Capítulo 24: Fuego.

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Habíamos disfrutado de un día entero de compras como nunca antes, y sí con un cambio de imagen y todo; era algo repentino pero a decir verdad, no me desagradó en lo absoluto. Digo, para nada odio tener mechas rosas en mi cabello, como que le da algo de personalidad a mi cabello castaño, aburridamente lacio. Sin embargo no tardamos en terminar desplomándonos en un banco, felices, por supuesto, pero agotadas como si hubiéramos recorrido una maratón. Y es que estaba hecha pedazos; cargar con toda esas bolsas entre mis delgados brazos y encima verme glamorosa haciéndolo, no era fácil, nada fácil. Así que lo sometimos a votación y entre todas votamos a favor de tomar un pequeño descanso ¡viva la democracia!

Al atravesar la entrada, me separé de las chicas solo para tener un emotivo reencuentro con mi café preferido, el cual había echado mucho de menos; además, ver el menú con todas las opciones que tenía a mi alcance me hizo babear un poco, como los cerebros a los zombis. Estaba realmente sedienta y no era para menos; básicamente, estuve levantando pesas... ¿Qué si me sentía más fuerte? No, mis brazos me dolían horrores, pero fue muy, muy divertido; este día definitivamente estaría en mi top personal de: los mejores días de mi vida.

Mientras examinaba el menú con todas las opciones que tenía a mi disposición, noté que las chicas discutían por no-sé-qué-cosa; no alcanzaba a escuchar nada. Pero no pareció ser tan importante porque, como si nada hubiera pasado, Rikki no tardó en reunirse conmigo a observar el menú.

—Yo invito. —fue lo único que dijo.

— ¡Wow! Miren, son hermosos. —volteé, encontrando a Cleo inclinada frente a un cristal repleto de peces.

—Sí, son lindos. —asentí. Noté que Rikki había perdido todo interés en la barra— ¿Interesada? —curioseé.

—Conozco a este pez. —la miré con una ceja enarcada, pero ella estaba demasiado concentrada, mirándolo, como para notarlo. Extrañada, la imité.

—Bueno, combina con tus ojos. —comenté. Mi amiga me miró de una forma un tanto extraña antes de volver la vista al frente.

— ¿Sí? —Cleo alternó su mirada entre Rikki y el pez azul que había capturado su atención—. ¡Es verdad! —coincidió—. ¿De qué especie es?

—No —la interrumpió, sin apartar la vista—. Conozco este pez. —especificó.

Cleo y yo intercambiamos una mirada.

— ¿Dices...? —empecé a decir, ladeando la cabeza.

— ¿Personalmente?

*.*.*.*

Después de ese "reencuentro"; Rikki nos contó todo sobre su nuevo trabajo, el cual básicamente consistía en llevarle peces a un empleado del Parque Marino que se encargaba de criarlos. Todo muy bien; sin embargo, había un pequeño detalle: nadie con ese nombre figuraba en la lista de empleados del Parque; con la Supervisora del Parque dónde Cleo trabajaba ya lo habíamos checado.

—No me diga, parece muy activo para su edad —comentaba Lewis, cuando regresaba a la sala de estar—. No, no, no. Fue un placer hablar con usted. Bien, adiós —Lewis apartó el teléfono de su oreja, colgando la llamada—. Ya llamé a todos los B. Rollins de la guía y el único Barry, tiene 65 años y una cadera de plástico. —informó.

—Ese no es. —acotó Rikki.

—Se la colocaron hace solo dos semanas.

—Ese no es. —repitió.

—Y ya está jugando a los bolos de nuevo —Lewis hizo oído sordos a las DOS respuestas negativas—. ¿Segura que no es él? —Rikki rodó los ojos.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora