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Sin embargo.

La reacción de Tarkan fue diferente de lo que esperaban.

Tal vez estaba demasiado sorprendido. Porque nunca podría haber imaginado que esto sucediera, ni siquiera en sus sueños.

Las criadas le sonrieron a Tarkan y le tendieron las manos.

—Su Alteza, le serviremos esta noche.

—Disfrútennos tanto como quiera.

Se acercaron a él mientras hablaban, pero Tarkan no reaccionó.

Supusieron que debía estar dudando, así­ que soplaron en su oído y susurraron.

—Está bien. Es el futuro rey de Irugo, después de todo. ¿No va a tener varias concubinas después de convertirte en rey? El momento es sólo un poco antes, eso es todo.

—La princesa también está jugando con otros hombres, de todos modos.

—¿No sería bueno que Su Alteza hiciera lo mismo?

En ese mismo momento, los ojos dorados de Tarkan brillaron como un relámpago.

—¡Argh!

Las criadas no podían decir lo que pasó. Solo que les dolía todo el cuerpo.

No fueron golpeadas. Simplemente fueron arrastrados. Quizás fue por eso. No estaban realmente seguras.

Ni siquiera podían respirar bien porque tenían mucho miedo.

Para cuando recuperaron el sentido, las habí­an echado de la habitación y tirado al suelo.

'¿Por qué?'

No podí­an entender. No sabían lo que hicieron mal.

Pensaron que ciertamente llegarí­an a Tarkan.

En ese mismo momento.

Escucharon un sonido tan escalofriante que les puso los pelos de punta.

Tarkan estaba desenvainando su espada.

Cuando vieron la hoja de la espada brillando con un tono azul bajo la luz de la luna, las sirvientas temblaron.

—Ya que te atreviste a despreciar a tu maestro, debes pagar por tu crimen.

Tenían las extremidades congeladas, pero intentaron alejarse arrastrándose. Pero la hoja ya había llegado a sus cuellos.

—No, ¿puedes siquiera pagarlo? Sus vidas sin valor no son suficientes.

Tarkan, que estaba sonriendo, agarró la espada con más fuerza, pero en ese momento...

—Tarkan.

Una mano suave agarró su brazo.

Aristine lo miró y le dio unas palmaditas en el brazo.

La mandíbula de Tarkan se apretó. En este momento, ella debería ser la que se sienta más enojada que él.

Pero, ¿por qué le estaba dando palmaditas en el brazo y diciendo que estaba bien?

—¡P-princesa!

—¡P-Por favor, sálvame...

Las doncellas se aferraban a la falda de Aristine, con la cara chorreando mocos y lágrimas.

—¿Me estás pidiendo que te salve ahora mismo? —Aristine preguntó, sintiéndose absurda—. Wow, ustedes son increíbles, ¿no es así?

Las sirvientas se sintieron avergonzadas cuando dijo eso, pero no estaban en condiciones de preocuparse por eso.

Aristine¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora