la empleada que casi la había hecho llorar. Una de sus amigas habría puesto el grito en el cielo si tan solo no hubiera sido atendida primero. Incluso le habría sugerido que hiciera lo que él había hecho por Nadia. En cambio, ella se había enojado con él. Una mujer poco común resultaba ser la señorita González.

Cuando por fin llegaron a la oficina, todas las miradas se posaron sobre la joven que acompañaba al CEO.

—Ángel, por favor muéstrale a la señorita González el lugar y consíguele un pase —dijo él mientras caminaban por los pasillos del enorme edificio—. Y explícale cuáles serán sus tareas a realizar. Y por favor, tráeme algo para el dolor de cabeza.

Después de decir eso se encerró en su oficina a trabajar mientras que Nadia seguía por todo el sitio a Ángel.

—¿Por qué todos me miran así? —preguntó ella desconcertada.

—Supongo que porque eres la primera mujer que entra a la oficina del señor Ulises. Él no deja que otra persona aparte de mí, ingrese a su oficina. Todo debe quedar fuera con sus secretarias —dijo con una sonrisa al notar lo sorprendida que Nadia se encontraba.

—¿Sus secretarias? —preguntó confundida—. ¿A caso tiene más de una?

—Este edificio tiene cincuenta pisos, por lo que cada secretaria se encarga de administrar la información de diez pisos. Una vez que tiene toda la información se la mandan a Ulises por la computadora. Por lo que él no tiene contacto con ellas —le aclaró Ángel a Nadia.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora