Capítulo 82: Tarde.

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82: Tarde.

¿Acaso… acaso estaba bromeando? No, no lo hacía

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¿Acaso… acaso estaba bromeando? No, no lo hacía. Ella me miraba con tanta seriedad y preocupación y simplemente sabía que Rikki no bromearía al respecto, no en un momento como este, al menos. Sin embargo, yo también hablaba muy en serio.

—Parece que se te subió la presión. —insistí.
Porque Rikki no era consciente de su estado actual. Era natural, Rikki no podía verse a sí misma como yo lo estaba haciendo. De lo contrario, si fuera capaz de hacerlo tal vez Rikki se asombraría.

Con cada segundo que pasaba Rikki se parecía más a un tomate, pero aun así se las arregló para mirarme como si hubiera perdido la cabeza. Bueno, no lo estaba. Ella solo tenía que mirarse a sí misma para comprobarlo.

—¿De qué estás…? —y cuando Rikki al fin lo hizo, sus ojos azules recorrieron con  escepticismo sus manos, luego sus brazos y su pecho. Rikki frunció el ceño en profundidad, me miró y abrió su boca, pero ninguna palabra salió de ella. Por primera vez desde que la conocía, Rikki parecía estar sin palabras.

Yo, por otro lado, no me sentía enferma ni nada parecido. ¿Por qué iba a estar roja? No fue sino cuando, al observar mis manos y mis brazos, mis hombros y mi pecho que noté, con cierta sorpresa, que estaba... ruborizada. Pero tampoco sentía calor y mucho menos sentía vergüenza.

¡Yo era un tomate! Rikki y yo. Ambas lo éramos.

¿Cuándo apareció esto?, ¿y por qué?

¿Por qué ahora, el peor momento para que esto sucediera?

Era consciente de que mi amiga me miraba con los ojos abiertos como platos y la conocía lo suficiente como para saber lo que estaba pasando por su cabeza... porque era lo mismo que pasaba por la mía en ese momento.

¡¿Qué demonios está pasando aquí?!

Y muy a mi pesar, la respuesta a aquella duda no demoró en llegar a mí, en la forma de un frasco vacío y ahora inservible que Rikki parecía haber olvidado que sostenía en su mano derecha… Rayos, ¿Acaso es por eso...? Vamos, era lo más obvio.

—¡Es la fórmula! —comprendí en una exclamación mientras sentía como si un balde de agua helada hubiese caído sobre mi cabeza. Esto era malo—. Tiene… tiene que ser, ¿no?

Entonces Rikki frunció el ceño, expresión que la hacía ver enfadada (más de lo usual), y se mantuvo pensativa durante unos instantes; luego, de nuevo supe lo que diría antes de que las palabras surgiesen de su boca.

—Lewis. —soltó, en una especie de gruñido de frustración y mientras rodaba los ojos, como si esa fuese la respuesta a este extraño acontecimiento.

Y muy equivocada no estaba.

—Demonios…

¿Se trataba de un efecto secundario de la fórmula?, ¿un error?, bien… ¿qué otra cosa podía ser, aparte de lo más evidente? El punto era que estábamos rojas y muy confundidas. Rayos, rayos, ¡rayos!

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora