Capítulo 100: Vuelta de tuerca.

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Vuelta de tuerca.

Porque en el momento y el lugar adecuado, todo termina.

~.~.~

—Bueno, es hora de decir adiós —dije, cuando me hallaba en la puerta de la casa Gilbert. Para corroborar nuestras intenciones mutuas, le dediqué una mirada de reojo a Zane. Mi hermano me miró y como toda respuesta dio un asentimiento y una sonrisa.

—Saben que pueden quedarse el tiempo que quieran —dijo Emma, cuya mirada aprensiva no había desparecido desde que anunciamos nuestra partida—. No habrá ningún problema si pasan una noche más. —juraría que sonó como una súplica, en lugar de una petición.

—Emm —la miré con severidad, aunque sabía que solo estaba preocupada por todo el asunto de mi padre y nosotros enfrentándonos a él. Así que no podía ser tan severa—. No, está bien —pero me mantendría firme; porque sé que una noche se convertirá en otra, y esa en otra y en otra más y entonces no querré regresar a casa jamás. No es que tenga muchos deseos de volver a ese lugar y la petición suena muy tentadora. Pero con Zane lo hablamos y acordamos que lo mejor era regresar pues de lo contrario, y conociendo a nuestro padre, solo lo empeoraríamos—. Debemos regresar. —le recordé con sencillez, encogiéndome de hombros.

«No podemos quedarnos aquí para siempre».

Aparte, con suerte papá se olvidará de mi existencia, de nuevo. Después de todo, perdí aquello que me hacía relevante para él.

Emma me miró con los labios curvados en una mueca, pero no replicó al menos no de forma abierta y testaruda porque sabía que no había manera alguna de que me hiciera cambiar de opinión.
(Solo cambiaría de opinión si los Gilbert pudieran adoptarnos, pero como eso no iba a pasar, mejor me conformo con lo que tengo y regreso a casa).

—Está bien —dijo de mala gana, tras suspirar—. Llama, pase lo que pase. —me pidió.

Coloqué una mano a la altura de mi cabeza en un gesto de saludo.

—Sí, señora.

Emma me miró con sus ojos azules un poco entrecerrados.

«Lo digo en serio, estoy preocupada», decía su mirada severa.

«Lo sé y eres genial por eso», respondió mi sonrisa.

—Lo haré, Emm.

Emma suspiró.

—¿Seguros que no pueden quedarse un poco más? ¿Al menos quedarse a cenar? —y aquí vamos otra vez. SÍ, quiero quedarme pero NO puedo.

—Hemos excedido el límite permitido para una visita. —negué con la cabeza y le dediqué una pequeña sonrisa resignada.

—Y papá se volverá loco si no estamos allí antes de cenar —comentó Zane, con un tono mitad broma y mitad honesto—. Llenará nuestros teléfonos con llamadas perdidas y nos reclamará por haberlas ignorado todas. —Zane hablaba por experiencia personal, je.

—Volveré, luego. ¡Estamos de vacaciones! —le recordé, pero lo cierto era que justo acababa de recordarlo. Con todo lo que pasó… parece cualquier cosa menos vacaciones. Quizá… un examen sorpresa de, oh no, ¡geografía!—. No te desharás de mí tan rápido —bromeé—. Y dile a tus papás: gracias por todo.

Emma asintió con firmeza y sus labios formaron una fina línea tensa y preocupada.

—Bien. —dijo, a regañadientes.

Con eso dicho, Zane y yo nos miramos.

—¿Vamos?

No.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora