Capítulo 18: Aproximación

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Con Nic, llevábamos escasos minutos de haber abandonado mi casa, y luego de una corta caminata, no tardamos en llegar a las inmediaciones de la costa. Por suerte que no vivo entre los grandes rascacielos que adornan la ciudad, porque la segunda playa más cercana es a unos cuantiosos kilómetros.

Nada más emprender la salida de mi casa, para ir a reunirme con las chicas, me topé con Nic en la entrada. Básicamente nuestras narices colisionaron incluso antes de que nuestros cerebros reconociesen que estábamos uno frente al otro (ahí, como en una especie de chispazo, entiéndase un balde de agua sobre mi cabeza, me di cuenta que había olvidado con asombrosa desfachatez que estaba en camino, yo y mi memoria a corto plazo por supuesto, y me sentí terriblemente avergonzada. Añadiéndole que fue muy puntual. Once minutos antes de las cinco). Pero no tardé en contarle lo que ocurría (era lo menos que podía hacer, después de todo); que el hermanito de Emm se había perdido e iba con las chicas a buscarlo. El pareció comprender, tras un breve y normal, lapso de confusión y sorpresa y, honestamente pensé que me odiaría de aquí hasta el infinito. Sin embargo, me preguntó si no había algo en lo que pudiese ayudar, e incluso se ofreció a acompañarme. Y bien, no voy a negar que me pareció muy buena idea, su iniciativa; digo, mientras más ayuda mejor. De modo que juntos nos dirigimos con las chicas.

Una vez que distamos el Parque Marino, en el cual trabajaba Cleo, buscamos a las chicas por todos lados, luego de revisar todo el lugar y preguntar a Miss Geddes que nos miraba con recelo, era muy evidente que ya no estaban allí. Entonces, llamé a Emm y me dijo que se habían ido hace algún tiempo; ella y Cleo que se cansaron de esperar y fueron a otros lugares a buscarlo.

—Oigan, ¿qué tal si nos dividimos? —sugerí—. Ustedes al centro comercial y Nic y yo vamos con Byron.

Así nos ahorraríamos mucho tiempo aparte que es mejor buscar en grupos. Tal como hicimos en la playa; agruparnos en equipos para que de ese modo, aunque éramos menos, ocupábamos mayor terreno. Porque la ciudad era grande, realmente. Y de ese modo, quienes lo encuentren primero, avisan a los demás. Emma aceptó, mostrándose de acuerdo con la idea. Y antes de cortar advirtió que si lo encontrábamos primero, la llamáramos de inmediato, y viceversa.

Me puse de puntitas (como si eso pudiera ser realmente útil, claro) y miré de izquierda a derecha. Ojos entrecerrados e investigador sobre todas esas personas. Por estar en una parte alta, tenía una buena visión del panorama general; sin embargo eso no me era muy útil, había demasiadas personas, incluso para estos días y eso dificultaba mi labor. Mientras miraba la playa a la distancia, me di cuenta que era grande, realmente amplia. Desde una visión satelital nos veríamos como hormigas: numerosos, pequeños y sin distinción.

Entrecerré los ojos, tratando de diferenciar. Me di cuenta que a la mayoría de quienes se encontraban allí, no los conocía; eran turistas que venían de otras partes del mundo o del país, a vacacionar, o de otras zonas de la ciudad, o simplemente no intentaba ser un poquitín más sociable para reparar en otras personas aparte de mi visión periférica.

Miré a Nic.

—Vamos.

Bajé la vista al declive, el borde que separaba la urbe con el mar, y di un salto. No habíamos avanzado demasiado, tan solo un par de metros, pero la brisa pareció intensificarse nada más poner un pie en la arena; venía en la dirección opuesta a la nuestra, iba levantando polvo por todos lados y dificultaba mantener los ojos abiertos más de dos segundos sin que se me metiera algo al ojo. Aunque, por el lado bueno, hacía que el estar una multitud al aire libre, asoleándose con las piernas tendidas y lentes oscuros en sus rostros, no hiciese las cosas tan apretujadas para todos. Todos estaban demasiado apretados, pero muy cómodos.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora