Capítulo doce: Jugo de Alfalfa, Intrusos y Drama.

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Una vez que estuve frente a la puerta de entrada al hogar de la familia Gilbert, toqué el timbre y aguardé. Faltaba poco más de media hora para las siete, que era el tiempo en que las chicas habitualmente llegaban a la fiesta y pensé en ir a echarle una mano a Emma ya que planear un fiesta a poco de decidir hacerla, podría ser complicado.

Retorné a acomodar los agarres de mi mochila en mi hombro y apreté mi almohada contra mi costado mientras me balanceaba distraídamente. Dentro tenía mi pijama, mi cobija además de mi cepillo de dientes y ni mencionar las cosas que me obligó a traer mamá para pasar la noche.

A los pocos segundos, escuché el sonido de pasos, cada vez más cerca de la puerta. Finalmente el rostro de Emma apareció por ella.

—Hey, llegaste temprano. —comentó, cerrando la puerta, una vez me adentré al interior.

—Vine a ayudar —dije, mientras me detenía en el umbral de la sala. Había varias almohadas y cobijas extendidas en el suelo. Algunos sofás habían sido movidos de lugar, por lo que pude notar, y la habitación lucía más amplia, espaciosa—... aunque me parece que ya no es necesario. —murmuré, aferrando mis manos a los soportes de mi mochila. Lo dejé deslizarse hacia abajo y terminé por lanzarlo al sofá más cercano. —Wow, ¿cómo te dio tiempo de organizarlo todo tu sola? —inquirí, sin dejar de contemplar la sala.

—Cleo ayudó un poco. —la aludida apareció por la cocina trayendo unas papitas. Le sonreí mientras me acercaba.

— ¿Necesitas ayuda? —pregunté, llevándome una mano a la cintura.

— ¿Te importaría sacar más bandejas del estante? —asentí y me adentré a la cocina. Una vez abrí la puerta del pequeño compartimiento me tuve que poner de puntitas debido a que los recipientes se hallaban en la parte más alta y por poco no los alcanzo. Cuando los tuve en mis manos, me volví hacia el mesón.

— ¿Emm, estás segura de que quieres ofrecer jugo de alfalfa y grosella? —hice una mueca, mientras me acercaba, al tiempo que Cleo señalaba las botellitas que se encontraban dispuestas sobre el mesón.

Esas eran las bebidas predilectas de toda la familia de Emma, ella incluida, y que a mi parecer los hacía ser físicamente perfectos y saludables. Ya decía mamá que lo que no te mata te hace más fuerte, bueno; ellos son la prueba.

— ¿Qué propones?

—Este año, como dejaste el Equipo de Natación, podrías probar algo nuevo. —reflexionó Cleo. Asentí, mostrándome de acuerdo con la idea.

— ¿Cómo qué? —insistió Emm.

— ¿Qué tal azúcar? —canturreé, descansando la fila de bandejas sobre el mesón. Emma bufó. Alcé las cejas—, algo con sabor.

Emma me miró con el ceño fruncido.

—Claro, ¿y por qué no leche entera ya que estamos aquí? —Entonces todo rastro de sonrisa irónica abandonó su rostro—. Eso es una locura.

Con Cleo nos encogimos de hombros. Entonces apoyé los codos sobre la mesa y dejé caer mi mejilla sobre una mano.

Justo entonces, Emma se acercó y, con mirada evaluadora, tomó una de las botellas.

— ¿Segura que a las chicas les gustará? —no comprendí del todo a lo que se refería, hasta que inmediatamente después, Cleo habló.

—Claro, les encantará —asintió—, ¿botellas individuales? ¿Se derraman? —observó el recipiente por una fracción de segundo y añadió, sonriente: — ¡No creo!

—Buena idea —asentí—. Eso ayuda.

— ¿Y esto?

—Dile a tú mamá; está lavando la ropa.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora