H2O, sirenas del mar; La Otra Sirena

El Cráter y el estanque.

Capítulo 03:
El Cráter y el Estanque.

¡Auch! Eso… no fue tan doloroso pero me asustó. Esperen, yo… estoy ¡estoy viva! Cuando abrí los ojos no pude distinguir nada, hasta que escuché un quejido a mi lado para recordarme que no me encontraba sola.

Apoyé las palmas en el suelo y me senté, acariciando mí brazo adolorido. Donde Cleo se había aferrado para evitar caer, irónicamente, me había arrastrado con ella.

Sin querer levantarme tan pronto, le eché un vistazo al lugar donde me encontraba. Era una cueva; grande, oscura y con un olor raro.

— ¡Kayla! ¿Dónde estás?  ¡Kayla! —miré a mi derecha y cuando pude acostumbrarme a la oscuridad, distinguí la silueta de Cleo que se hallaba a poca distancia de mí en el suelo. Ella pareció verme también pues se arrastró por el suelo y cuando estuvo cerca se aferró a mí en algo parecido a un abrazo. Estaba temblando.

— ¡Cleo! ¡Kayla! —Gritó una voz conocida. Emma. Y de hecho pude verla desde una distancia de aproximadamente cuatro o cinco metros, acuclillada junto a Rikki por el inicio del hoyo a través del cual Cleo y yo habíamos caído—. ¡Chicas!

— ¿Estás bien? —me preguntó Cleo, alejándose.

Acaricié mi brazo del cual sentía un molesto ardor pero con suerte sería solo una raspadura.

—Podría estar peor —le di una última ojeada a la piel de mi antebrazo—. ¿Tú?

—Me duele la pierna.

— ¡Chicas! ¿Están bien?

Me arrastré por el suelo y asomé la cabeza. Emma desde arriba, pareció soltar todo el aire que había estado conteniendo.

— ¡Estamos bien!

— ¿Pueden subir?

Cleo negó con la cabeza.

—No. —respondió mientras sostenía su pierna con una mueca de dolor.

Me deslicé hacía ella y tomé su pierna entre mis manos, con la intención de inspeccionarla.

—Parece que está… torcida —cuando la miré a los ojos… estos tenían una expresión de puro terror—. Vas a estar bien, al menos no se rompió. —Cleo me miró, horrorizada y yo la miré, divertida por su reacción.

— ¿Están seguras? ¡Vamos, inténtenlo! —Insistió Rikki.

—No puedo. —replicó Cleo a su vez.

—Olvídenlo —negué—. Además, es demasiado empinado.

Por un momento las chicas intercambiaron unas muy cortas palabras. Me comenzó a preocupar que comenzaran a discutir, cuando Rikki gritó:

— ¡¿Estás loca…?!

Y para entonces Emma se había lanzado a través de la entrada de la cueva, gritando y cayendo precipitadamente, aunque con más gracia, a nuestros pies.

— ¿Estás bien? —le preguntó Emma a Cleo al ver que esta se sostenía la pierna.

—Me duele un poco la pierna —le explicó y me miró de reojo—.  Pero Kayla dijo que es solo una torcedura.

—Déjame ver. —murmuró. Emma, luego de analizarla cortamente, nos miró alternativamente a ambas y agregó con una media sonrisa tranquilizadora: —… Así es, es solo una torcedura.

—Cielos, te lo dije. —me quejé. Pero sabía que Cleo solo le haría caso a Emma.

Con un gritito, una tercera persona cayó brusca y sorpresivamente hasta nuestros pies y Emma la contempló asesinamente.