Un gran error

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Capítulo sesenta y ocho

Nadia se desahogó llorando en el baño. ¿Por qué Ulises no podía entender que ella lo amaba? Incluso estaba embarazada e iba a tener un hijo el cual sentía no estar preparada para llevar en su vientre. Y lo hacía porque sabía que eso le traería felicidad a su esposo.

Ella tenía la certeza de que Ulises no tenía relaciones sexuales con esas mujeres. El problema era que seguía mintiendo y ocultando cosas. Hubiera sido lindo para ella saberlo de su boca y no por su malvado suegro.

Después de que se sintiera un poco mejor salió de la ducha, se vistió y fue al comedor. Dionisio le había dejado comida para embarazada ¿Eso era posible? Según le había dicho, su cuñado tenía más nutrientes.

No sabía si solo era una expresión por parte de su cuñado, pero le había sacado una sonrisa, por lo que iba a ir a probarla ahora que las náuseas y mareos ya no estaban.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó ella al ver a varias chicas hermosas en su living—. ¿Quiénes son estas mujeres, Ulises?

Nadia estaba sorprendida y molesta a la vez. Solo quería descansar y ahora su casa estaba llena de modelos de ropa interior.

—Nad, amor. Ellas son mis acompañantes cuando voy al club. No están todas, pero sí la mayoría. Quería presentártelas para que no dudes de mí —dijo él como si estuviera avergonzado.

—Señorita Nadia, es un gusto conocerla —dijo una pelirroja—. Su esposo habla mucho de usted cuando está en el club. Se nota cuanto la ama.

—¿Tú quién eres? —preguntó Nadia confundida.

—Me dicen Ruby. Soy una de las escoltas que su esposo contrata cuando juega a las cartas. Nosotras servimos los tragos para él y sus compañeros de juego —explicó la muchacha.

Nadia miró en dirección a su esposo. ¿Por qué no entendía que no estaba de humor para sus excentricidades?

—Dijiste que querías la verdad —le replicó él.

Todas las mujeres que estaban en el living hablaron con ella. Parecían felices de conocerla. Nadia trató de ser amable, pero tenía hambre y sueño. Además de que se le había agotado la paciencia hacia un buen rato.

—Lamentamos el malentendido. Los reporteros suelen querer aprovecharse de su esposo —indicó Ruby—. Aun así, la verdad es que él es muy amable con todas nosotras y nunca trató de propasarse ni pedirnos nada más que servir los tragos. Siempre nos dice que le gustaría que usted lo acompañara, pero no es un lugar como para llevarla.

—Suficiente. Gracias a todas por venir —dijo Nadia sin más paciencia—. Ulises, quiero estar a solas.

—Si amor —dijo él y despidió a las chicas—. Gracias, Ruby por venir y traer a las demás tan de último momento.

Nadia ya se había retirado a la cocina cuando la última mujer fue. Ulises fue a buscarla.

—Nad, yo te amo —dijo él con ternura—. Solo juego a las cartas cuando estoy estresado y necesito un momento para mí.

—¿Por qué no compartiste esto conmigo antes? ¿No soy suficientemente bella? —dijo ella un poco celosa. No se parecían en nada a ella todas las mujeres que habían ido esa noche. ¿Él no podía ver cuánto la había avergonzado?

Ulises no pensó en la posibilidad de que ver a todas esas mujeres con cuerpos esculturales pudieran hacer sentir peor a Nadia. Ella veía como su cuerpo cambiaba y se volvía menos atractiva, por lo menos para ella misma.

—No cariño. Yo creo que eres muy hermosa. Es solo que ahí los hombres fuman y beben —trató de explicar Ulises—. No es lugar para una mujer en tu condición.

Nadia no quería escucharlo. Seguía muy enojada con él.

—Escucha, antes de que no casáramos consideré llevarte, pero no se dio a oportunidad–dijo él tratando de ser lo más sincero que podía—. Eres mi vida Nad. No sé qué haría si no me perdonas.

—Si me disculpas. Ahora quiero dormir. Este embarazo me ha transformado en otra persona —dijo indiferente.

—Pero... —Ulises pensó que todo lo que había hecho bastaría, pero no fue así.

—Entiende que ahora no quiero verte. Dame espacio por favor —Nadia nunca se había enojado tanto con él y por tanto tiempo. Sin embargo, él no le daba respiro para poder tratar de calmarse—. Hoy duerme en la habitación de invitados.

—¿Me lo dices en serio? —preguntó Ulises, no obstante Nadia no respondió.

...

—Buenos días, por fin te levantas —dijo la voz de una mujer, casi reprochando.

Nadia miró en dirección la voz. No podía creerlo. Su cuñada estaba en su departamento.

—Vine a visitarte porque ayer te sentiste mal —dijo de manera despectiva la muchacha arrogante.

—¿No es maravilloso? —preguntó Ulises a Nadia. Y antes de que esta pudiera reaccionar, él fue directo a darle un beso a su hermanita.

—Si... Claro —dijo Nadia con desgano—. Ulises, ¿podemos habar un segundo?

Nadia notó como su esposo, de manera despreocupada, comía galletas que su hermana había traído.

—Si cariño —dijo Ulises como si nada, y le explicó a su hermana para que los esperara—. Ahora volvemos.

Al entrar al estudio este seguía comiendo galletas. Nadia intentaba contener su rabia.

—¿Por qué está ella aquí? —preguntó a su esposo.

—Estaba preocupada por ti ¿No es tierna? —preguntó él sin entender lo que pasaba. Parecía que ambos vivían vidas completamente distintas.

—¿Tú entiendes que dormiste en la habitación de huéspedes porque nosotros no estaos bien? —preguntó ella.

—Ya te probé lo que hacía con ellas. ¿Qué más quieres? —preguntó como si empezara a molestarse con ella.

—La verdad es que ya no lo sé —dijo y sintió cómo su abdomen se ponía duro.

Por lo que se fue al dormitorio y tras cambiarse la ropa volvió a la cocina. Ulises y su cuñada hablaban cómodamente y de manera despreocupada.

—¿Qué haces? —le preguntó Ulises a notar que Nadia estaba por salir.

—Traje el desayuno. Puedes sentarte a comer con nosotros —dijo su cuñada.

Ella la invitaba en su propia casa...

—Voy a salir, buen provecho —dijo Nadia, aunque no quería enojarse con la hermana de Ulises porque sospechaba que no lo hacía con mala intención. Aun así, no podía socializar en este momento de tanto estrés sin tratarla mal. 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora