Dime que no

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Capítulo doce

Ulises no podía creer que Nadia fuera de esa manera. ¿No se daba cuenta de que él era su jefe? ¿Sería así con todas las personas que salía?

—No se puede ser joven y viejo a la vez —le marcó él.

—Usted es la prueba viviente de que si es posible —dijo la muchacha entre carcajadas. Le gustaba molestarlo.

Después de comprar las dos lámparas, Nadia le pidió que escribiera un deseo en la suya. Por primera vez en la noche él hizo algo sin poner una queja o cuestionarla.

—Ahora vallamos hasta la orilla para lanzarlas como hacen esas personas —le indicó ella mientras caminaban.

—Espera —dijo él y ella pensó que iba a poner una queja, pero se equivocó—. Cerca del agua hace mucho frío. Mejor pongámonos algo de abrigo.

Compró unas bufandas en uno de los puestos callejeros y ayudó a Nadia a ponérsela. Después de eso fueron y lanzaron las lámparas como lo hacían las otras parejas. Cuando estas estuvieron en el cielo todo se iluminó. Parecían estrellas gigantes, algo muy bello. Ulises se dio cuenta de que hacía mucho tiempo, que no hacía algo así.

—¿Le gusta? —preguntó Nadia al notar como se quedaba mirando todo.

—Al parecer, sabes cómo hacer una noche especial —dijo él mirándola fijamente a los ojos.

—Gracias, señor Ulises —dijo ella y sonrió cerrando sus tiernos ojitos.

El pulso de Ulises se aceleró y empezó a sentir que Nadia era más especial de lo que él había imaginado.

—¿Cuál fue su deseo? —preguntó Nadia

—Mi deseo... —expresó él y lentamente se acercó a ella.

Quería besarla, sentir el calor de sus labios. Era el momento para hacerlo, pensó que ella también lo quería por cómo lo miraba. Sin embargo, Nadia se apartó y no dejó que la besara. Ella había recordado la manera que él había actuado en su automóvil con esa muchacha. Algo que no estaba dispuesta a hacer.

—No —dijo ella antes de que él volviera a acercarse.

—¿Por qué no? —preguntó Ulises con una sonrisa en los labios mientras acariciaba el rostro de la joven. Estaba seguro de que ella solo trataba de hacerse rogar. Como solían hacerlo las otras mujeres que solían estar con él—. ¿No te parezco atractivo?

Nadia sintió los ojos penetrantes de Ulises sobre ella, algo que la afectó porque su respiración comenzó a acelerarse junto con su pulso. Su rostro se había puesto rojo. Aun así, no perdería la cordura por alguien como él.

—Yo... —solo salió decirle. Quería ser fuerte, pero era mucho más difícil de lo que ella esperaba.

—Según mi experiencia, besarnos sería muy placentero para los dos —él se lo aseguró con más confianza.

—Usted es mi jefe, no corresponde —dijo ella molesta por lo que él acababa de decirle. Seguramente se habría besado con muchas mujeres de la misma manera.

Él se apartó de ella, se sentía decepcionado. Era la primera mujer que lo había rechazado de esa manera al tratar de besarla. Pero a diferencia de lo que ella pensara no se iba a rendir. Ulises estaba más entusiasmado aún. Era un reto para él, algo que no tenía seguido con las mujeres que solía frecuentar. Nadia era algo de otro mundo.

—¿Te parece que volvamos? —le preguntó con amabilidad.

—Sería lo mejor —dijo Nadia aun procesando lo que acababa de ocurrir.

¿Ella habría sido solo un capricho para él? ¿Por qué eso le importaba?

Subieron al automóvil y él condujo hasta la mansión. Nadia se quedó dormida en el camino. Había estado trabajando mucho esos últimos dos días desde su casa. Una vecina estaba cuidando de su gato, pero esperaba poder llevarlo a la mansión pronto. Ya que lo extrañaba mucho.

—¿Por qué me haces esto? —preguntó Ulises al notar que ella dormía de esa manera tan pacífica—. Dices que no quieres mis besos, pero te quedas dormida en mi coche, de una manera demasiado linda. Haces que desee portarme mal contigo.

Ulises se acercó con deseos de besarla, pero se detuvo. Si lo hacía de ese modo no tendría chiste. Quería ver su rostro, sus lindos ojos cuando lo hiciera. Saber que ella lo estaba disfrutando al igual que él.

—Nathaniel —dijo Nadia entre dormida mientras que él la alzaba para sacarla del coche.

—¿Qué se supone que estás haciendo gatita? —él estaba molesto por escucharla, mencionar el nombre de otro hombre mientras estaba dormida–No te permitiré que sueñes con otros.

Era la primera vez que Ulises se sentía retado por una mujer. La cargó en sus brazos y la llevó hasta su dormitorio. La recostó en la cama y la arropó. Le dio un beso en la frente como premio consuelo por resistirse, aunque le gustó sentir su piel.

—¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué me gusta tanto que volvieras? No puedes hacerme tan feliz —dijo susurrando, aunque cuando se apartó de ella, Nadia abrió los ojos y al verlo sonrió para luego darse vuelta y seguir durmiendo —¿Cómo pretendes que me resista a esa dulce sonrisa?

Nadia se mantuvo distante durante el resto de la semana. Se sentía muy avergonzada por lo que había ocurrido y tenía demasiado que hacer para ponerse a hablar de eso con Ulises. Esperaba que hubiera quedado claro en la misma noche de la salida para no tener que volver a mencionarlo.

—Aquí le traigo su medicación y un refrigerio —dijo ella al entrar a la oficina de Ulises.

—¿Cuándo terminaré de tomar esas pastillas? Son horribles —dijo él con el desagrado marcado en su rostro—. Las odio, me dejan un gusto amargo en la boca.

—Solo faltan cinco días más. No se comporte como niño —le advirtió ella y sonrió.

—¿Así que hoy estás de mejor humor? —preguntó él como si quisiera resaltar eso.

—¿Por qué lo dice? —preguntó y agachó la cabeza para no mirarlo a los ojos.

—Nadia, ven aquí. Come conmigo —dijo él invitándola a sentarse.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora