No me asustes

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Capítulo treinta

Pese a lo que la anciana había dicho, no quería que Nadia fuera corriendo a los brazos de Ulises. Ya que era obvio que ella la pasaría mal a su lado. Si la familia de la mujer, esa, era como ella, su pequeña y dulce Nadia terminaría teniendo una vida de dolor. Y él no quería eso para ella.

—Necesito saber que su salud está bien. Prometo volver para la hora de la cena. ¿Sí? —dijo ella, ya que necesitaba el apoyo de su hermano.

Él soltó la mano de Nadia y vio cómo se alejaba con Ángel. Una sensación de vacío lo acompañó hasta llegar a casa. Pese a eso se puso a preparar la cena. Quería confiar en Nadia. Ella le dijo que volvería y nunca rompía sus promesas.

Por otro lado, Nadia fue hasta el hospital, cuando encontró la habitación de Ulises, entró y lo encontró dormido. Al parecer tenía un buen semblante, lo que la dejaba un poco más tranquila.

—Te ves guapo incluso así. Me alegro —dijo ella pudiendo sentirse más tranquila. Se había preocupado mucho por él. Tanto que no había ni hablado con Ángel en todo el camino.

—Estaba muy preocupada por ti —dijo ella y acarició el rostro de su amado. Los ojos de Ulises se abrieron y ella se asustó.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Ulises mientras sujetaba la mano de la joven apartándola de su rostro.

—Tu abuela me dijo que te habían internado —dijo ella nerviosa y rápidamente apartó la mano de él.

—¿Ella te dijo eso? —preguntó Ulises un poco confundido.

—Es que me dijo que después de lo de la otra noche te enfermaste. Y me preocupé mucho —dijo avergonzada.

—Nadia, ya no me hagas esto —dijo Ulises sintiendo dolor en su interior, estaba angustiado.

—No entiendo ¿Qué cosa? —preguntó ella.

—No me des esperanza si después me vas a dejar —dijo Ulises incómodo. Ya no quería expresar cuanto la quería. Ella había usado sus sentimientos para trapear el piso.

—Sobre eso. Ulises...–dijo Nadia y se detuvo, ya que no sabía cómo decirle lo que le había pasado estando lejos suyo.

—Vete ya Nadia. Quiero estar solo —dijo Ulises tratando de no mostrarle su enojo.

—Ulises, yo no puedo vivir sin ti —dijo ella completamente sonrojada. No sabía que otras palabras utilizar. Por el hecho de que estaba muy nerviosa—. Hazme el favor, al saber que estabas internado de nuevo... No puedo pensar en que por mi culpa termines así.

—Mi abuela te mintió cuando te dijo eso —dijo él decepcionado. Nadia no sentía amor sino culpa. Él no quería estar con ella porque se sintiera culpable por causarle daño—. Solo vine por un control. No me pasó nada malo.

—Pero ella dijo que... —dijo Nadia y se detuvo. Nuevamente, había sido engañada por la abuela. Nadia no podía creer que la mujer fuera tan atrevida.

—Así que no te sientas culpable. No voy a morir por estar lejos de ti —dijo él, enojado.

—Ulises —dijo ella intranquila al escucharlo tan molesto.

—Vete Nadia —dijo echándola nuevamente.

—¿Por qué me echas? ¿Es verdad que ya no me quieres? —preguntó ella al notar como él la trataba.

—No es eso. Es que me di cuenta de que tienes razón. Somos de dos mundos distintos —dijo él para herirla. Sabía que eso era algo que a ella le preocupaba.

—Entonces se terminó —dijo ella tratando de averiguar qué era lo que Ulises pensaba hacer. Era obvio que lo había dicho para enfadarla.

—Te dije que ya no te iba a buscar más y no lo haré —dijo él mirando en otra dirección, el hermoso rostro de la mujer que amaba lo distraía.

—Estoy aquí porque te amo —dijo ella expresando sus sentimientos. Aun así, él no se dio vuelta ni dijo nada—. Si no me quieres, si lograste superar el gran amor que decías sentir por mí, dímelo y me iré.

—Ángel —dijo Ulises ignorándola.

Ángel estaba afuera. Esperaba que al fin se reconciliaran. Entró al escuchar su nombre.

—Hazme el favor de acompañar a la señorita González fuera. Quiero descansar hasta que se haga la hora en la que me hagan el estudio —dijo sin siquiera darse vuelta. Lo que había hecho Nadia le había dolido mucho.

—Como digas —dijo Ángel y miró a Nadia incómodo.

—Ah, no te olvides de llamar a la chica del otro día. Pregúntale si quiere que cenemos esta noche en casa. Ya que no puedo usar mi teléfono hasta después del estudio —dijo Ulises para molestar a Nadia.

—Pero... —dijo Ángel sin entender a qué mujer se refería. Por el hecho de que la vez pasada no había querido estar con nadie al final.

—Solo hazlo —dijo él, orgulloso de hacer sentir mal a Nadia o al menos eso esperaba con su comentario.

Nadia y Ángel salieron de la habitación donde Ulises se encontraba.

—Nadia te juro que no sé qué pasó —dijo Ángel avergonzado.

—Está enojado conmigo o encontró otro juguete —dijo ella con ironía. Aunque no quería, le molestaba mucho lo que Ulises le había dicho.

—No te vayas. Él en verdad te quiere. Solo está dolido —dijo Ángel tratando de detener a Nadia.

—Eso lo sé —dijo ella y Ángel la miró sorprendido—. Así que haré un intento más, pero voy a necesitar tu ayuda. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora