CAPITULO 71 NECESITO LA EXCLUSIVIDAD DE TÚ TIEMPO. Valerie Ghill

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─ Espero, que tú, no seas uno de los estafados, ─ mencioné saliendo de su encierro.
─ Quizás, de arte no sé nada, ─ mencionó moviendo sus hombros.

El timbre sonó, los invitados fueron llegando y mi cliente, me presentó  como su amiga. Me sorprendió que sus invitados, eran personas mayores, que Franchesco.

El personal contratado, sirvió unas copas, revisé que todo estuviese en orden, le di la señal a mi cliente, él invitó a pasar a la mesa.

Todos degustamos los platillos entre agradables conversaciones, pasamos luego a la sala de Star, donde la charla fue única y exclusiva de negocios. Las mujeres, parecían ser las asistentes y anotaban, yo tomé mi agenda y le hice el mismo favor a Franchesco, a pesar que no me lo había pedido, él sonrió disimuladamente.

El almuerzo de negocios, resultó siendo  muy favorable para mi cliente de los regalos, aunque culminó un poco más tarde de lo que había pensado.

─ ¿Por qué no estás con tú asistente? ─ Pregunté observándolo, cuando todos los invitados se despidieron.
─ No la necesito, tengo muy buena memoria y las cámaras de la mansión están encendidas, ─ sonrió.
─ Bueno, ya mi labor por hoy culminó, ─ musité ya que era la única que faltaba por retirarse.
─ ¿Te puedes quedar otro rato? ─ Preguntó, yo negué y él respiró profundo.
─ Buscaré mis cosas, ─ mencioné saliendo del calor de su mirada.

Saqué mis pertenencias de la habitación que me habían asignado, cuando llegué a la sala mi cliente, se había quitado la corbata y el saco del flux, su camisa tenía las mangas arremangadas hasta sus codos, me observó  con un rostro serio, me  extrañó  no ver su sonrisa dibujada en su rostro.

─ ¿Sucede algo? ─ Pregunté
─ ¿Por  qué? ─ Devolvió él, con otra pregunta.
─ Estás muy serio, ─ mencioné.
─ No es nada, solo que a veces los planes, no salen como uno lo desea, ─ mencionó rodeando mi espalda.
─ ¿De verdad, no te puedes quedar un rato más? ─ Insistió.
─ No, de verdad deseo pasar unas horas con mi hijo, ─ mencioné
─ Lo entiendo, ─ siseó
─ Nos vemos luego, ─ me despedí y su beso en mi mejilla no podía faltar,  hasta que llegamos a mi vehículo y aprovechó para besar ligeramente mis labios.

Cuando llegué  a la casa Samuel, no estaba. Quizás está visitando a su hermana, en toda la semana no había ido para la casa de Abigail, ─ pensé, pero cuando Abigail, llamó para saber cómo había salido el almuerzo, me di cuenta que el destino de mi esposo, no había sido su hermana.

Eso me dolió, porque sabía con quién estaba, respiré profundo, continuando el día con mi hijo, nos animamos y salimos un rato a comer helados, luego al cine, entrada la tarde visitamos a Maximiliano e Ivanna.

Mis padres, estaban en la casa de Abigail y Samantha y Ethan, los conseguimos en la casa de Ivanna y mi hermano.

Ivanna, notó mi tristeza y me preguntó que tenía, pero Maximiliano, no se le despegó un minuto de su lado.

Cuando llegamos a la casa Samuel, ya había llegado, preguntó dónde estábamos, pero fue nuestro hijo, el que le dio los detalles. Él, solo me observó  sin preguntarme nada, quizás para que yo tampoco le preguntase a él.

Los días fueron pasando y yo, estaba hundida en la planificación de los eventos.

La llegada todos los días a la agencia, a cualquier hora y con cualquier excusa, del moreno Franchesco, que ahora, estaba más atrevido con sus regalos, los cuales habían aumentado al igual, que sus inesperados besos.

Observé mi oficina repleta de flores y chocolates, que muchos de estos les había regalado a mi hijo y sobrinos. Otro perfume, esta vez Chanel, reposaba en mi revistero de la oficina.

Sus palabras seductoras le subían los ánimos a cualquiera, sus palabras habían pasado del me gusta,  al te deseo Valerie y eso me llenaba de una poderosa sensación de placer.

Me preguntaba, como un hombre tan poderoso, rico y hermoso; podía fijarse en mí, ya no era una chica de veinte años, ahora tenía treinta y nueve años y nunca pensé sentirme vieja a esta edad, pero  con lo que me estaba haciendo mi esposo, no dejaba de pensar en esa idea.

Con Samuel,  todo seguía igual, yo me había alejado mucho más, la distancia entre ambos se sentía con el avance de los silencios, podíamos hacer el amor, pero algo se había perdido en nuestra relación.

Yo, no era la misma después de haberlo visto con su asistente, nada era igual, ni siquiera hacer el amor, se había perdido el fuego, que una vez hubo y tenía miedo de lo que me estaba haciendo sentir mi cliente de los regalos.

Pero, era testaruda y pensaba que quizás todavía podíamos salvar lo poco que quedaba, quizás por eso no me revelé, no le di a conocer que lo había descubierto con su amante, él pensó que la distancia que se había profundizado tanto, en nuestra comunicación, se debía al chupón que había descubierto en su cuello.

Me observé  en el espejo, notando el vestido que me estaba midiendo, ni para Samuel, busqué tanta sensualidad en una prenda de vestir.

Me estaba gustando sentirme deseada y sentir el fuego, que no me había dado cuenta que se estaba apagando en los brazos de Samuel.

Decidida compré la prenda, dirigiéndome luego a la oficina. Mi cliente de los regalos llegó como dos horas más tarde, ya ni siquiera tenía una hora establecida para llegar a mi oficina, lo hacía en cualquier momento, es decir, no tenía ni fecha,  ni hora en el calendario, llegaba en cualquier momento y hora.

Franchesco, rodeó el escritorio levantado mi mentón y besando mis labios, esquivé el rostro, en otros tiempos la cachetada desde un principio, le hubiese girado el rostro, pero estaba consciente que yo, estaba permitiendo esto, aunque lo rechace sutilmente.

Me extrañó  que hoy no llegaron ni flores,  ni chocolates, sacó una cajita de su bolsillo, se veía muy fina, de ella sacó unos zarcillos, que brillaron haciéndome parpadear, para observarlos mejor, se veían hermosos y muy finos. Franchesco, levantó uno de los zarcillos enseñándomelo mejor.

─ Es un Berilo dorado, la piedra es un Heliodoro, que significa Regalo del sol, deseo que lo uses para el evento, ─ mencionó sacando de la cajita, la otra piedra incrustadas en unos zarcillos.
─ No puedo recibir eso, ─ mencioné retrocediendo mi cuerpo, posándolo en el espaldar de la silla ejecutiva, él se acomodó frente a mi, posando su trasero en el borde del escritorio, levantó mi rostro llevando sus manos a una de mis orejas.
─ Sí puedes, porque son tuyos, ─ mencionó Franchesco, colocándomelo él mismo.
─ No puedo, eso debe costar una fortuna, ─ pronuncié nerviosa.
─ Son del color de tus ojos, deseo verte con ellos. ─ Continuó Lumbardi.
─ No me quedan bien con mi vestido, ─  pronuncié.
─ Entonces vamos a comprar un vestido que le haga juego, ─ Sugirió.
─ Claro que no, estoy muy conforme con el vestido, ─ le aclaré enseguida.
─ Entonces ese vestido con los Heliodoro, ─  sonrió.
─ Franchesco, de verdad no puedo aceptarlos  ─ alegué.
─ Si puedes, porque mi planificadora de eventos, tiene que lucir como lo que es, una diosa ─ alegó con intensidad.
─ Planificadora de eventos por unas semanas ─ le recordé.
─ Te equivocas, te voy a contratar de por vida, para todos los eventos que se me presenten, ya mandé hacerte el contrato, ─ mencionó y yo, solo quedé muda, y él aprovechó y mordió suavemente mi cuello.
─ Es en serio Valerie, ─ pronunció.
─ Después de este evento, organizarás una fiesta en las instalaciones de una de mis empresas, no deseo que te comprometas tanto con otros eventos, necesito la exclusividad de tú tiempo, ─ mencionó y yo, solo estaba estática.
─ ¿Un contrato por tiempo indeterminado? ─ Me pregunté a mi misma.
─ Me quieres comprar profesionalmente ─ bromeé.
─ Sí, y no solo eso, quiero alejarte de tú  esposo, ─ pronunció con seguridad.
─ Déjalo,  ya no hay nada que salvar en una relación cuando ha muerto, ─ expresó levantando mi mentón y observándome fijamente.
─ Deja que él, vea en la diosa que te convertiré y se lamentará de haberte perdido, ─ propuso y tragué  grueso. Amaba a Samuel, pero ya él, no lo hacía conmigo, sus intereses amorosos ahora son otros, pero Franchesco,  tenía razón, no puedo intentar salvar, lo que ya no tiene remedio.
─ No esperes que él, sea el que te abandone, hazlo tú primero, habla con él, que se entere que lo has descubierto, ─ pronunció, recordé las fotos que tenía en mi teléfono y que aún no he revisado.
─ No te he dicho que lo he descubierto, ─ sisee y él frunció su entrecejo.
─ No lo has dicho, pero es así, ─ musitó, inclinándose para besarme.

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