CAPITULO 46 DAME TÚ VERSIÓN. Parte II,

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Ashley Freetman.

─ Ella, la estaba pasando mal, porque su hermana la odiaba por lo que le había hecho, su cuñado la despreciaba, porque según él,  lo había engañado y su familia y la de su cuñado, la tildaban por lo que había hecho.

Un día, la conseguí hecha un mar de lágrimas y dolor,  intentó quitarse la vida y yo, la salvé  de esa locura, luego se sintió mal de salud y la llevé  al hospital.

Allí, fue mi otro calvario,  cuando el doctor nos anunció que estaba embarazada. Yo, estaba recibiendo la noticia que ella estaba embarazada de otro hombre, quien era precisamente su cuñado.

Llamé  a su padre, diciéndole que estaba en el hospital y me largué de allí, repitiendo el mismo patrón de la vez anterior, alcohol y otra mujer.

El día de su boda, fue mi infierno y cuando nació su hija fue otro, después me perdí del condado, repitiendo ese patrón por varios años, que en la universidad se intensificó mucho más.

Mi padre, enfermó del corazón y regresé, cuando volví, la vi de nuevo hecha ya una mujer, estaba mucho más hermosa que antes,  aunque algo diferente a lo que ella, era en realidad. Sus ojos, demostraban tanta tristeza como los míos y cometí el peor error de mi vida.

Me hice su amante, nuestros encuentros siempre eran a escondidas, ella siempre tenía una excusa para paralizar la demanda de divorcio, que interponía su esposo, cada vez que tenía una oportunidad para hacerlo.

Discutíamos mucho por ese motivo, yo deseaba ese divorcio y casarme con ella, pero yo solo era su vía de escape a esos problemas.

Por fin llegó el día, en que había aceptado todas las cláusulas del divorcio,  hasta que su esposo interpuso una más y era quedarse con la niña, eso la desestabilizó, estaba furiosa,  ninguno de los dos quería perder la niña y él, le estaba ganando el juicio por una sencilla razón, ella jamás había querido trabajar, ni independizarse y ante un juez no tenía como mantener la niña.

Yo, trabajaba y podía mantenerlas a ambas, formar un hogar los tres, pero yo, era su amante y ella no deseaba darle la razón a su esposo, en la causal de divorcio.

Yo enfurecí, pensé que era otra de sus excusas para detener el divorcio, ya su esposo lo había descubierto, lo sabía todo, no teníamos porqué seguir escondiéndonos. 

Él, había descubierto ya, que había quedado embarazada y lo habíamos perdido, tenía la causal perfecta para interponer una causal más, a la demanda de divorcio, pero él, tampoco deseaba hacerle tanto daño.

Solo,  colocó  la demanda por infidelidad, lo de la perdida de nuestro hijo, quedó solo en secreto entre los tres, a pesar de todo, su esposo era y sigue siendo un buen hombre.

Ambos, lo único que deseaban era no perder a su hija, creo que la niña, era lo único que ella llegó amar realmente, y  era ella la que tenía que trabajar. Su esposo, siempre le recalcaba que era a su hermana, a quien amaba y solo esperaba el divorcio para volver con ella.

La última vez que se lo dijo se lo aseguró y eso la volvió loca, pensó que entre su hermana y su esposo se la quitarían, para formar un hogar ellos tres.

Al parecer la niña, también amaba a su hermana, eran muchos problemas juntos, el desprecio de su hermana, su esposo, su familia, el conflicto con la custodia de la niña.

La última vez que nos vimos estaba muy descontrolada y yo enfurecí, siempre era lo mismo para detener el divorcio. Eran años y nada había cambiado en esos ocho años, que habían transcurrido desde que todo ese calvario comenzó.

Me cansé, le dije que ya no más, que hasta allí había llegado nuestra relación,  yo cada día estaba más perdido por ella y ella por su esposo, nunca me amó, ni siquiera un poco.

Ella, comenzó a golpear el auto, gritando que no quería perder a ninguno, que no me atreviera a dejarla, no la comprendía, mucho menos en ese momento que estaba histérica, fuera de sí.

Se montó a mi auto detrás del volante, como pude me subí al asiento trasero por la ventana del vehículo, para detenerla, estaba fuera de sí, sin prestarle atención a nada, parecía que estábamos volando en el auto, le hablaba para calmarla.

─ Vamos sin frenos, ─ me dijo asustada, intenté pasarme para el asiento delantero, para tomar yo el volante,  ya que tenía más experiencia que ella conduciendo y su miedo no ayudaba mucho. Pero, pronto solo sentí el golpe y una nube negra.

Cuando salí del coma y pregunté por ella, me informaron que ya no estaba, mi mundo se derrumbó y el patrón del alcohol volvió con más fuerza que antes, ella murió y yo, quedé vivo, pero parte de mi, murió con ella.

Noah, culminó su relato y yo, Sentí pánico de sus palabras, pero dolor y pesar con su historia. Recordé cuando llegó la noticia de la muerte de mi madre, el dolor tan profundo que se siente y el vacío que queda, que al mismo tiempo sientes que te ahogas y no puedes respirar. El miedo de quedarse sola y saber que cuando la muerte llega, no hay nada que la detenga. Entendía perfectamente sus sentimientos y que esa noticia destruyera parte de su vida. Giré mi cuerpo abrazándolo con fuerza, un hombre tan bueno como él no se merecía por todo lo que había pasado, y cuando digo que es bueno, es porque lo he visto actuar con los niños, lo he visto preocupado, a pesar de su lema de no involucrarse sentimentalmente, lo he visto dando el todo, por el todo, para salvarlos; lo he visto encerrarse en su oficina, cuando se pierde la batalla con alguien. Se unió al lema de tío Jordan y tía Ivanna, de somos guerreros, lema y trabajo impuesto en este hospital, así como en los Ángeles, ellos dejaron ese legado y ese aporte de ayuda social, que todos los años se recogen para ellos.

─ Te amo tanto, ─ susurré besándolo.
─ Abre tú corazón y no tengas miedo, ─ le pedí.

Él, envolvió mi cuerpo abrazándome con fuerza, encerrando mis labios entre la pasión de sus besos, la alarma de su teléfono sonó, haciéndome liberar sus labios.

─ Debemos irnos, ─ susurró posando su frente con la mía, hice un puchero que lo hizo sonreír, aunque, su mirada estaba llena de dolor y también pude percibir un poco de miedo.
─ ¿Todavía la amas? ─ no pude evitar preguntarle, él respiró profundo.
─ Hasta hace un año y unos meses, creí que era imposible sacarla de mi alma, de mi pecho, pero tú, esa noche en el hospital, cuando yo lloraba por ella; me distes mucho que pensar por meses. Con asombro un día me di cuenta que su recuerdo ya no dolía y no era tan importante como pensarte a ti, a mi pequeña Ashley, que me estaba partiendo el cerebro y haciendo sentir cosas que creí tener muertas desde hace años, que me había cerrado para cualquier sentimiento, poco a poco, borrastes mi amor por ella, e hicistes a un lado su imagen de mi mente, ─ expresó y sus palabras me llenaron y agradaron infinitamente.
─ Nadie nos alejará, ─ le dije segura,  porque su relato no me asustó, solo me unió más a él, comprendiendo su forma de actuar, sus ganas de exhibirme como su novia, su necesidad de no esconderme, sus ansias de poseerme y hambre de sentirse amado y ser la prioridad de alguien que lo ama.
─ Me amas, solo que temes aceptarlo, ─ le dije segura, porque nadie anhelaba tanto de alguien sin amarlo. Él, solo me observó en silencio buscando mis labios y yo, sé que era así, y las lágrimas que corrieron por su rostro me lo confirmaron. Yo, solo correspondí abrazándolo con la fuerza que él lo hacía conmigo.
─ No te quiero perder, ─ musitó.
─ No lo harás, ─  le aseguré.

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