CAPITULO 82 ¿PODRÍAS AYUDARME CON ESO?

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Abigail McCarthy

─ Iré hacer el café, ─ mencionó mi suegra levantándose y alejándose del comedor.

Jordan, observó a su madre, él sabía que Manuelita, ya tenía el café preparado, a mi esposo le fascinaba tomarse un café después del almuerzo, en realidad él, era adicto a esa bebida.

Me apresuré a recoger los platos, pidiéndole ayuda a mis hijos mayores. El timbre sonó y Manuelita, limpió sus manos en una toalla, para dirigirse abrir la puerta principal.

Cesar y Leonardo,  salieron de la cocina mientras Hailey y yo,  servíamos el café.

─ Es la señora Ivanna, está en la sala junto al señor Jordan y los chicos, ─ mencionó Manuelita, con una sonrisa.

Hailey,  colocó una taza más y nos dirigimos a la sala.

Ivanna, tenía a la pequeña entre sus brazos, al vernos se levantó del mueble para saludarnos. Ella,  se veía radiante, al parecer su embarazo no le estaba afectando con síntomas prenatales.

Nos acomodamos y  servimos el café.

─ Te veo mucho mejor y más tranquila, ─ mencionó Ivanna, observándome.

─ Estoy mucho mejor, la beba ya ha comenzado a tolerar mejor su alimentación, ─ respondí con un poco de nerviosismo. No me agradaba ocultarle algo a Jordan, mucho menos que tuviese que ver con uno de los chicos.

─ ¿A la beba todavía no le han acordado el nombre?  ─ Preguntó Ivanna,  observándonos  a Jordan y a mi.

─ No, suspiré y ella mejor que nadie conocía a Jordan, y también el motivo.

─ ¿Cómo va ese embarazo? ─ Le preguntó Jordan, acariciando su abdomen.

─ Digamos que a tú sobrino o sobrina, le pega la luna de vez en cuando, ─ sonrió Ivanna.

─ ¿Y Maximiliano? ─ Le preguntó Hailey,  a su nuera.

─ Todavía está de guardia, en un par de horas pasará por aquí, ─ respondió Ivanna.

─ Creo que ha llegado la hora de revisar está preciosura, ─ le dijo Ivanna, a mi pequeña hablándole  tiernamente.

Vamos para su habitación, ─ la invite, cuando íbamos a ingresar  por el pasillo.

Ivanna, observó disimuladamente la foto que aparecía colgada de la pared, siempre hacía lo mismo y yo, me daba cuenta.

Era la imagen de Lissie, que estaba en ese rincón de mi sala, en este lugar no había una foto de Ivanna, como recuerdo de su noviazgo con Jordan, creo más que por respeto a Maximiliano y a mí, aunque el departamento de Jordan, en los Ángeles, seguía decorando esa pared llamativa con las fotos de Lissie e Ivanna.

No niego que aún me causan celos y no por Ivanna, sino por Lissie, que sigue siendo la pequeña obsesión y el amor de Jordan.

Ivanna, revisó a mis dos hijos pequeños.

─ ¿Cómo están los pequeños? ─ Preguntó Jordan, ingresando a la habitación de la beba.

─ Están perfectamente, oso. Ya deja de preocuparte tanto, ─ le sonríe Ivanna.

Salimos a la sala y charlamos con entusiasmo. Maximiliano, llegó saludándonos a todos. Hailey, no quiso descansar un rato y Jordan y Maximiliano, se tomaron un par de copas mientras Ivanna,  me ayudó junto a mi suegra toda la tarde con los niños.

─ Pienso que debes darle ya un parado al oso, con lo del nombre de la beba o aceptar su imposición, pero debes decidir, o la beba cumplirá su mayoría de edad y todavía no tendrá su nombre, ─ expresa Ivanna.

Cuando se trata de Lissie, ella es prácticamente la única que se atreve hacer entrar en razón a Jordan.

─ Voy a recoger mis cosas. Andrew,  ya debe estar por llegar, ─ mencionó mi suegra dejándonos a Ivanna y a mi solas.

─ ¿Podrías ayudarme con eso? ─ Le pregunto a Ivanna, un poco frustrada.

─ Inténtalo tú primero, sino yo hablo con Jordan, pero debes entender que eres la única que puede tomar una decisión de oposición, yo solo puedo intentar hacerlo razonar, pero no más que eso ─ respondió Ivanna.

─ Se lo difícil que es para ti también Ivanna, tú también la amabas a ella. ─ Musité.

─ No solo es eso Abigail, yo comprendo al oso, porque le prometió a Lissie,  colocarle a nuestra primera hija,  su nombre y en su momento a mí también me hizo feliz esa promesa, pero el destino cambió y no es nuestra hija, sino la de ustedes, así que eres la única que puede hacerlo desistir de esa promesa, ─ Alegó ella.

Sabía que Ivanna,  tenía razón en lo que me estaba diciendo, solo que ahora hasta yo misma me desconocía. Estaba tan acostumbrada a seguir las decisiones de Jordan, que me estaba costando un mundo convencerlo, pero de algo estaba segura y era que no permitiría que mi hija, llevara el nombre de mi tormento y mi tortura por todos estos años.

─ Amor, mañana debemos trabajar, ─ las dos giramos la cabeza, al escuchar la voz de Maximiliano, el cual estaba en el umbral de la puerta.

─ Lo siento, amor. Pero esta gorda tiene a uno embelesado, ─ sonríe Ivanna, acariciando las mejillas de mi hija.

Maximiliano, sonrió acercándose a su esposa y abrazándola. No había dudas de cuanto la amaba o cuanto se amaban ambos, no podía negar que a veces me causaban envidia, de la buena, pero envidia al fin y...

─  Me preguntaba,  ─ ¿Por qué Jordan no me amaba de esa manera?

Todos se habían ido. Manuelita, fue la última en despedirse.

─ Nos vemos mañana,  señora Abigail. ─ Mencionó Manuelita, dirigiéndose a la puerta, un murmullo de voces se escuchó y Jordan, frunció el entrecejo, Samantha y Ethan, ingresaron.

─ Vine ayudarte esta noche,  Jordan y tú, merecen unas horas para Ustedes. Claro, si los ronquidos de Ethan, los dejan en paz, ─ sonrió Samantha, abrazando a Jordan y luego a mí.

Ella, era como otra madre para Jordan y para mí, hasta para Samuel;  aunque ahora esté  un poco alejado. Recordé que hoy, tampoco vino y cada día que pasa, me preocupa más mi hermano.

─ Entonces aprovechemos esas horas, ─ intervino Jordan, moviendo sus cejas con picardía.

Ethan,  carraspeó.

─ ¿Ya cenaron? ─ Les pregunté a ambos.

─ Sí, aunque una copa no estaría mal, ─ mencionó Ethan.

─ ¿Más copas? Si sigues así te vas alcoholizar, ─ refutó Samantha, torciendo los ojos.

─ Alcoholizarme con una copa de vino en la cena, copa que tú no me das, ─ se quejó Ethan, observando a su esposa.

Jordan y yo, tratamos de no soltar la risotada, siempre era lo mismo con ellos. Samantha, cuidaba a Ethan, de una forma exagerada, como si todavía estuviese enfermo y el pobre hombre, se obstinaba hasta de las  dietas que su esposa le obligaba a consumir.  

Jordan, se dirigió a preparar la copa para el hombre que un día fue su suegro.

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