Capítulo setenta
Nadia estaba furiosa con Ulises. Este acababa de ver un contrato que no recordaba haber firmado. El otro papel que ella le había dado era un cheque.
—Espero que sea suficiente para que tú y tu familia me deje en paz —dijo ella mientras salía de la habitación—. Mi abogada te llamará para que firmes los papeles de divorcio. Solo entonces podrás cobrarlo.
—No quiero cobrar nada —dijo Ulises enojado al ver que su esposa lo había abandonado con una excusa tan rebuscada y cuando estaba por romper el cheque vio la cantidad de ceros que tenía y se desprendió—. Esto no puede ser verdad.
—¿Qué le pasa a esa chica? —dijo Artemisa entrando al dormitorio de su hermano.
—Cállate y llama a la abuela. Es urgente —dijo él sin poder dejar de ver el cheque.
...
—¿Por qué tanto apuro? —preguntó la anciana a su nieto.
—Hola, abuela —dijo artemisa como si estuviera feliz de verla llegar, tratando de ser simpática —. Te extrañé mucho.
—No molestes, no aumentaré tu mesada —dijo la mujer a su nieta.
—Vieja tacaña —dijo la joven entre dientes mientras se iba y dejaba a su hermano habar con la mujer a solas.
—Ahora sí. Dime que es lo que pasa, que no podía esperar hasta la semana que viene —dijo la mujer mientras tomaba asiento en su oficina.
—¿Tú sabías que Nadia era hija de Martín Sidi? —preguntó Ulises sin rodeos.
—Por supuesto —dijo la mujer—. ¿Por qué crees que la traje a nuestra familia?
—¿Por qué no me lo contaste? Ella piensa que la engañe para que se casara conmigo —dijo Ulises enojado con su abuela. No podía ser que ella hubiera especulado con eso.
—No lo hubieras entendido —dijo la mujer mientras la mucama le servía el té.
—Yo la amo —dijo Ulises.
—¿Amor? Deja de decir tonterías, Ulises —dijo la mujer como si las palabras de su nieto no valieren nada—. ¿Quién te ayudó cuando Cicca quería decirles a todos que estaba embarazada de ti?
—Ya te dije que yo o tuve relaciones con ella. Ni siquiera salimos juntos mientras estuve con Nadia —dijo Ulises.
—Aun así, la saqué de tu vida y ya no está molestándote —dijo la mujer que parecía no tener escrúpulos—. Además, si no fuera por mí, tu padre ya te habría sacado de la presidencia de la empresa.
—Solo quiero saber por qué me ocultaste información sobre mi esposa —dijo Ulises sin prestarle atención al resto de las cosas.
—¿Sabes acaso lo que cuesta mantener a todos los integrantes de esta familia? —preguntó la anciana molesta por el cuestionamiento de su nieto—. Tu padre no dejaba de tener hijos, el muy tonto. Todos con mujeres que no valían nada y ahora por eso la empresa está en riesgo.
—La empresa no está en riesgo —dijo él, molesto.
—Tus hermanos y tu padre gastan más de lo que producimos. En diez años no quedará nada. Si importar cuantos millones trates de producir al día en este momento —dijo la mujer y dejó el té sobre la mesa —por eso hablé con un amigo. Quería encontrar a su hija. Si yo lo ayudaba, él haría que la joven se casara con uno de mis nietos. De esa manera la mitad de las ganancias de su empresa quedaría para nuestra familia.
—Te desconozco —dijo Ulises con tristeza.
—Solo hago lo mejor para la familia —dijo la mujer como si no sintiera culpa por lo que hizo.
—Igual ella quiere dejarme. Así que no conseguirás nada —dijo Ulises feliz de que las cosas no le salieran bien a su abuela. Por lo menos así su familia no le quitaría su herencia a Nadia.
—No puedo creer que seas tan tonto. Ella lleva en su vientre a tu hijo. Ese niño será el heredero de todo. Debemos conseguir ola custodia —dijo su abuela e hizo que verdaderamente Ulises no supiera con quién estaba hablado.
—No haré nada que pueda dañar a Nadia —dijo él, molesto con su abuela.
Ella le dio una cachetada que le dio vuelta la cara. Estaba muy enojada con él por tomar esa decisión.
—Niño desgraciado. Soy tu abuela, conseguiré parte de la custodia con o si tu ayuda —dijo ella muy enojada. Nunca antes le había levantado la mano a Ulises—. Nuestros abogados se está haciendo cargo de todo. Así que ahora ve y ocúpate de la empresa que para eso te crie.
Ulises salió de la mansión sin siquiera saludar a su abuela. Al final Nadia tenía razón y el dinero controlaba a las personas. Mientras tanto, en la mansión su abuela estaba temblando. La discusión con Ulises la había dejado agotada.
—Ángel, ven y ayúdame —dijo la mujer con dificultad para caminar.
—Señora, ¿Por qué no le dice la verdad a Ulises? —preguntó el joven preocupado por ella.
—No te atrevas a hablar con él —dijo la mujer de mala manera. El dolor la estaba matando.
Algo había que la mujer sabía que no quería que nadie se enterara y Ángel estaba en el medio sin poder hacer nada.
...
Mientras tanto, Nadia había decidido hacerse cargo de la empresa de su padre para que no despidieran a los empleados que tenía. Pensar que su padre había elegido el dinero por sobre su madre y ella. Algo de lo que se arrepentía en una carta que le había dejado con el testamento. Aun así, ella no podía perdonarlo. Y si había elegido estar en esa posición era porque no quería que la familia de Ulises tratara de apoderarse de su hijo. Ya se lo había dicho su abogada, el poder de los De la Renta era mucho para alguien como ella.
Si ella renunciaba a su herencia, además de dejar a muchas personas sin trabajo, su ex familia podía pedir la custodia de su hijo alegando que tenían el poder adquisitivo para criarlo con la mayor comodidad. Nadia había salido de la empresa de su padre con la cabeza embotada. Nathaniel la había ido a buscar porque Nadia le quería mostrar su nuevo departamento tratando de mostrarse alegre.
Autora: Osaku
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Una niñera para el CEO
RomanceNuestra protagonista se ve envuelta en problemas tras ayudar a una anciana. Consigue trabajo cuidando a su nieto, quien resulta ser más grande de lo que esperaba. El amor prohibido la lleva a experimentar situaciones dolorosas, terminando en una en...