Un beso

2.3K 130 4
                                    


Capítulo dieciocho

Después de casi una hora, Ulises salió de su oficina. Ángel y Nadia estaban esperándolo.

Ángel, necesito que te encargues de esto. Por favor —dijo Ulises y le entrego una lista de archivos.

Al parecer, como siempre, su padre iba a hacer todo lo posible para molestarlo.

—Si señor —dijo Ángel mientras miraba la lista que le había dado su jefe.

—Ángel... —volvió a decir Ulises.

—¿Sí? —preguntó pensando que tenía que hacer algo más. Esa lista ya le iba a quitar el sueño el resto de la noche.

—Hazme el favor y deja de decirme, señor, o te golpearé —dijo tomándole el pelo a su amigo tratando de ocultar una sonrisa—. Señorita González.

Al decir eso, Nadia se dio vuelta para mirarlo directamente.

—¿Sí? —preguntó ella tratando de entender cómo era que se sentía. Parecía que aún estaba de buen humor.

—Me temo que estaré ocupado el resto de la noche, pero quería que supiera que me gustó hablar con usted —dijo él con cariño.

—A mí también —dijo ella y Ulises sonrió victorioso.

Ángel notó que a diferencia de otras veces en la que el padre de Ulises llamaba, esta vez se lo veía mucho más tranquilo. Nadia estaba cambiando cosas en él, en todos ellos.

—Señor Ulises —dijo Nadia mientras caminaba a su dormitorio.

—¿Sí? —preguntó él al ver que ella no se daba vuelta para verlo.

—No se duerma muy tarde que mañana debe ir a la oficina —le dijo ella, aunque sabía que ahora tenía trabajo. Quería que supiera que se preocupaba por él.

—Lo tendré en cuenta —dijo él y volvió a entrar a su oficina.

Al otro día Nadia se preparó y fue a la cocina, pasó primero por el comedor. Se dio cuenta de que Ulises todavía no se había levantado desayunar, por lo que fue hasta su dormitorio. Golpeó la puerta para que supiera que ella estaba ahí, pero él no respondió.

Al darse cuenta de que ya no les quedaba mucho tiempo entró al dormitorio. Lo vio dormido sentado en su cama, tenía documentos por todos lados. Se acercó para quitarle los papeles que tenía encima y él se despertó. Ella se asustó por lo que retrocedió, pero antes de que pudiera apartarse él tomó su mano y la acercó a él.

Ulises se ve muy lindo con cara de dormido. Incluso así no perdía su encanto.

—Buenos días, preciosa —dijo él un poco somnoliento.

—Señor Ulises... —dijo ella avergonzada por cómo él la sujetaba con una de sus manos de la cintura.

—¿Por qué me dices así? Sabes que cuando estamos solo me gusta que me digas por mi nombre de pila —dijo él como si se sintiera triste.

—Ulises ya es hora de que bajes a desayunar. Llegaremos tarde a la empresa —dijo ella con una voz dulce.

—Así me gusta —dijo feliz, con una sonrisa en los labios mientras con su otra mano le acariciaba la cara —Aunque preferiría desayunar en la cama.

No pudo resistirse y la besó en la mejilla. Después acarició lentamente sus labios.

—¿Cuándo será el día que me dejes besarte? —preguntó mientras la miraba

—¡Ulises! —dijo ella avergonzada.

Pese a los días que habían pasado juntos y de lo feliz que se sentía. Nadia aún tenía miedo de dar el siguiente paso con él.

—Si sigues así de indecisa terminaré robándote un beso —dijo él al darse cuenta de que ella dudaba.

Nadia pareció sorprenderse por sus palabras.

—Será mejor que me esperes en el comedor. En un minuto bajo —dijo él apartándola de sí. Quería hacer las cosas bien con ella y en verdad deseaba sentir su piel y sus labios.

—Si —dijo ella y se apartó después de darle un beso en la mejilla.

Aunque no sabía si porque él se lo había pedido. Al dirigirse al comedor se encontró con Ángel. Trató de mostrarse natural, aunque estaba muy avergonzada.

—¿Qué deseas tomar Nadia? —le preguntó Ángel después de que ella tomara asiento.

—Lo que sea, pero deja. Yo puedo servirme sola —dijo ella tratando de calmar aún su corazón.

—Pareces distraída. ¿Descansaste bien? —le preguntó Ángel.

—Si —dijo ella con una sonrisa.

—Note que se están llevando mejor con Ulises. Eso es bueno —dijo mientras le pasaba la crema para su café.

—Si... Eso —dijo ella tratando de no pensar en la razón por la que se estaban llevando mejor.

—Me alegro mucho por ambos —dijo él y bebió su té.

Una vez que los tres desayunaron fueron a la oficina. Ulises se recluyó ahí dentro. Nadia aprovechó para ir con su chofer a entregar unos documentos y pasó por su casa para alimentar a su gatito.

—Tilo, te extraño mucho —dijo ella al entrar al departamento y ver cómo su gato se acercaba a ella con indiferencia—. Prometo que pronto estaremos juntos de nuevo. Pero según Myriam te llevas bien con sus niños. Así que no te hagas el malo conmigo.

Después de empacar unas cuantas cosas más, Nadia se fue de nuevo a la empresa. Cuando llegó vio un automóvil que nunca había visto ahí. Por lo que preguntó a quién pertenecía.

Después de terminar unos trámites en el sexto piso, subió a la oficina de Ulises para darle la medicación. Al entrar notó que él se encontraba en una discusión bastante acalorada con alguien. Se notaba que estaba molesto.

—Ya te dije que no te hagas problema... Sé leer los números, no me enviaste a la mejor universidad para que tengas que decirme cómo ver las finanzas de la empresa. Ya nos hemos recuperado. Está bien, no te voy a prohibir la entrada. Puedes venir cuando quieras, no tengo nada que ocultar —dijo y después de eso cortó.

—Ulises, ¿estás bien? —preguntó ella al ver cómo había hablado al teléfono.

Escuchar esa dulce voz, decir su nombre, lo tranquilizaba de una manera que nunca habría podido imaginar.

—Ven aquí —dijo él y le dio su mano para que se acercara.

—Nada que no pueda resolver. Aunque me haría muy bien si me pudieras ayudar con algo —dijo él de manera juguetona.

—Dime —dijo ella sin mirarlo. Él hacía que se avergonzara cuando le hablaba así.

Ulises tomó uno de los documentos que estaban sobre la mesa y tapó sus rostros con él. Después de eso le dio tiernamente un beso en los labios a Nadia. No es que fuera necesario ocultarse porque no había nadie, tampoco era porque tuviera miedo que ella lo rechazara. Aun así, se sintió un beso robado.

—Ulises... —dijo ella avergonzada mientras rozaba sus labios con su mano.

—Lo siento, pero ya no aguantaba más. ¿Te has enojado conmigo? —preguntó inquieto.

—No. Es solo que...–dijo ella dubitativa.

Él no fue lo que impulsó a Ulises a volver a besarla. Esta vez abrazándola con cariño.

—¡Ulises! —dijo ella apartándolo.

—Dijiste que no te habías molestado. Pensé que podía volver a hacerlo —dijo pícaramente.

—Eres un tramposo —dijo ella con una sonrisa muy tierna y las mejillas rojas.

Él volvió a acercarse a ella, pero esta vez no la besó, sino que acarició el rostro de su amada.

—Es increíble lo bien que me siento a tu lado. No puedo creer que tardaras tanto en llegar a mi vida. No voy a dejarte ir nunca— dijo y ella bajó la vista—. ¿Ahora quieres almorzar conmigo?

—Me halaga su invitación, caballero —dijo ella tratando de salir de sus brazos. 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora