Quiero

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Capítulo cuarenta y nueve

Nadia sintió a Ulises cerca. No sabía que era lo que quería, pero tenía sueño y no quería que la despertara. Aun así, abrió los ojos y lo vio. Parecía preocupado por lo que trató de despabilarse para poder prestarle atención.

—Ulises... ¿Estás despierto? ¿Pasa algo? —preguntó ella aún con sueño.

—Te estaba esperando —dijo él con una sonrisa.

Al parecer ella no había dormido más que unos minutos.

—Tu hermano acaba de irse —dijo él con mucha felicidad.

—Lo sé. Dijo que prefiere no verte hasta el día de la boda, supongo que le da vergüenza–dijo ella con una sonrisa tímida.

—Tampoco es tan feo mi trasero. Peor esta vez puedo entenderlo —dijo Ulises y se acercó a Nadia y la besó apasionadamente.

—Pensé que esperaríamos —dijo Nadia sorprendida.

—Lo sé —dijo él y volvió a besarla en los labios ahora por unos cuantos minutos—. Solo quiero mostrarte como me siento cada vez que estoy cera de ti. Únicamente será una demostración.

Volvió a besarla en los labios mientras con sus manos acariciaba el cuerpo de Nadia y la despojaba de las prendas que ella se había puesto poco tiempo atrás. Para Ulises los pechos de Nadia eran perfectos, exuberantes, pero no demasiado, en otra chica parecerían normales, pero en la contextura física de Nadia, se veían grandes.

Él creía que para cualquier hombre con buen gusto apreciaría los atributos físicos de una mujer como Nadia. No solo sus pechos eran perfectos, también lo eran sus piernas. Ya que pese a ser delgada tenía los muslos fornidos, lo que hacía que su trasero se viera delicioso y deseable para muchas cosas sucias.

Ulises se tomó el tiempo para besar cada parte del cuerpo de Nadia con sumo cuidado, haciendo hincapié en las zonas que más cosquillas le daban. Aun así, cuando llegó a su entre pierna se detuvo. Iba a concentrar su atención en ese lugar hasta que ella le suplicara que se detuviera.

Los sonidos de placer de Nadia le indicaban que estaba haciéndolo bien. Además, hacían que Ulises se sintiera deseoso de terminar con esa tortura y ayudarla a liberarse de esa presión.

—Por favor, Ulises —rogó Nadia con deseo y sintiendo que no lo soportaba más.

—¿Qué ocurre vida? —preguntó él con malicia. Si había algo más que disfrutara que tenerla así, era que ella se lo dijera.

—Tengo... Tengo mucho calor —dijo ella mientras que él seguía jugando con ella como si fuera un pequeño gatito probando los alrededores con su lengua.

—¿Me estás pidiendo lo que creo? —preguntó él satisfecho por haberle ocasionado ese deseo irracional. Ella le dijo que si y fue todo lo que necesitó para volver a sus labios. La besó con fuerza—. Recuérdalo, así me siento siempre que te tengo a mi lado.

Después de confesarle como se exaltaba con su mera presencia, se puso en posición. Ella lo tomó del cuello y lo acercó hacia su boca. Lo besó en los labios, de manera intensa, posesiva, cargada de deseo y mucho morbo. Como si lo poseyera con la boca.

Eso provocó tremendamente a Ulises, ella nunca se había comportado tan intensa hasta ahora. Él tomó sus muslos y los acarició hasta separarlos lo suficiente para colarse entre ellos. Acarició por última vez con sus dedos la parte más sensible de esa mujer y al ver que ella se retorcía entre las sabanas se rindió ante ella.

Como explicarlo, su cuerpo había estado tanto tiempo esperando este momento que su amigo parecía más grande que de costumbre. Lo que en cualquier otro momento sería una gran muestra de su virilidad. Sin embargo, ahora solo sería más difícil poder entrar en ella y temía lastimarla. Por lo que de manera paciente solo se apoyó en el lugar indicado para que ella sintiera su calor irradiando y fuera ella la que decidora cuanta presión ejercer para sentirse a gusto.

Nadia instintivamente levantó su pelvis indicando su deseo por qué él pudiera estar dentro de ella. Él la ayudó con la menor cantidad de fuerza posible. Aun así, ella sintió un tirón, y seguido a eso un escalofrío que la inundó por completo.

Nadia había terminado de forma intensa e inesperada, algo que había tardado en poder ejecutarse. Después de todo el trabajo que Ulises había hecho sobre ella era de esperarse que ocurriera. De todas maneras, él no había ni empezado siquiera. Por lo que trató de continuar.

—¿Puedo seguir? —preguntó él impaciente, aunque tranquilo. Era muy difícil estar con una mujer que recién se iniciaba en esto, ya que él tenía mucha energía acumulada.

Ella se lo permitió, pero cuando él hizo un poco de presión sobre su cuerpo, Nadia sintió cómo algo en la parte interna de su ser se desgarraba. Era muy doloroso y aunque ella no le dijo Ulises se dio cuenta por los movimientos que ella hacía con su cuerpo, por lo que no lo dudó y salió con suavidad de su interior.

—Creo que lo mejor va a ser que te subas arriba mío —dijo él y la ayudó a acomodarse—. Así va a ser más fácil.

Ella le hizo caso. Él se sentó en la cama e hizo que ella se sentara también mirándolo a él. Mientras ella se acomodaba, vio una pequeña mancha de sangre en la cama y miró a Ulises con temor.

—Es normal si es tu primera vez. Tranquila que iremos despacio —le dijo para ayudarla a calmarse. Ya que había empezado a temblar. Y aunque él quisiera ser distinto, entendía que debía esperar un tiempo hasta que su cuerpo estuviera completamente listo.

Ella se abrió de piernas y se acomodó frente a él. Ulises la acarició y la besó en los labios. Estuvieron si un buen rato hasta que ella dejó de temblar y empezó a disfrutar nuevamente de los besos y las caricias e incluso movía su cuerpo rozándose con él.

Las caricias de Ulises la hacían relajarse y a la vez se le entrecortaban la respiración. Los besos que él le daba en el cuello y la parte superior de su cuerpo la habían hecho desear intentarlo nuevamente. Por lo que se abrazó a él y después de ayudar a su amigo a acercarse a ella, dejó caer su cuerpo sobre él. Sintiendo cómo volvía a llenarse, pero esta vez pudo ver el rostro de su amado mientras lo hacía. Él tenía los ojos serrados y con sus manos apretaba las piernas de su amada. Ya que en cada aliento contenía un gran sobre carga de estímulos que no quería dejar salir aún.

Ella se quedó admirada por la cara de placer y dolor que Ulises ponía. Sin embargo, él la abrazó quitándole la oportunidad de seguir viéndolo de ese modo. Aunque ahora escuchaba la voz del hombre en su oído. Lo que extrañamente encendió a Nadia hasta el punto de empezar a moverse por segunda vez. Esta, mucho más larga que la anterior.

Autora: Osaku



Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora