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Episodio 26: Entre amigos.

—¡¿Por qué debería?!

Dionna gritó.

Cuanto más actuaba así, más consternadas y frías se volvían las miradas que la rodeaban.

—Dionna.

Finalmente, Tarkan le habló.

Dionna se volvió hacia Tarkan tan rápido como su cuello se lo permitió.

Aunque Tarkan ni siquiera la miraba y solo le prestaba atención a Aristine, ella no podía abandonar sus expectativas tan fácilmente.

—Creo que estás malinterpretando algo.

Sus ojos dorados atravesaron a Dionna como una daga afilada.

—Ya sea en el pasado, presente o futuro, nunca has sido especial para mí.

Nunca le había dado a Dionna su corazón. Nunca.

Ante esa cruel declaración, los ojos de Dionna se abrieron en estado de shock.

—S-Su Alteza...

—Aristine es la mujer con la que me he casado.

Tarkan envolvió su brazo alrededor de los hombros de Aristine como si la estuviera protegiendo.

Su afecto por Aristine era claro, y Dionna sintió como si un cuchillo le atravesara el pecho.

—No te acerques a mi esposa, nunca más —terminó Tarkan mientras tomaba a Aristine entre sus brazos.

Sus ojos estaban llenos de desprecio y desdén cuando miró a Dionna.

Tarkan solía mirarla siempre como la hermana pequeña de un querido guerrero que falleció.

Dionna siempre esperó que su mirada cambiara algún día.

'¡Pero yo no quería que cambiara así!'

Quería que él la mirara como una mujer, como alguien a quien amaba. No ésta mirada hostil y llena de odio.

—¡Ah!

Dionna gritó y se agarró la cabeza.

—¡No! ¡No! ¡No!

Los guerreros la agarraron cuando estaba perdiendo la cabeza.

Su apariencia habitual ya se había ido, pero en este momento, Dionna se veía tan terrible que no podía llamarse una joven dama noble.

Umiru, que había estado en silencio hasta el momento, dijo 'Uf' y se estremeció.

Aplaudió una vez y abrió la boca:

—Bueno, la princesa consorte necesita descansar. ¿Se puede resolver este asunto fangoso afuera?

Su mirada revoloteó más allá de Dionna y se posó en Tarkan. Era una mirada de reproche.

Los guerreros agarraron el brazo de Dionna y tiraron.

—Dionna, vámonos.

—¡No quiero...!

—No levantes la voz, sal y habla.

Dionna se negó a irse y trató de mantenerse firme, pero no pudo ganar contra la fuerza de los guerreros.

Ambos brazos estaban sostenidos como si la estuvieran arrastrando.

—Perdón por el alboroto cuando debería estar descansando...

—Lo siento, princesa consorte.

Aristine¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora