Me gustas

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Capítulo veinte

Después de un día largo de trabajo, tras lidiar con el padre de Ulises. Decidieron cenar en la terraza de la mansión, al aire libre. Era una tarde cálida, las flores estaban en su mayor esplendor. Juntos habían ido a la cocina a robar unas cuantas cosas. Algo de pan, queso y vino. Uvas y manzanas para el postre. Solo querían pasar una noche tranquila sin demasiada etiqueta.

—Tienes algo ahí —dijo Nadia y le pasó la servilleta a Ulises por la mejilla para limpiar su rostro.

—Debo darte las gracias por todo lo que hiciste hoy —dijo él tomándole la mano.

—Es mi trabajo —dijo ella apenada.

La realidad era que había odiado a ese hombre desde que lo había visto en la puerta de entrada con su vehículo. Tratando mal a las personas, pero cuando empezó a despreciar a Ulises, Nadia no pudo contenerse.

—Sabes, nunca tuve el valor de enfrentar a mi padre. Siempre pensé que debía hacer que se sintiera orgulloso de mi. Aunque hoy, gracias a ti, entendí que quien te aprecia lo hace siempre. Y no por tus logros —dijo Ulises feliz de entenderlo al fin.

—Eres muy listo —dijo Nadia.

—Tú me haces sentir así —dijo y acarició el rostro de Nadia.

—Ulises —dijo ella avergonzada.

—Dime pequeña —dijo él mirándola fijamente a los ojos.

—Me gustas —dijo ella muy avergonzada.

Ulises se quedó mirando a Nadia, estaba asombrado. Era la primera vez que ella expresaba lo que sentía por él.

—Gracias, bonita. Me hace muy feliz saberlo —dijo y se acercó a Nadia y la besó en los labios.

—Espera —dijo ella y lo apartó.

—¿Qué pasa vida? —preguntó confundido.

—Es que estamos al aire libre. ¿Qué tal si nos sacan una foto? —preguntó ella asustada.

—Está bien —dijo él y trato de continuar, pero Nadia lo apartó.

Se decepcionó un poco. Era molesto que a ella le preocupara tanto que los vieran juntos. No era lo que él esperaría de una mujer que lo acompañara.

—Podemos volver adentro —dijo él y juntaron las cosas.

Desde que ella estaba en su vida, si bien no lo necesitaba, estaba siendo muy servicial en su casa. Incluso había comenzado a hacer cosas por sí mismo.

Unos días después, mientras que Ulises se encontraba en su oficina cerrando un trato a través de una videollamada, Ángel entró sin avisar.

—Señor ...–dijo él, pero al notar que aún estaba ocupado se quedó de pie a su lado.

Una vez que la llamada terminó, Ulises cerró la computadora y se frotó los ojos.

—Ángel – dijo Ulises y lo miró.

—Podrías hacerme el favor de dejar de decirme, señor. No me importa si está mi padre, la abuela u otra persona. Quiero que me trates como a un amigo, porque es eso lo que siento por ti —le dijo él.

—Pensé que solo era para agradar a la señorita Nadia —dijo Ángel sorprendido.

—Escucha, Nadia... La señorita González me hizo dar cuenta que no te he mostrado cuanto te valoro. Crecimos juntos. Somos amigos desde pequeños. Sabes todo de mí, no te mereces hablarme como si fuera solo un jefe.

—La verdad es que ya no sé si sé todo sobre ti —le dijo Ángel.

—¿A qué te refieres? —preguntó Ulises confundido.

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora