CAPITULO 103 MI CORAZÓN SE QUIEBRA.

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Ashley Freetman.

─ Te traje gelatina, también comida deliciosa, come un poco y te colocaremos el tratamiento, ─ le dije besando su cabecita, mientras una de las enfermeras sacó la comida.

─ Iré a calentar esto en el micro, ─ mencionó la enfermera, llevándose una de las tasas que había destapado.

Tomé la gelatina y comencé a dársela, él solo me observaba silencioso.

La enfermera llegó con la comida, poco a poco fue comiendo, pero seguía un poco inquieto. Una de las camareras, retiró los platos de comida del hospital que el niño, ni siquiera había querido probar.

Llegaron a cumplir  el tratamiento, él suspiró aliviado, se le había bajado un poco la dosis y sabíamos que esto iba estar sucediendo, pero no podíamos permitir que siguiera convulsionando, debíamos enseñarle a controlar los estados de ansiedad.

Me levanté y él, me tomó de la manga, no pronunció nada, pero con el gesto, entendí que no deseaba que me fuera.

Las enfermeras me observaron, sabía que no podía quedarme, para no crearle otra dependencia. Besé su frente y...

─ Voy a ver otros niños, ahora vuelvo, ─ sisee moviendo su cabello.

Llegué al Star de médicos, las doctoras me sonrieron.

─ No pensé que volverías hoy, ─ mencionó la doctora Rosario, comprensiva.

─ Vine a ver el niño, ─ respondí sentándome en una silla.

─ Tú tía, también ha subido dos veces, ─ mencionó y yo,  asentí.

─ Iré a ver a Jonás, ¿Me acompañas? ─ Pronunció levantándose.

La seguí,  cuando llegamos a la habitación de Jonás, él medio sonrió. Todavía tenía las secuelas de la radioterapia. Me acerqué, la doctora Rosario, movió la sábana, para ver la pierna y no se veía bien. Ella, subió la dosis de antibióticos, el rostro de ambas se llenó de preocupación. La Doctora, hizo anotaciones en el historial médico del niño.

─ La próxima semana es mi cumpleaños, ─ medio siseó el niño. Sonreí acariciando su frente.

─ Ya todo está listo, ─ susurré acariciando su cabello.

La Doctora Rosario, terminó de revisarlo y luego  seguimos el recorrido hasta que llegamos a la habitación del niño pitillo. Estaba somnoliento, él me observó intentando mantenerse despierto.

─ ¿Te vas? ─ Medio pronunció.

─ Sí, pero mañana estaré aquí temprano, ─ Le dije acariciando su cabello. Cuando culminamos el recorrido busqué el bolso y me retiré.

Cuando Noah,  se entere que estuve aquí, seguramente me llamará la atención y como si lo hubiese llamado con la mente, mi teléfono comenzó a repicar.

Respondí y no pude negarle donde estaba, ya que todavía seguía en el hospital,  específicamente caminando hacia el ascensor; me dijo que lo esperara que venía a firmar unos documentos y de allí saldríamos con los chicos a comer.

Fruncí mi entrecejo,  porque no estaba vestida acorde para una salida. Le pedí que le informara a mi hermana, que me trajese ropa y un servicio de comida y gelatina para el niño pitillo, él guardó silencio, lo escuché respirar profundo.

Sabía que me llamaría la atención, pero ya estaba aquí, me devolví recorriendo el pasillo y  ayudé a las doctoras de guardia. Noah,  llegó una hora después y no llegó solo con Jaime,  sino con mis hermanos, los observé.

─ ¿Le han pedido permiso a mi tía o a papá? ─ Les pregunté observándolos.

─ Noah, lo hizo, ─ respondió el abusivo de mi hermano. Yo, a su edad, jamás lo llame Noah. Hasta me sentí extraña, llamarlo por su nombre cuando iniciamos nuestra relación.

Noah, besó mis labios ligeramente, delante de las doctoras, su hijo y mis hermanos.

Jaime,  me saludó con un beso en la mejilla, al igual que mis hermanos.

─ Vamos, ─ me invitó Noah. Les hice seña a los chicos, aunque sabía que me iba dar la reprimenda de mi vida.

Él, observó el traje hospitalario que tenía colocado, en silencio caminamos detrás de él, ingresando a una pequeña oficina.

─ ¿Qué haces aquí? ─ Preguntó y yo,  respiré profundo.

─ Le traje comida al niño, no desea comer la del hospital y...

─ Ashley,  sabes bien que no puedes causarle otra dependencia, ─ mencionó acercándose al escritorio que había en esa oficina, revisando los documentos que tenía encima.

─ Solo deseo que se alimente, Noah.  Para que pueda resistir las quimios y la cirugía, ─ sisee, él observó a Jaime y a mis hermanos, que solo nos observaban.

Noah, respiró profundo, estaba serio y yo, sabía que estaba disgustado. Se acomodó detrás del escritorio y comenzó a firmar los documentos. Quizás no continuó con su llamado de atención por los chicos, pero sabía que él, luego lo haría.

Samantha, me entregó el bolso que trajo,  saqué la ropa y me disponía a salir para cambiarme.

─ Aquí hay un baño, ─ pronunció mi novio  señalando una puerta. Me dirigí a ella para cambiarme, mi cabello no estaba acto para una salida, así que solo me lo recogí en una coleta.

Cuando salí, Samantha, abrió su pequeña carterita, sacando de ella un espejito y un brillo labial, entregándomelo.

Sonreí sentándome a su lado, apliqué el lápiz labial, que era un brillo color rosa.

─ ¿Qué te sucedió? ─ Preguntó  mi hermano, cuando se dio cuenta de los aruños de mis brazos. Cuando salí de casa, tenía un suéter mangas largas y ellos, no se habían dado de cuenta.

─ Un percance con uno de los niños, ─ respondí.

─ Daré una vuelta, ustedes se quedan aquí, ─ señaló Noah, a los niños.  Salió de la oficina, a los diez minutos llegó la coordinadora de enfermería, preguntando por él, le informé que acababa de salir.

Me coloqué el gorro cubre cabellos, tapabocas y el traje de bioseguridad,  busqué la comida que había traído mi hermana, observé la tasa de gelatina, otra de frutas y un jugo.

─ Hay que comprar más envases desechables, ─ me informó Samantha, yo asentí.

─ Se quedan aquí sin hacer travesuras, ─ le pedí a los chicos.

─ ¿Te acompaño? ─ Preguntó Samantha, yo asentí y las dos salimos con la comida para que el niño merendara. Cuando llegamos a la habitación, le pedí que lavara sus manos, luego de hacerlo se las secó con toallas desechables.

─ Colócate los guantes, el gorro en el cabello  y el tapabocas, ─ le indiqué entregándole también uno de los trajes. Ella lo hizo, corrí un poco la cortina y pasamos.

El niño, ya había despertado,  nos observó, en su frente se estaban observando algunas gotas de sudor, humedecí una toalla y la pasé por su frente.

─ Te traje gelatina, ─ le informé.

Samantha, se acercó con el bolso y sacó la gelatina, mientras yo limpié también su cuello del sudor.

─ ¿Porque traes tanta comida? ─ Preguntó observando las tasas que Samantha, iba sacando.

─ Porque debes alimentarte bien, para proceder al tratamiento, ─ sisee ayudándolo a sentar.

Samantha, le entregó la taza de gelatina, con una cuchara desechable.

─ Cuando estaba en las  calles  siempre tenía hambre, nadie me daba comida, yo siempre tenía que robarla, ─ mencionó como si fuese algo muy normal y cada vez mi corazón, se quebraba más. Observé a mi hermana, que había expandido sus ojos.

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