Capítulo 69: Confesiones.

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Confesiones.

-Bueno -dijo Karl, tamborileando sus dedos contra le mesa, en un gesto impaciente. Sus ojos como piscinas de chocolate amargo, nos miraban, expectante-. ¿Qué opinan?

¡Es la peor idea de todo el mundo! La peor, por mucho.

-Es una buena idea. - ¡¿Qué?! No, no, no, no. ¡No!

Y así como así, la única persona en toda la mesa que hasta ahora no había dicho una palabra sobre el tema en cuestión, habló. Y no pudo haberse sentido más como "recibir un balde de agua helada sobre mi cabeza". Por la manera como el señor Chan analizaba el diseño sobre la mesa (puerto deportivo, aeropuerto, campos de golf, hoteles, tiendas)... papá había logrado su objetivo. O, al menos, había capturado su interés.

Como lanzar la carnada al agua y esperar que el pez pique el anzuelo. El pez se había acercado. O algo así. No sé mucho de pesca o de proverbios.

-Es más que una idea. -no pude interpretar la expresión en el rostro de papá pero podía hacerme una idea muy clara. Desde el exterior, se veía tranquilo y relajado pero podía imaginarlo a la perfección: bailando y celebrando desde el fondo de su mente. Papá iba obtener a su promotor y ya tenía a su inversor. Iba a cerrar el trato; porque era evidente que George estaba interesado y Karl (que había sido el de la idea) aportaría el dinero. Solo había que mirarlo, ni siquiera se había sentado.
Sí, papá iba a obtener mucho dinero con esto, iba a sumar un par de miles de dólares más a su ya de por sí considerable riqueza. Y, sin duda alguna, iba a destruir la isla Mako. Y ¿adivinen de quien sacó Zane su terquedad? Así es; papá es del tipo que no se rinde hasta no obtener lo que desea.

-Disculpen -pero yo era hija de mi padre y estábamos hablando de la isla Mako. Sin mencionar que era el lugar donde me convertí en sirena e hice a mis primeras y buenas amigas, era especial para mí (y no solo en el sentido mágico de la palabra) -. ¿No tenemos suficientes destinos turísticos? -Lo lamento papá, (o tal vez no tanto), pero no puedo permitir que cierres ese trato, no puedo permitir que hagas ese negocio-. La ciudad está repleta de ellos -apoyé mi barbilla sobre mi mano y les ofrecí una expresión aburrida que resultara creíble-. Añadir uno más a la lista sería redundante -fui consciente de la mirada de papá sobre mí, pero la ignoré-. Deberías asegurarte que esta inversión sea segura para tus negocios, papá. De nada servirá invertir allí si a las personas no les interesa el terreno. -entonces esbocé una sonrisa inocente (y fingida).

-Gracias por tu preocupación, hija -oh, está comenzando a enojarse-... pero ya está en marcha -la sonrisa se esfumó de su rostro como si jamás hubiese estado ahí en primer lugar-. Voy a tomar esa roca y la convertiré en un destino turístico -no si puedo evitarlo-. Está decidido. -lo dijo con tanta seguridad que me pregunté qué tan "en marcha" iban sus planes. O quizá papá solo estaba fanfarroneando.

-Sigue siendo un gran riesgo -repliqué-. La isla Mako no tiene nada destacable y por más que la "actualicen" nunca ha sido muy popular entre los turistas, ¿no es así? -lo dije en un tono que indicara que más que preocuparme por la isla, me preocuparan lo contraproducente que resultaría construir allí-. No creo que eso cambie. Quiero decir; yo lo pensaría dos veces antes de pasar mis vacaciones sabiendo que allí han desaparecido barcos, han ocurrido incendios y ¡oh, lo olvidaba! hay tiburones por todo el lugar -entonces bufé-. Creo; mejor dicho: sé que es una terrible idea...

Oops. Oh rayos. Lo olvidé, había pasado tiempo desde la última vez que sucedía. Papá me dio esa mirada. Esa que me dedicó en el auto cuando nos sacó de la estación de policía la noche que me convertí en una sirena, cuando se enteró que peleé con Miriam, cuando descubrió que trabajo en el Juice Net. Era una amenaza silenciosa acompañada, por lo común, de una frase simple y directa:

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora