CAPITULO 143 UNA NUEVA TRAICION.

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Parte I. Valerie Ghill.

Maximiliano,  no le refutó nada, ya que él sabía que si Caleb,  se quedaba en su casa, así estuviese la enfermera Ivanna, pasaría la noche cuidándolo, porque esos sentimientos de mi sobrina los había heredado de su tía y gracias a Dios,  por eso porque los sentimientos de Gianna,  daban mucho que hablar.

─ Entonces partamos el pastel antes de que se marchen, ─ propuse buscando con la mirada a los cumpleañeros.

Ashley, se dirigió a buscar a mis sobrinos  Samantha y Andrew, para partir el pastel.

Me acerqué hacia donde estaba la torta en medio de un gran arco hecho de globos, así como algunos árboles estaban decorados con globos, como lo había pedido mi sobrina Samantha y disgustando al pobre de Andrew, con tanta cursilería, como dijo el adolescente de mi sobrino y hasta exigiendo para el próximo año cumpleaños separados. Sonrío por sus ocurrencias, partimos el pastel, repartiéndolo con la gelatina y los dulces. Abigail y Lola,  estaban repartiendo los refrescos.

Ashley y Noah,  se retiraron con Caleb, nosotros nos quedamos ayudándole a Ivanna,  a recoger todo.  A mi cuñada, la panza casi no la dejaba movilizarse.

En la mañana cuando llego a la oficina Abigail, ya me estaba esperando y entre las dos reprogramamos el evento de New York.

Lumbardi, llama confirmando el viaje y yo llamo a Ashley, pero está muy apresurada,  al parecer Caleb,  ha enfermado. Le aviso a mi cuñada y a Lumbardi.

Abigail y yo,  salimos para el hospital, pero fue en vano, Ashley y Noah,  están muy ocupados y no nos permitieron ver a Caleb. Ambas nos preocupamos, llegamos hasta el consultorio de Jordan y él, nos tranquilizó informándonos, que era el procedimiento cuando se presentaba un cuadro infeccioso. Respiramos un poco más tranquila, bajamos al piso de ginecología, Ivanna y mi hermano, estaban en sala de partos.

─ Ya Ivanna, debe pedir su licencia de maternidad, ─ murmuró Abigail y yo, estaba de acuerdo con ella, pero conociendo a mi cuñada, trabajaría hasta el último minuto que le permitiera su panza.

Dos días después, estábamos en una parte privada del aeropuerto, esperando el Jet. Franchesco, caminaba de un lado a otro, con el teléfono pegado a su oreja.

─ ¿Qué sucede? ─ Le pregunté a Franchesco.

─ No podemos viajar hoy tampoco, todavía el Jet está en mantenimiento y me informan que hasta mañana en la noche es que me lo entregarán, ─ informó Lumbardi.

─ Es decir, ¿Qué se suspenderá nuevamente el viaje hasta dentro de dos días, o nos iremos en vuelos comerciales? ─ Le pregunté.

─ Prefiero suspenderlo, no me gustan los vuelos comerciales, ─ Pronunció mi jefe.

─ Está bien, entonces nos retiramos, ─ sisee  tomando la correa de mi maleta. Me sentía más tranquila, hace dos días  fue el cumpleaños de Samantha y Andrew.  Ayer hospitalizaron a Caleb,  con un cuadro infeccioso que le impide a Ashley,  viajar y yo,  lo haría como por compromiso, ya que estaba muy preocupada.

Llamo a Ashley,  para ver como sigue Caleb y al parecer, el tratamiento para la infección está funcionando, sin embargo, todavía tiene prohibida las visitas. Ashley, no se atreve a moverse del hospital, le informo que en tres días viajaremos  para New York, aunque se que ella no podrá acompañarme.

─ Tía, en tres días tengo guardia, así que hay que hablar con tía Abigail, porque todavía no me atrevo a dejar a Caleb, solo con la enfermera, prefiero estar con él.  ─ Pronunció Ashley.

─ Yo lo sé pequeña, solo quiero que estés informada que estoy aquí, por si necesitas algo. Tú tía Abigail, viajará conmigo, todos estamos muy preocupados, ─ pronuncié respirando profundo.

El pequeño Caleb,  a todos nos tiene preocupados, por lo menos ya estaba mejorando, pero con ese tipo de enfermedades nunca se sabe, no le estaban permitiendo visitas para que no se complicara más su infección y los únicos que estaban con él,  eran  Ashley, la enfermera, Noah y el equipo de trabajo del hospital. Hablé unos minutos más con mi sobrina, corté la llamada, no viajaría, no podía ver a Caleb, pero por lo menos tendría dos días para dedicárselos  a Samuel.

Cuando llegamos a la casa Sebastián, como había hecho estos tres días, se subió a su habitación sin decir nada, ya su forma de actuar me estaba preocupando, a pesar de que su padre había hablado con él, pero su comportamiento hostil persistía.

Tomé una botella de vino y dos copas, por lo menos le daría una sorpresa a Samuel.

Subí a mi habitación, busqué una pijama muy sexi con mucho encaje, me di una ducha, me perfumé la piel con cremas, sonreí imaginando la cara de Samuel, al conseguirme en la casa. Me coloqué la muy diminuta pijama, apliqué perfume por todo mi cuerpo, peiné mi cabello, observé la hora, extrañándome que no había llegado. Bajé por una hielera, volví a subir, encendí el televisor.

Eran las veinticuatro horas y nada. Fruncí el entrecejo, de pronto temí que le hubiese sucedido algo. Con el corazón latiendo a mil, marqué su número, un repique, dos repiques, tres repiques, cuatro repiques y nada; volví a llamar más asustada que antes, esta vez respondió al tercer repique.

─ ¿Ya llegaste? ─ Fue su pregunta, su voz era extraña y él, sabía que de haber viajado, hace horas hubiese llegado a New York.

─ Sí, llegué hace bastante, ─ le dije. 

─ ¿Te he despertado? ─ Le pregunté, ya que su voz sonaba extraña, quizás se había quedado dormido en el consultorio, aunque eso nunca le ha sucedido.

─ Sí, ya estaba dormido, llegué temprano a casa y muy cansado, ─ su respuesta me sorprendió tanto, que me hizo sentir una punzada en mi pecho.

─ ¿Valerie? ─ Pronunció él, al notar mi silencio.

─ Yo también estoy muy cansada Samuel,  luego hablamos. ─ Pronuncié cortando la llamada.

Recogí mis piernas y las envolví con mis brazos, las lágrimas comenzaron a deslizarse solas por mi mejilla, me preguntaba ¿Desde cuándo estaba sucediendo esto?

Horas después, no podía dejar de llorar, otra vez me había traicionado, quizás ni siquiera, había roto con ella; no sabía cuantas horas habían pasado y yo,  seguía en la misma posición, no podía creer que Samuel,  me hiciera esto y con tanta desfachatez me mintiera.

Recordé la hostilidad de Sebastián, la cual había iniciado hace cuatro días, cuando fuimos a buscar a Samuel, en su consultorio. Todo parecía llegar a mi mente en cámara lenta, recordaba desde que mi hijo bajó del auto ese día e ingresó a la clínica, luego lo vi correr por el pasillo y pasar derecho por mi lado hasta el ascensor, de allí en adelante, noté  el cambio con su padre y la preocupación de Samuel; solo que yo,  no me di cuenta que era lo que estaba sucediendo en ese momento y no deseaba imaginarme que había conseguido Sebastián, en el consultorio de su padre, para ahora tener ese comportamiento.

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