Capítulo 43: La única esperanza.

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Capítulo 44: La única esperanza.

Permaneciendo de pie, bajo el marco de la puerta de brazos cruzados y ya sin rastro de la sonrisa que había mostrado recién, Rikki, volvió a hablar:

—Dijiste que era urgente —lanzó una mirada a Emma, y esta dio un respingo y apartó la mirada. Rikki la miró como a la espera de que dijera algo, pero Emma nunca lo hizo. Entonces, Rikki fijó sus ojos azules en Cleo, en Lewis y en mí—. ¿Y bien? —Inquirió, con impaciencia y algo de curiosidad—. ¿Por qué estoy aquí?

—Pasó algo... muy malo —murmuró Cleo—. Realmente malo —añadió, mientras abría unos ojos como platos, en caso de que no hubiera quedado claro—. Una catástrofe.

Tanto Lewis, como yo, asentimos con la cabeza.

Rikki bufó incrédula y dijo, con toda la burla de la que fue capaz:

— ¿En serio? ¿Qué cosa tan mala hizo Miss Perfección, como para requerir de mi ayuda?

Como si nuestros pensamientos se hubieran sincronizado, tanto Cleo como yo, mirándonos la una a la otra, asentimos.

—Si no nos crees... míralo por ti misma. —después de todo, una imagen vale más que mil palabras.

Rikki rodó los ojos y con cara de fastidio, atravesó el umbral.

Una vez que la rubia rizada llegó a mi lado, todo lo que tuve que hacer fue mover mi cabeza en dirección al punto entre la pared y la estantería que a más de uno de nosotros provocó un ataque al corazón.

Sí, aquella esquina iluminada por la tenue luz de una lámpara, dónde una pobre Barbie desafortunada yacía congelada, y en el poco tiempo que no le habíamos prestado atención, no había cambiado mucho su condición.

Para cuando volví a fijarme en Rikki... esta permanecía de brazos cruzados y negaba con la cabeza, boquiabierta.

—Wow...

—Emma la congeló, por accidente y... esto y lo otro... etcétera... —le conté toda la historia.

Para cuando terminé con todo el cuento y habiendo digerido toda la información sin hacer mucho drama, Rikki no hizo otra cosa más que asentir con la cabeza, mientras contemplaba, pensativa, a Miriam.

—Es aquí donde entras, tú —Lewis alzó un dedo para señalar a la rubia rizada—. Existe la posibilidad de regresar a Miriam a la normalidad. Pero para lograrlo, necesitamos que nos ayudes...

—En pocas palabras —lo cortó Rikki, como aburrida de tanta palabrería—... Me trajeron aquí para que arreglara su desastre. Genial. —ironizó, sonriendo con sorna.

Aunque no había sido una pregunta, Lewis asintió y Rikki bufó.

—Bueno... sí —el rubio se encogió de hombros, con sencillez—.... Eso es porque nadie más que tú puede hacerlo —buena esa, Lewis—. Tú poder mágico es su opuesto por naturaleza y, en términos de fuerza, es el único que puede rivalizar con el poder de Emma. Ni Cleo, ni Kayla, tú. Eres... nuestra única esperanza. —eso ultimo sonó casi como una súplica y como una frase de alguna película de superhéroes o algo.

—Nunca he usado mis poderes en seres humanos. —confesó, luego la rubia.

—Lo sé. Tengo una idea de cómo debemos hacerlo. Te ayudaremos.

Rikki guardó silencio durante unos segundos que me parecieron eternos, pero todos suspiramos aliviados cuando ella terminó por asentir.

—Bien. Lo haré —dijo aquello sin mucha emoción, como si no fuese mayor problema. Sin añadir nada más, Rikki volvió la vista al frente. No pude ver la expresión en su rostro, pero sí el movimiento que hicieron sus hombros, una ligera sacudida.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora