El interrogatorio

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Capítulo cuarenta y cinco

Las palabras de Hermes eran oscuras y hubieran hecho retroceder a cualquiera. Aun así, Nadia ya sabía lo que le esperaba lejos de Ulises y el dolor era casi insoportable. Por lo que decidió no retrasar más su conversación con Ulises.

Él llegó del trabajo y se veía más bello que nunca. Con su camisa negra y el saco que pronto paso de su cuerpo a sus brazos.

—¿Dónde estabas? —preguntó él mientras se acercaba para besarla.

—Tenemos que hablar —dijo ella de una manera que hizo que Ulises dudara.

—Dime, hermosa. ¿Qué anda pasando? —dijo él tratando de parecer tranquilo.

Ella le pidió que fueran a su estudio para estar seguros de estar solos. Ella cerró la puerta y puso llave para que nadie entrara hasta que ellos terminaran de conversar.

—Bueno, tengo varias preguntas para ti y quiero que respondas con la verdad o te juro que nuestro compromiso se termina hoy y aquí —dijo Nadia seria y con tranquila—. No importa que me duela lo que vayas a decir. Necesito saber la verdad.

—Nadia. Empiezas a asustarme ¿Qué fue lo que paso? —preguntó Ulises.

—¿Tú contrataste a mi hermano con una de tus empresas secundarias? —preguntó ella sin responder a la cuestión que él le había planteado.

—Sí. Pero lo hice para ayudarlos. De todas maneras, él renunció hace meses —dijo Ulises tratando entender que es lo que estaba pasando.

—Ulises, no me molesta que lo ayudaras. Si no que lo hicieras a mis espaldas —dijo ella e hizo una pausa para respirar —. Sé que no quieres que yo trabaje.

—Nadia, yo... —dijo él dándose cuenta de que la charla era para rato. Le preocupaba el rumbo que la conversación tomaría.

—Me han echado de cada trabajo de medio tiempo en el que he aplicado y sé que tú tienes que ver en eso —dijo ella y él pareció molestarse.

—Entonces porque quieres una respuesta si ya crees saber lo que pasó —respondió Ulises

—Necesito escucharlo de la persona que amo. Quiero saber por qué tratas de dañarme —dijo ella y acarició su rostro para que él no se cerrara.

—Sí, fui yo. Estoy cansado de verte perder el tiempo en esos trabajos donde te tratan mal y te subestiman —reconoció él.

—Ulises no puedes. ¿Y que pasara conmigo si algún día nos separamos? ¿De qué viviré yo? —preguntó ella para que tratara de entenderla.

—¿Por qué nos separaríamos? ¿Es que ahora quieres dejarme de nuevo? —preguntó él sintiéndose en pánico mientras sostenía la mano de Nadia.

—Solo estamos conversando. Te pido que no te enojes —dijo ella con calma.

—No lo sé. Tal vez de mis miles de millones —dijo él contestando a su pregunta.

—¿Y si tú ya no estuvieras y tu familia me quitara todo? —preguntó ella y él supo a qué se refería. Si él estuviera muerto—. En tu deseo de que las cosas se hagan a tu manera tratando de protegerme y volverme parte de tu propiedad se te olvida que tener mucho implica arriesgar mucho. Sabes que se puede perder todo de la noche a la mañana —dijo ella inquieta. No quería que él enloqueciera por lo que le decía.

—Yo no perderé —dijo él, molesto por su desconfianza.

—Sé que eres el mejor, pero eso no lo sabes. Hasta los mejores se equivocan —le explicó ella.

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora