Capítulo 40: Progresos y Oportunidad.

989 84 6
                                    

—Me apetece un café.

—Una malteada de sandía y mango.

—...Flexible.

—Un jugo de mango, por favor.

— ¡Quiero una malteada de fresa!

—No tardará. —Ofrecí la misma respuesta y sonrisa a todas aquellas peticiones para, acto seguido, dirigirme a otra mesa... y encontrarme con dos caras conocidas—. ¿Ya decidieron lo que desean para ordenar? Les recuerdo que cerramos dentro de veinte minutos.

—Esto es ridículo —interrumpió Nate, dejando caer el menú sobre la mesa y mirándome, como si le hubiese soltado una palabrota.

— ¿Qué parte? —inquirí, con una ceja en alto.

—Esto... todo esto —repuso mientras miraba a su alrededor—. ¿Cómo puedes obligarme a decidir en tan poco tiempo? Cosas como estas deben pensarse detenidamente. Es cuestión de vida... o muerte. —finalizó, dramático.

—Pues bien, tómate el tiempo que quieras —dije y forcé una sonrisa—. Espero que lo logres antes de que sea hora de cerrar.

—Realmente no suenas muy amable, ¿sabes? —Qué observador—. Como un chico en edad de crecimiento, me preocupa lo que pongo en mi cuerpo joven y atractivo —era sorprendente la capacidad que tenía para quejarse y presumir al mismo tiempo—. Pero, tú... vienes hacia mí con tú adorable cara y tú sonrisa y pones esta carga sobre mis hombros como si no tuviera nada que ver contigo, ¿no es tu trabajo anteponer mis deseos, los deseos del cliente, ante cualquier otra cosa? Estás violando mis derechos humanos... ¡oye!

—Ya déjalo —quién hizo callar a Nate, no fue otro que su mejor amigo, es decir, mi hermano.

— ¿Qué rayos? Estoy en mi derecho.

Zane apenas me miró, mientras hacia su petición

—Pide algo rápido, o nos largamos.

—Eres aburrido —replicó Nate, en una especie de lamento. Me entregó la carta del menú, y dijo: —. Una malteada de sandía.

Con cada paso que daba, mis pies ardían como si hubiera corrido una maratón y no podía evitar darle una ojeada al reloj; ¿ya puedo irme a casa? Para empezar, me respondió mi conciencia ¿alguien te obligó a hacer horas extras? Déjame pensarlo... Nop, nadie. ¡Cállate, conciencia!

Era una situación curiosa; hasta hace unas semana yo no era más que una cliente más, quien disfrutaba pasar su tiempo libre con sus amigas en nuestro sitio predilecto; sin embargo las cosas dieron un giro y para resumir toda la historia, hoy día me encuentro usando el uniforme del café y paseándome de mesa en mesa, preguntando:

-Bienvenido al Cyber Café. ¿Puedo tomar su orden?

Por cierto, el café estaba a reventar, cosa que no me sorprendía porque estábamos en vacaciones y aunque no hacía un calor tan sofocante, el clima era lo suficientemente seco como para provocar que algunas personas, incluyéndome, quisiéremos dejar todo, salir corriendo y lanzarnos al mar. Y como eso no iba a pasar, al menos no por mi parte; la opción más segura era tomar una refrescante bebida en un agradable lugar, que ofrecía precios razonables.

No es como si le estuviera dando publicidad al café porque es donde trabajo. No, no, que va. Pero si tienen tiempo, visítenlo; les gustará.

Una semana había pasado desde que estuve a prueba y dos de que me dieran la bienvenida oficial como empleada a medio tiempo en el Ciber café.

— ¿Qué puedo hacer por ti? —la persona que en ese momento ocupaba mis pensamientos apareció en mi campo visual, utilizando una frase que se había vuelto familiar para mí durante estas últimas semanas.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora