CAPITULO 131 DEBILIDAD PARTE I.

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Samuel Ghill

Levanté la vista observando su cuerpo apoyado en mi automóvil, seguí mi camino.

Hacía solo una semana que había culminado mi relación con mi asistente. Ayer la habían cambiado a otra área,  por la solicitud que había hecho a la junta directiva de la clínica.

Me había dolido verla toda esa semana, llorando en silencio en cada rincón de la sala de espera de mi consultorio y de mi escritorio. Sus ojos hinchados la delataban, nunca reclamó, ni me reprochó nada, por romper nuestra relación. 

Llegué hasta el auto observándola, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, su rostro estaba enrojecido.

─ Pensé que tú, nunca me harías  lo mismo que me hizo él, ─ pronunció y fruncí mi entrecejo con sus palabras.

─ Me usó y luego me abandonó, como si yo fuese un objeto descartable, ─ musitó y tragué grueso. Me dolía verla en ese estado.

─ Nunca te prometí nada, sabías que era casado y te dije que nunca arriesgaría mi matrimonio ─ le recordé.

─ Nunca le he faltado a tú esposa, la he tratado con respeto cuando llega al consultorio, te acepté porque pensé que nunca sucedería esto, he sido precavida y jamás te he molestado en tú hogar, ─ alegó y limpió sus lágrimas con sus dedos.

Su dolor me estaba partiendo en dos, solo deseaba abrazarla, besarla y protegerla, pero era el momento de alejarme, o esto empeoraría.

─ Seguiré ayudándote hasta que puedas establecerte,  pero no podemos continuar nuestra relación, ─ formulé.

─ ¿Por qué? ─ Preguntó limpiándose nuevamente las lágrimas.

─ Porque mi esposa nos descubrió, ─ le di a conocer, levantó su mentón, me miró fijamente y...

─ Te amo, si volvemos podemos cuidarnos más,  si es necesario, sabes bien que nunca haría daño, ─ pronunció en un lamento.

Yo solo, moví mi cabeza negándome.

─ No necesito de tus migajas, te quiero a ti a mí lado, no a tú dinero, ─ pronunció tomando una bocanada de aire y se retiró de la puerta del auto marchándose hacia la salida de la clínica.

Quise caminar hasta ella y abrazarla, me sentía mal, como un canalla que la había usado y abandonado. El pecho me dolía con su te amo,  ingresé a mi auto, antes de salir corriendo hacia ella y abrazarla, besarla y sentirla como tanto deseaba.

Me dirigí para mi casa, como había hecho todos estos días, para almorzar con mi esposa y mi hijo, exceptuando cuando Valerie, me llama o el día que tuve la reunión con la junta directiva.

Esa tarde cuando llegué me conseguí con la novedad que mi esposa y mi hermana, habían aceptado el contrato con una empresa, observé a Valerie, me explicó alguna de las cláusulas, demás está decir que no me agradaron algunas, como el hecho de estar en constantes viajes, pero me alegró notar que nuestra comunicación había regresado.

Todavía no me sentía completamente satisfecho porque Valerie, ya no confiaba en mí. Notaba su silencio y seriedad cada vez que dudaba de la información que le daba.

Observé el automóvil de mi esposa estacionarse, también estaba llegando, ninguno de los dos guardamos el auto en el garaje, así que después de almorzar volveríamos a salir.

─ Papá, has llegado temprano otra vez, se alegró Sebastián, pasé una mano por la cintura de mi esposa y otra por los hombros de mi hijo.

─ La próxima consulta es a las quince horas, ─ le aclaré, todavía mi hijo preguntaba lo mismo, a pesar de haber llegado temprano todos estos días.

Valerie, comenzó a narrar la planificación para el cumpleaños de los niños del hospital, anoté en mi agenda digital la fecha que me dio, no sabía si podía asistir, pero lo intentaría; sin asistente estaba más que agobiado, ya había solicitado un reemplazo, pero aún nadie se había presentado; aunque apenas llevo dos días sin asistente, es cuestión de esperar.

Tres semanas habían pasado, salí del consultorio, era tarde. Ya la asistente se había retirado, era una persona eficiente, con años de experiencia, pero muy adulta y estaba presentando problemas de salud.

Me detuve en toda la entrada, abrí el paraguas, la lluvia era torrencial. Caminé hasta mi automóvil, no estaba lejos, pero igual se mojaron un poco los zapatos.

Cerré el paraguas cuando ingresé al automóvil, encendí el motor conduciendo hacia la salida de la clínica.

Respiré profundo, cuando la vi parada en el mismo lugar.  En las tres semanas que habían transcurrido, siempre  estaba en la  parada esperando el transporte público. Yo, solo apretaba literalmente mi pecho para hacer como si no la notara, pero hoy era diferente, estaba lloviendo demasiado, sabía que no pasaría por un buen rato el transporte público por la hora que era y lo empapada que estaba ella, debía tener mucho rato esperando y si no había tomado un taxi, de seguro era que no tenía los recursos; le había hecho algunas transferencias bancarias para ayudarla, pero era testadura y me regresaba las transferencias.

No pude evitar estacionarme en la parada, ella levantó la mirada, sabía que era yo, bajé la ventanilla de mi lado.

─ Te llevo a tú departamento, ─ le propuse, ella dudó un poco, pero terminó aceptando.

─ ¡Buenas noches, doctor! ─ saludó con educación cuando ingresó al automóvil.

─ ¡Buenas noches!  te hacía en la universidad, ─ mencioné.

─ No he logrado llegar a tiempo, ─ siseó observando la lluvia por la ventana de su lado. No me había equivocado, llevaba demasiado tiempo en la parada, su cuerpo se estremeció, la observé, la piel de sus brazos estaba erizada, su cabello escurría agua por todos lados, su ropa estaba mojada y su cuerpo temblaba de frío. Apagué el aire acondicionado del auto.

─ En la parte trasera hay una chaqueta, ─ le ofrecí, continuando el camino que se obstaculizaba cada vez más,  opacando demasiado los vidrios por el fuerte aguacero.

─ Si desea puede bajarse a esperar que escampe un poco, las carreteras deben estar muy peligrosas, ─ pronunció preocupada, cuando llegamos al departamento que había alquilado para ella. Todavía lo seguía conservando y yo, me pregunté como hacía para cancelar, si había rechazado mi ayuda.

Sabía que debía negarme a su invitación, pero apagué el auto y saqué el paraguas dirigiéndome hasta su puerta.

Ella, salió del auto uniéndose conmigo debajo del paraguas. Caminamos hasta la entrada del edificio, cerré el paraguas y nos dirigimos al ascensor.

Pensé que no había problemas en que llegase un poco tarde. Valerie y Ashley, estaban viajando y se habían llevado a Sebastián. Este, era el tercer viaje que tenían con la empresa y regresarían en dos días.

Mi ex asistente, buscó las llaves en su bolso, abrió la puerta y ambos ingresamos.

─ ¿Desea un café mientras espera? ─ Preguntó observándome.

La observé, ella me estaba hablando como si nunca hubiésemos tenido un nivel de confianza.

─ Cámbiate o enfermarás, yo iré preparando una toma caliente, ─ mencioné y ella asintió. Caminó hacia la habitación donde habíamos intimado varias veces.

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