Capítulo 81: Rojo.

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Capítulo 81: Rojo.

—Kayla… —Nic dio un paso hacia mí y yo retrocedí dos

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—Kayla… —Nic dio un paso hacia mí y yo retrocedí dos.

—No, no.

Nic estaba diciendo algo, sus labios se estaban moviendo y él me estaba mirando con los ojos abiertos como platos pero no… no podía escuchar lo que decía. Una alarma se había encendido en mi  cabeza y no tenía manera de detenerla; todo a mí alrededor pareció moverse con lentitud, en cámara lenta, y quizás estaba entrando en pánico, no lo sé, solo sabía que tenía que salir de aquí.

¡AHORA!

Si salía por la puerta delantera y me zambullía al canal lo consideraría un escape exitoso; pero no, espera, espera un momento: ¡afuera había aún más gente que dentro del café! Rayos, rayos.

Ohm... tal vez… esconderme en la cámara frigorífica era una mejor idea.

Sea como sea, debía tomar una decisión ¡y rápido!

Tic tac, tic tac.

Concluí que la opción menos mala sería esconderme y eso haría ¡ahora mismo! pero cuando intenté dar más de dos pasos, Nic apareció en mi campo visual por segunda vez y en esta ocasión no fui capaz de contener mi descontento.

—Hazte a un lado. —gruñí, más que decir, sin importarme en lo más mínimo que mi voz sonara amenazante... pues lo que menos necesitaba ahora era perder mi tiempo con nada ni con nadie… ni siquiera con Nic (tenía razones de sobra para no querer hablar con él, además de la más obvia de ellas).

Pero Nic, por supuesto, tuvo que interponerse en mi camino ¡y en el peor momento! ¿Por qué ahora, de todos los momentos?

—¡Vamos!

Sin previo aviso y antes de que pudiera hacer algo para impedirlo, Nic atrapó mi brazo y, acto seguido, me llevó (incluso contra mi voluntad y a pesar de mis protestas) a través de la sala. Entre empujones de hombros y algún que otro tropiezo, logramos abrirnos paso entre la multitud, y no fue sino hasta que vislumbré la barra y como cada vez nos acercábamos a las puertas azules que habían sido mi plan original de salvación… que lo comprendí.
Nos dirigíamos allí a toda velocidad.

Tuve que cerrar los ojos con fuerza pues apenas nos introducimos a aquella habitación, nos recibió una brisa gélida. Las puertas emitieron una especie de chillido y luego solo hubo silencio, la música y las risas del exterior se oían muy lejanas, aunque solo estaban a una puerta de distancia.

No pasó mucho tiempo, cuando decidí abrir mis ojos y lo hice con lentitud pues era imposible no sentir el frío arropando mis extremidades. Y no me sorprendió, cuando una brisa helada, como un fantasma golpeó mi cara. A veces recordaba lo que le pasó a Miriam aquí y me daban escalofríos. Debe ser horrible ser experimentar algo así, incluso he tenido pesadillas donde en lugar de Miriam, soy yo la que está atrapada en este congelador; en la esquina de la estantería justo como lo estuvo la rubia, congelada, e inmóvil como una muñeca y siendo incapaz de gritar por ayuda, es… aterrador.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora