Las cosas no se resuelven así, ¿o sí?

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Capítulo sesenta y dos

Ulises entró a la cocina y encontró a Dionisio riendo con su esposa. La ira lo invadió. Hermes y Ángel ya le habían comentado que Nadia había sentido curiosidad por conocerlo, pese a que él le había pedido que se alejara. Aun así, no pensó que sería capaz de llevarlo a su casa después de que le dijera lo que su hermano trató de hacerle en su juventud.

—¿Qué haces de nuevo en mi casa? —preguntó Ulises enojado a Dionisio.

Nadia se interpuso en el paso de Ulises y no dejó avanzar.

—Dionisio. ¿Podrías encargarte tú solo de terminar de preparar la cena? —preguntó Nadia mientras miraba con recelo a su esposo—. Ulises y yo tenemos que hablar un par de cosas.

—Por supuesto —Dionisio se sonrojó al escuchar la dulce voz de Nadia. Ella era muy amable con él.

Nadia tomó la mano de su esposo y lo llevó hasta el estudio. Después de cerrar la puerta escuchó las quejas de su esposo.

—¿Por qué está en esta casa? ¿Y por qué saliste con él? —preguntó Ulises furioso. No sabía qué excusa podría Nadia, pero estaba seguro de que esto terminaría mal.

—Tengamos relaciones —dijo Nadia mientras comenzaba a desvestirse mientras Ulises la miraba desconcertado.

—Estás muy enojado para hablar y yo también. Así que primero ven y dame duro —dijo ella desprendiéndose el brasier y dejándolo caer en el suelo.

Ulises estaba furioso con ella. Aun así, eso no quitaba lo hermosa y sensual que le parecía. Ella sabía cómo provocarlo. Y aunque lo dudó por un momento, no pudo resistirse cuando ella lo besó en los labios y acarició su pantalón. Se abalanzó sobre ella y mitigó sus más profundos instintos salvajes en esa habitación.

—¿Por qué nunca me haces caso? —le preguntó Ulises mientras marcaba el cuerpo de su esposa con sus labios.

—Porque siempre haces un mundo por todo —respondió ella acariciando el torso de su amado esposo.

—No quiero que te haga daño si no llegara a poder controlarse —dijo Ulises rozando a Nadia con su cuerpo y poniéndola contra la pared.

—Y no lo hará. Es solo un hombre que extraña a su familia. Se ve arrepentido —dijo ella mientras Ulises la empujaba con fuerza contra la pared haciendo que le costara concentrarse—. ¿Qué harías tú si yo estuviera con uno de tus hermanos?

—Lo mataría —dijo e invadió los labios de su esposa. Le costaba mucho mantener una conversación con ella estando en su interior.

—Aun así, te enojas con él por haberte agarrado del cuello —dijo ella sujetándose de la espalda de Ulises para sentirlo más cerca.

—Nad, no puedo continuar hablando —dijo y volvió a besarla hasta dejarla fuera de combate.

Una vez que ambos quedaron satisfechos. Él la llevó hasta el sillón de su oficina y con ella encima se recostó. No tenía fuerzas después de ese encuentro.

—No entiendo por qué te enojas con él por haberte agarrado del cuello, si piensas así —dijo ella con la respiración agitada.

—¿Vamos a hacer esto ahora? —preguntó él sin ganas de hablar. Nadia lo besó en los labios y él sonrió. Esta mujer podía con él de maneras impensadas—. Es que confió en ella en vez de mí. Soy su hermano.

Nadia se dio cuenta de que Ulises no tenía miedo por lo que su hermano pudiera hacerle. La realidad era que le había dolido lo que había hecho. No confiar en él pese a que Ulises le había sido completamente sincero.

—¿Y si tuvieras que elegir, confiar en mí o en alguno de tus hermanos? ¿En quién creerías? —preguntó ella mientras se alejaba de él y comenzaba a vestirse.

—Tú eres mi esposa. Es diferente —dijo Ulises entendiendo el punto de su esposa.

—Ulises, debes abandonar el dolor que la falta de confianza en tu hermano te causó. Sé que es duro y no pretendo que lo hagas de un día para el otro —dijo ella y besó su frente mientras él seguía sentado—. Aun así, yo tengo hambre, así que iré a cenar con él. Depende de ti si sientes que puedes compartir la mesa con tu hermano o si prefieres seguir poniendo distancia entre ustedes.

Nadia salió del estudio y fue al comedor. Dionisio ya tenía todo listo. La mesa se veía muy bien con los platos y las copas ordenados como si fuera un restorán.

—Espero que no te molestara que pusiera todo–dijo Dionisio con una sonrisa. Nad, lamento haberte causado problemas. Has sido muy amable conmigo.

—No te preocupes por nada. Esto es muy hermoso. Te agradezco el esfuerzo —dijo ella y tomó asiento.

—¿Ulises no vendrá? —preguntó y se dio cuenta de que ella había discutido con su hermano mayor—. Será mejor que me retiré, ya te causé demasiados problemas.

—Deja de decir tonterías. Quiero que me expliques que son estas maravillas culinarias que pusiste sobre la mesa —dijo Nadia e hizo que Dionisio sonriera.

Este empezó a contarle mientras ella degustaba cada plato. Pasaron unos minutos hasta que Ulises se acercó a la mesa.

—Amor ¿Cenas con nosotros? —preguntó Nadia como de costumbre.

Ulises afirmó con la cabeza y se sentó sin decir nada. Aún estaba molesto. Nadia se acercó a él y delante de su cuñado besó a su esposo en los labios. Estaba muy orgullosa de él por dar ese paso.

—Iré por más comida a la cocina —dijo ella dejando a un Ulises deseoso de más y a un Dionisio avergonzado.

—Es una chica increíble ¿No? —dijo Dionisio cuando Nadia ya no estaba en el comedor con ellos.

—Es mía —dijo Ulises y se empezó a servir la comida en su plato.

Nadia volvió con la comida y vio a su esposo comiendo. Era todo un logro.

—Dionisio ha viajado mucho. Cariño —dijo ella mientras le servía una copa de vino a su esposo—. Deberíamos pedirle que nos recomiende un buen lugar para cuando tengamos tiempo de irnos de luna de miel.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora