No sé de qué sería capaz

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Capítulo Treinta y tres

Nadia había usado a Ángel engañar a Ulises. Y él había entrado en su juego como si fuera un niño.

—¿No me extrañaste? —le preguntó Nadia de manera sensual al oído a Ulises.

Ulises la miró con sorpresa y en un instante su enojo desapareció por completo.

—Yo te extrañé —dijo ella y se apartó de él—. Vamos Ulises, intento ser sensual. ¿Te gusta lo que ves?

Ella desfilaba con ese hermoso vestido por la habitación con una pícara sonrisa.

—Esto no puede ser real —dijo él mirándola estupefacto.

—Tal vez no lo sea —dijo y se sentó sobre la cama que estaba llena de pétalos de rosas rojas—. ¿Vas a hacer algo o vas a esperar a despertar?

Él se sentó a su lado y la besó en los labios. Se sentía especialmente delicioso. Algo que un sueño no podría igualar. Lo sabía porque había soñado con ella cada noche desde su separación.

—Nadia... Yo —dijo él, atónito.

—Te amo Ulises —dijo ella, pero esta vez fue la que tomó la iniciativa y besó a Ulises—. Te amo como jamás imaginé que podría amar a alguien. Pero tengo mucho miedo.

—Nadia, en verdad yo... —dijo como un tonto.

—Ulises ¿Tú serías capaz de dejar el dinero por mí? —preguntó ella con temor.

—¿Dejar el dinero? Quiero entenderte, pero me confundes mucho con estas cosas —dijo él y se puso de pie.

—Es simple ¿Podrías ser un hombre común? —preguntó ella siguiéndole los pasos.

—¿Por qué dejaría lo que tanto me costó conseguir? —preguntó él, ya que no entendía a Nadia.

—Si estamos juntos tu familia va a hacer cosas para tratar de separarnos —dijo ella recordando lo que la abuela le había dicho.

—No lo permitiré —dijo él.

—¿Y si te hacen elegir? —preguntó ella recordando a su madre.

—¿Por qué me harían elegir? —todo esto ponía de mal humor a Ulises.

—Mi padre era un hombre con mucho dinero. Mi madre fue su amante por mucho tiempo. Mis abuelos paternos lo obligaron a dejar a mi mamá amenazándolo con quitarle todo lo que él tenía. Por lo que cuando le tocó elegir, se quedó con el dinero y abandonó a mi madre que estaba embarazada de mí —le explicó Nadia para que él comprendiera.

—El dinero no me interesa. En realidad, estoy en la empresa por mi abuela. Y nunca te dejaría, aunque fuera ella la que me lo pidiera —dijo y se acercó a ella—. Creo recordar que fuiste tú la que me dejó con el corazón roto.

Acarició el rostro de Nadia, se veía muy hermosa. La había extrañado mucho.

—Ulises —dijo ella y lo abrazó.

—¿Me amas? —preguntó él con seriedad.

—¿Te quedan dudas? —preguntó ella avergonzada.

—Quiero volver a escucharte, decirlo —dijo y la acarició con cariño. Quería ver su rostro cuando lo dijera.

—No me mires así —dijo ella volviendo a sentirse avergonzada.

—Dilo o me iré —dijo bromeando.

—Yo... Yo te —dijo ella y él finalizó la frase.

—Te amo —dijo él mirándola a los ojos—. También te amo mi pequeña.

—Ulises —dijo ella avergonzada por la forma en la que ese hombre la miraba.

—Salgamos de aquí antes de que esa cama me tiente demasiado —dijo y le agarró la mano.

Nadia se tocó uno de sus pies. Los tacones le habían sacado ampollas.

—¿Te duelen los pies? —preguntó Ulises al notarlo.

—Solo un poco. Es que no estoy acostumbrada a llevar tacos tan altos —le explicó ella.

—Te ves muy bella —le dijo Ulises y la besó.

—Gracias, lo hice por y para ti —dijo ella mientras subían al ascensor.

Cuando llegaron a la salida del hotel frente a una fuente, Nadia hizo un gesto de dolor. Ulises trató de cargarla, pero ella luchó contra él, ya que no quería que lo hiciera, por el hecho de que le daba vergüenza. Sin que pudiera mantenerse firme sobre sus pies, Nadia perdió el equilibrio y cayó junto con Ulises en la fuente.

—Ulises, lo siento —dijo ella apenada por el desastre que había causado.

—Mojada te ves tan sexi —dijo él y la besó ahí mismo. Sujetando su cabeza para que el beso no se cortara—. Que bueno que estamos en público porque si no, no sé de qué sería capaz.

—Ya somos dos —dijo ella con la respiración acelerada.

—Estás muy traviesa —dijo Ulises con una gran sonrisa.

—Lo soy, es solo que te falta conocer esa parte de mí —dijo ella y los dos rieron.

—¿Todo bien? —preguntó Nathaniel, quien estaba mirándolos junto a Ángel.

Nadia se sintió avergonzada al darse cuenta de que su hermano los había visto.

—Iré por unas toallas —dijo Ángel.

—No es necesario —dijo Nadia y se puso de pie. Estaba empapada—. Me corrijo, creo que si la necesitaré.

Después de ese bochornoso momento, Ulises y Ángel llevaron a Nadia y a Nathaniel a su casa.

—No quiero separarme de ti —dijo Ulises mientras la despedía en la puerta de su casa.

—Prometo mañana ir temprano a verte —dijo ella después de darle un beso en la mejilla.

—Está bien. Descansa —dijo Ulises acariciando su rostro y viendo cómo esta se avergonzaba.

Mientras Nadia y Ulises se despedían de una manera tremendamente acaramelada, Ángel y Nathaniel pasaban un momento extremadamente incómodo.

—¿Siempre son así? —preguntó Nathaniel a Ángel

—No. Hay veces en las que pueden ser peores —dijo Ángel sonriendo.

Una vez que Ulises y Ángel se fueron, Nadia y Nathaniel se cambiaron de ropa para irse a dormir.

—¿Estás conforme con esto? —preguntó Nathaniel al verla cantar mientras se secaba el cabello.

—Estoy muy feliz —dijo y abrazó a su hermano.

—Espero que ese tonto no te haga sufrir o sabrá de mí —dijo Nathaniel mientras acariciaba la cabeza de Nadia.

—Gracias por todo lo que hiciste hoy por mí —dijo ella y comenzó a bostezar

—Mejor vamos a la cama, ya que prometiste levantarte temprano —dijo él, incómodo, recordando cómo ella miraba a Ulises durante su despedida.

Autora: Osaku



Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora